La semana, cuando el presidente de
Davivienda, Efraín Forero señaló: “A planear con dólar entre 2.800 y 3.200”,
pensé que la divisa norteamericana NO llegaría a ese techo.
Pero, lo sobrepasó, y siento que la
sorpresa llegó a los escritorios, celulares y portafolios de los empresarios
más importantes del mundo.
¿Es bueno que eso esté pasando?
¿Le conviene eso a los Estados Unidos?
Hay muchos interrogantes.
Ricardo Ávila, de Portafolio, escribió algo
sobre el tema.
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
Quién gana y
quién pierde con el 'tsunami' del dólar
Por Ricardo
Ávila, de Portafolio
A pesar de la devaluación del
peso colombiano, las perspectivas de crecimiento son positivas.
Cuando a comienzos de este mes Jorge R.
recibió la invitación que le hizo una multinacional para asistir durante dos
días a una reunión en Miami, este gerente de mercadeo en una compañía
importante decidió que no se quedaría a disfrutar del fin de semana en la
capital del sol. “Mejor me ahorro esa platica”, me dijo con un guiño. (Expertos
explican cómo le afecta la subida del dólar).
La cuenta que hizo es muy sencilla: en 12
meses el dólar ha subido más de un 60 por ciento o cerca de 1.200 pesos con
respecto a su nivel de hace un año. Tal como lo señaló el columnista Mauricio
Cabrera unos días atrás, si durante un lapso considerable los colombianos se
acostumbraron a utilizar la tabla del dos, ahora necesitan desempolvar la del
tres a la hora de sacar la equivalencia entre la moneda nacional y la
estadounidense. (Lea también: Los que ganan y pierden con el dólar caro)
El salto de la devaluación tomó por
sorpresa a más de uno, comenzando por los expertos. Aun quienes pronosticaban
un ajuste cambiario considerable veían improbable que se rompiera el récord
establecido en 2003, cuando llegamos a los 2.968 pesos. No obstante, el viernes
el billete se alcanzó a negociar en 3.150 pesos en el mercado oficial.
LAS RAZONES DEL SALTO
¿Qué hizo que se pulverizara la marca
anterior en apenas un par de sesiones? La explicación principal es lo ocurrido
con los precios del petróleo, que en junio se volvieron a descolgar y cerraron
la semana apenas por encima de los 45 dólares por barril en el caso de la
variedad Brent, que es la que nos concierne.
En contra de las apuestas en el sentido de
que los productores de hidrocarburos con mayores costos cerrarían la llave, el
crudo sigue fluyendo. Debido a ello, la oferta supera con creces la demanda y
los inventarios del combustible son cada vez más cuantiosos.
Y eso les pega a las cuentas externas de
Colombia, pues este renglón representa el 55 por ciento de nuestras
exportaciones y disminuye el apetito de emprender nuevos proyectos en este
ramo. Un dato elocuente sobre lo que ha pasado es el déficit que tenemos en la
balanza comercial, que da el saldo del intercambio con el resto del mundo. Según
lo reportó el Dane, el saldo en rojo con corte a junio llegó a 6.717 millones
de dólares, cerca de seis veces la brecha observada en igual periodo de 2014.
Si a ese faltante se le agrega que la
inversión extranjera se ha reducido en forma importante y que la economía ya no
tiene la misma velocidad de antes, es fácil entender por qué no despertamos el
entusiasmo de otras épocas. Una división del banco JP Morgan nos ubicó en el
grupo de países emergentes frágiles, mientras que el margen de riesgo de los bonos
públicos se ha incrementado en los mercados internacionales.
Para completar el panorama, el ambiente
global se ha deteriorado. La semana que acaba de terminar vino acompañada de
descensos significativos en los precios de las acciones, desde Shanghái hasta
Wall Street. La desaceleración de China y la situación política en Grecia no
son buenos augurios sobre lo que viene, por lo cual los capitales están
buscando refugios más seguros.
En ese contexto, vale la pena recordar que
no estamos solos. Pocos colombianos saben que el tenge en Kazajistán tuvo un
bajón del 25 por ciento frente al dólar el jueves, después de que el banco
central de la ex república soviética decidiera dejarlo flotar libremente.
También el dong vietnamita perdió terreno, como el rand sudafricano o el real
brasileño, entre una larga lista de monedas.
En todos los casos, las causas son
parecidas, así la intensidad del sismo cambiario no sea la misma. Por ejemplo,
mientras en lo que va del año el peso ha retrocedido 30 por ciento, el sol peruano
ha caído 10 y el peso mexicano, 15 por ciento.
¿BUENO O MALO?
Ante lo sucedido, las opiniones son
múltiples, dependiendo de a quién se le pregunte. Entre los economistas, el
consenso es que hay una realidad distinta, que no está exenta de complejidades.
“El precio del petróleo pone nuestros pies, de nuevo, sobre la tierra”, señala
Armando Montenegro.
Todo indica, entonces, que quedaron atrás
los días en los cuales el salario de un profesional en pesos, medido en
dólares, parecía acercarse al que tenían personas en lugares con mayor
desarrollo, o que el valor de la finca raíz en Bogotá se acercara al de ciertos
vecindarios de Nueva York. Eso para no hablar de quienes sostenían que irse de
vacaciones a Estados Unidos o Europa resultaba equivalente a lo que valía
descansar en Cartagena.
