CONTRABANDO y extorsión.
De acuerdo a las cifras que manejó en su columna, Jairo Parada, esos dos flagelos atrasan muchísimo el desarrollo de la economía colombiana.
Y el gobierno Santos ha permitido que le cojan ventaja.
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Pd: lea con tranquilidad
La economía política de la corrupción y las políticas públicas
Por Jairo Parada Corrales
En la última década, se ha observado en
Colombia un ascenso en los niveles de percepción de la corrupción,
manteniéndose el país en un nivel mediocre en el panorama mundial. Este flagelo
se está convirtiendo en el mayor problema de la sociedad colombiana, por encima
del desempleo y la violencia. Según A. Solimano, V. Tanzi y F. Del Solar, en su
libro Las termitas del Estado, el fenómeno es multidimensional, y afecta el
crecimiento económico y el desarrollo, sustrayendo recursos de la inversión
pública y elevando los costos de transacción para la actividad empresarial. La corrupción no se limita al Estado, como lo plantean
algunos autores ortodoxos, sino que se extiende al sector privado y hasta las
ONG.
En Colombia, las normas para enfrentar este
flagelo son débiles y carecen de dientes. Son declaraciones de buenas
intenciones que nadie cumple, son normas de papel, como señala Mauricio García
Villegas. En el fondo, la corrupción nace de unas conductas depredadoras,
asentadas desde hace siglos en la conciencia nacional, en hábitos de
pensamiento que ya se han vuelto rutinas, no sólo a una lógica de
beneficio-costo.
Entre más débil sea el estado, el sistema
educativo y la administración de justicia, más se imponen este tipo de
conductas en la población y en los dirigentes. El efecto imitativo cunde, y si
los de arriba roban, los de abajo se preguntan por qué no van ellos a hacer lo
mismo. Se trata de hacer dinero en el menor tiempo posible, sin el mayor
esfuerzo. Hay que ser vivos” dice la gente.
Podemos tomar por ejemplo, dos fenómenos
que hoy nos afectan en todo el territorio nacional, los cuales cunden por toda
la geografía, y además, dejan una percepción de la impotencia del Estado.
El primero de ellos es el contrabando. Más
que los TLC, a la industria nacional la está acabando el contrabando descarado.
El llamado contrabando técnico, donde se importan zapatos de China a 60
centavos de dólar, refleja esta tragedia. Este costo es un imposible económico,
pero la Dian solo revisa apenas el 10% de la carga de importación.
No tenemos ni el equipo ni las personas
para mejorar los niveles de fiscalización. Adicionalmente, sus funcionarios
están siendo asesinados en toda la geografía nacional, con 29 de ellos
amenazados, revelando poderosas mafias detrás del lavado de dólares y las
exportaciones ficticias.
Uno ve al director, solitario, dando gritos
desesperado, pero mientras tanto, solo hablamos de ingresar a la OCDE, de la
cual
estamos muy lejos por el benchmark que exige.
Vivimos en un país de apariencias, de
buenas noticias virtuales, pero frente a una realidad bien sórdida. Se dice que
el contrabando mueve más de $10,000 millones de dólares, superando incluso al
narcotráfico, destruyendo empleos e industria en todo el país, y alimentando la
economía informal.
En las noticias CM&, en los especiales
de Mauricio Gómez, el periodista afirma que 75 caravanas bajan directamente de
La Guajira diariamente cargadas de gasolina, armas y mercancías, sin que las
autoridades hagan mayor cosa. La impresión que se lleva uno es que esos
territorios enfrentan un estado fallido, encontrándose en manos de estos
carteles.
El segundo flagelo es el de la extorsión.
Cualquier grupo se pone un rótulo criminal, y se dedica a capturar rentas a
como dé lugar. No hay que trabajar ni estudiar. Solo hay que matar. Ya en
Barranquilla, capital del TLC, vemos impotentes, el crecimiento de este
fenómeno perturbando el transporte público.
Sin duda, esta variable va a entrar en la
agenda pública de las próximas elecciones, pues todavía no se ven resultados
sólidos de la acción estatal, solo balbuceos y lamentos.
Jairo J. Parada Corrales
Economista, PhD.
Barranquilla-Colombia
Celular 311-650-0550
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Phone and fax: 57-5-3557657