sábado, 7 de mayo de 2016

S.OS. por el puerto II Por: César Lorduy

¿Qué vamos a hacer con el canal de acceso al puerto de Barranquilla?
Lo que plantea César Lorduy en esta columna del sábado es preocupante: "El canal que se contrató no es el ideal". Y de allí en adelante, vienen otros argumentos...

RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1

S.OS. por el puerto II

Por: César Lorduy

Sábado 07 de Mayo de 2016 - 12:05am
 
Barranquilla por años ha luchado por una zona portuaria segura y competitiva. Nos hemos pasado visitando, pidiendo y hasta rogando ante Cormagdalena, Invías, Ministerio de Transporte, etc., que nos atiendan. Algo hemos logrado últimamente.
Todo ello, a pesar de que la ley y la Constitución disponen que el canal navegable del río Magdalena en el puerto de Barranquilla, y sus obras complementarias, seguirán siendo construidas, conservadas y mantenidas con recursos del Gobierno Nacional, y que Cormagdalena es la encargada de la recuperación de la navegación, de la actividad portuaria y tendrá a su cargo las obras de encauzamiento y mantenimiento en el canal de acceso a la zona portuaria local.


Con todas esas obligaciones legales, que con mucho esfuerzo hemos logrado que cumplan, ciframos las esperanzas para que, por fin, en especial el canal navegable, recibiera toda la atención en el contrato APP 001, firmado entre Cormagdalena y Navelena, al que seguimos apoyando, sin que nos impidan solicitar, que sea mejorado.
El canal que se contrató no es el ideal. Solo consideraron dos variables: una anchura de 150 mts. (el apéndice 3 de 2013 antes del contrato hablaba de un canal de 250 mts.) y una profundidad de 12,2 mts. para los primeros 2 km. y de 11,47 mts. para los restantes 20 km.; no contempla el trazado técnico o alineación, ni se consideran las zonas de navegación complementarias, las dársenas de reviro y fondeaderos, los amarraderos para embarcaciones fluviales, los márgenes de seguridad entre el canal navegable y las estructuras fijas y el canal alterno para el tráfico creciente de los convoyes fluviales, etc.
 
En resumen: es un canal en exceso uniforme, contratado sin entender que hay sectores donde es necesario disponer de mayor amplitud y otros segmentos donde es hasta necesario reducir el ancho, sin sacrificar seguridad.
Ni Cormagdalena, ni la APP, han oficializado un trazado del canal navegable, porque el de hoy no es más que un callejón libre entre boyas, no todo con las profundidades requeridas para navegar con seguridad y solo hay enfilaciones hasta el kilómetro 14.

No contempla la obligación de medir periódicamente y mantener las condiciones mínimas del sector marítimo, o canal de aproximación, desde Bocas de Ceniza hasta unas 2 millas náuticas dentro del mar Caribe (en ese lugar ocurrió en 2010-2011 la gran mayoría de los incidentes del puerto), y se definió para el canal como buque de proyecto –esto es grave– a un remolcador fluvial con seis barcazas formando convoy en puya, sin considerar los buques de alto porte que operan regularmente en el Puerto, los cuales tiene características diferentes. Las batimetrías que acuciosamente se hacen en razón de lo contratado están más inclinadas a medir el nivel de servicio del contratista, que pensando en los navegantes o en las terminales portuarias.

Seguimos apoyando al contrato entre Navelena y Cormagdalena, pero es necesario que este recoja lo que por décadas la ciudad ha solicitado.

@clorduy
clorduym@gmail.com

Todos en el suelo o... Por: Fernando Arteta

Esta columna del ingeniero Fernando Arteta le pega a muchos colombianos. ¡Y les pega duro!
Desde dirigentes gremiales hasta presidentes ejecutivos de toda índole, presidentes de Colombia y también de gerentes y presidentes de organizaciones periodísticas hay  que decir "que son responsables de lo bueno, regular o malo que se presente durante la gestión"... y en eso estoy de acuerdo con Fernando Arteta...

RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1


Todos en el suelo o... 

Por: Fernando Arteta

Sábado 07 de Mayo de 2016 - 12:05am

Hice parte durante mucho tiempo de varias juntas directivas. En todas lo hacía en representación de las empresas en las que trabajaba, por lo que mi participación seguía lineamientos generales de mi propia junta directiva pero actuando siempre con criterio propio en la toma de decisiones. Era relevante participar como miembro de juntas y más si estas eran consejos de dirección de prestantes empresas de la región y el país. Tuve jefes con gran experiencia en el manejo de este tipo de foros y aproveché su recorrido para aprender del comportamiento en esas reuniones.

Con el tiempo empecé a asistir, ya como socio, personalmente o a través de otras empresas, y fui más consciente de la responsabilidad de mis actuaciones. Después de algunas adiciones y aclaraciones en la normativa pertinente, los organismos que dirigen las actuaciones societarias fueron explícitos y taxativos en lo atinente a las responsabilidades de los directores que, en el momento de ser elegidos y luego de haber aceptado, se convierten en coadministradores de la empresa en la que se inician como miembros del consejo de dirección. Esto quiere decir que son responsables, tanto como el gerente o presidente ejecutivo, en lo bueno, regular o malo que se presente durante la gestión.
Por eso, son lamentables las situaciones que se presentan cada día más, cuando afloran anomalías en empresas públicas y privadas en la medida que trascienden por lo irregular. Vamos desde los 5 mil millones de dólares de Reficar hasta las denuncias a un director de gremio, pasando por la cartelización de los papeles de los parientes o el ministro de Minas. Aunque los casos son distintos y alcanzan dimensiones de envergaduras diferentes, el factor común es la salida, a las buenas o a las malas, de los gerentes, directores, presidentes o representantes legales de las compañías que, si bien son responsables, reciben la descarga de sus superiores que pecaron también por omisión, defecto o exceso de confianza.
 
Nuestro sistema político, societario –público y privado– está en mora de hacer cumplir las responsabilidades inherentes a las funciones de cada organismo, ya sean junta directiva o de socios, consejo de ministros y hasta el mismo presidente de la República. Da pena ajena verlos pavoneándose, pantallando, para luego pasar agachados unos, y a otros echando las culpas a subalternos y antecesores de las embarradas –que al menos han debido conocer– cometidas por las administraciones de las que hacen parte. 
 
Lo que sí no puedo entender son las excusas públicas que presentan algunos en las que, después de haber metido las patas y las manos, creen que con solo pedir perdón están solucionando los garrafales errores. 

Después critican las negociaciones de La Habana, perdón y olvido igual para crímenes de lesa humanidad que para delincuentes sociales elegantes. 

¡Que viva la impunidad!

fernandoarteta@gmail.com