Y aunque esa circunstancia golpea en
particular a la clase media, que tuvo acceso a más bienes y servicios externos
por cuenta del peso fuerte, el balance tiene que ser más amplio. José Antonio
Ocampo señala que “con la sobrevaluación Colombia había perdido una de sus
grandes ventajas competitivas: la diversificación de su aparato productivo.
Ahora llega la oportunidad para recuperar esa ventaja”.
Bajo esa lógica, la brecha externa empezará
a cerrarse tarde o temprano. Al mismo tiempo la agricultura y la industria
nacionales empezarán a ver reverdecer sus laureles, algo que ya comienza a
notarse en las estadísticas más recientes. En junio, las manufacturas
retornaron al terreno positivo y sus ventas subieron 3 por ciento en términos
reales.
Quizás el riesgo inmediato más
significativo es la inflación. El alza en el costo de los bienes importados
comienza a ser el factor que más influye para que la canasta familiar esté
subiendo por encima de la meta fijada por el Banco de la República y se ubique
en el 4,5 por ciento anual. (Lea también: Empresarios, en alerta por posible
alza de la tasa de interés)
Sin embargo, el Emisor mantiene la calma.
Tras la reunión de su junta directiva el viernes, en la que se decidió dejar
estable la tasa de interés que la entidad les cobra a los que tienen acceso a
sus recursos, el comunicado oficial sostuvo que “los choques temporales de
precios se revertirán”, así se acepte que el retorno a la senda establecida
tomará algún tiempo.
Y la tranquilidad expresada no es un asunto
menor. Como bien lo dijo un artículo publicado en el The Financial Times hace
unos días, asociar el nivel del dólar a la fragilidad de una economía emergente
en particular sería una equivocación.
De hecho, el escrito considera los casos
puntuales de Rusia y Colombia –afectadas ambas por el huracán petrolero– para
concluir que su suerte es bien diferente. Mientras en Moscú las autoridades se
han visto forzadas a tomar medidas que han acentuado la recesión que ha
golpeado la calidad de vida de la población, en Bogotá todavía las perspectivas
de crecimiento son positivas, así se hayan recortado.
Como consuelo nos queda que el pronóstico
cercano al 3 por ciento para este año supera con creces el promedio
latinoamericano de 0,5 por ciento. Si bien las expectativas de los consumidores
se han deteriorado, el desempleo sigue bajando y programas claves como la
ambiciosa inversión planeada en infraestructura empiezan a volverse realidad.
LA VOZ DE LOS
EMPRESARIOS
Que el nuevo escenario deja ganadores y
perdedores es algo sobre lo cual no hay duda. César Caicedo, presidente de
Colombina, señala que “el tema del dólar nos conviene porque somos grandes
exportadores”.
Así mismo, Ernesto Fajardo, de Alpina,
anota que “la mayoría de nuestros componentes son nacionales y una pequeña
parte, cerca del cinco por ciento, es internacional”. Agrega que “aunque hay un
pequeño ajuste en el costo, la devaluación es mucho más beneficiosa”. (Lea
también: Empresarios le sacarán partido al dólar alto con más productividad)
Igualmente, floricultores y cafeteros han
visto una mejora radical en su situación. En lo que atañe a los cultivadores
del grano, el aumento de la cosecha a más de 13 millones de sacos este año,
combinado con un precio de la carga que está en 800.000 pesos debido a la tasa
de cambio, llevará a que el valor de la cosecha en 2015 sea de unos 6 billones
de pesos. Tal circunstancia impactará positivamente a más de medio millón de
familias cultivadoras.
En la lista de beneficiados hay que agregar
los miles de hogares que reciben remesas del exterior, cuyo monto supera los
4.000 millones de dólares anuales. Un incremento en el número de turistas
venidos de afuera también es predecible, de acuerdo con el Ministerio de
Comercio.
La otra cara de la moneda la representan
los importadores. Almacenes especializados en marcas de lujo han comenzado a
cerrar sus puertas, al igual que locales en los sanandresitos, como lo mostró
un informe de Portafolio esta semana.
Más de uno busca acomodarse. “Los precios
de los licores que se traen del exterior se han incrementado al consumidor,
pero la tarea es hacer esfuerzos comerciales para promover los portafolios
mostrando las bondades de los producto más allá del valor, mientras el
consumidor se acomoda a la nueva realidad”, dice un vocero de Pedro Domeq.
Igualmente, están quienes han sacrificado
márgenes e, incluso, están vendiendo a pérdida, para no perder cuota de
mercado. “Estamos aguantando el chaparrón como sea”, sostiene el representante
de una conocida marca de vehículos.
Lo que nadie tiene claro, sin embargo, es
cuánto va a durar ese chaparrón o hasta dónde puede llegar la devaluación. Por
ahora hay una clara tendencia alcista que posiblemente lleve el dólar a nuevos
máximos en el corto plazo, aunque estrictamente no hemos llegado al punto de
2003. Mauricio Cabrera señala que si se hace el ajuste de la inflación
acumulada, el cambio de esa época equivaldría hoy a algo menos de 5.000 pesos.
Para no entrar en cábalas inútiles sobre lo
que viene, es bueno recordar que los especialistas también sostienen que
eventualmente retornará la calma. Y cuando el desfase en las cuentas externas
que tiene Colombia empiece a solucionarse a las buenas o a las malas, la tasa
de cambio tenderá a ubicarse en un nivel de equilibrio que los estudiosos
ubican en cercanías de los 2.600 pesos. Pero ninguna persona con más de dos
dedos de frente se atreve a dar una fecha precisa.
Ricardo Ávila
Director de
Portafolio
@ravilapinto