Alocución del Presidente de la
República, Juan Manuel Santos sobre el ‘Acuerdo General para la Terminación del
Conflicto’
Bogotá, 4 septiembre de 2012 (SIG).
“Colombianos, buenas tardes.
Hace unos días confirmé que habíamos avanzado en
unas reuniones exploratorias en el exterior con representantes de las FARC.
Dije que un proceso para terminar el conflicto en mi
gobierno sólo sería posible si éste sigue tres principios: aprender de los
errores y aciertos del pasado para no crear falsas expectativas; lograr
efectivamente el fin del conflicto –no su prolongación–, y no ceder un solo
milímetro del territorio nacional.
Hoy les quiero anunciar que esas reuniones
exploratorias han culminado con la firma de un acuerdo marco entre el Gobierno
nacional y las FARC que establece un procedimiento –una hoja de ruta– para
llegar a un acuerdo final que termine, de una vez por todas, esta violencia
entre hijos de una misma nación.
El acuerdo lleva el nombre de “Acuerdo General para
la Terminación del Conflicto”, y tiene su origen en unos canales que había
establecido el gobierno anterior y que nosotros retomamos y continuamos.
Las conversaciones exploratorias, realizadas de
manera directa y con toda discreción, se llevaron a cabo durante seis meses en
La Habana, con el acompañamiento de Cuba y Noruega, después de año y medio de
trabajo preparatorio.
En ellas se construyó una visión compartida del fin
del conflicto y se acordaron el propósito, la agenda y las reglas de juego de
un proceso que debe ser serio, digno, realista y eficaz.
Luego de estas conversaciones exploratorias, tengo
la convicción de que estamos ante una oportunidad real de terminar de manera
definitiva el conflicto armado interno.
Se trata de un camino difícil, sin duda –muy
difícil–, pero es un camino que debemos explorar.
Cualquier gobernante responsable sabe que no puede
dejar pasar una posibilidad como ésta de acabar con el conflicto.
¡Y eso sí que lo entienden las millones de
víctimas!
¿Cuántos colombianos no han sufrido el conflicto en
carne propia?
¿Cuántos colombianos no tienen un familiar que haya
sido víctima de la violencia?
Estamos ante una oportunidad real por dos razones
fundamentales:
La primera, porque Colombia ha cambiado, y el mundo
ha cambiado. La segunda, porque este acuerdo es diferente.
Lo primero: ¿Qué ha cambiado?
Hoy podemos hablar de paz porque Colombia crece y
se abre al mundo.
Nuestra economía es ya una de las más prósperas de
América Latina, similar a la de Argentina y sólo superada por Brasil y México.
Es una economía que está creando empleo, como pocas
en el mundo, en medio de una fuerte turbulencia internacional.
Hoy podemos hablar de paz porque millones de
colombianos están saliendo de la pobreza y porque seguimos avanzando en esa
dirección.
Hoy podemos hablar de paz porque el uso de la
violencia para alcanzar objetivos políticos es cosa del pasado.
Ningún país de la región lo tolera, y en varios hay
gobernantes que dejaron atrás la lucha armada y optaron por el camino de la
democracia.
No sólo Colombia: el continente entero quiere vivir
en paz y nos respalda en ese propósito.
Hoy podemos hablar de paz gracias a los éxitos de
nuestras Fuerzas Militares y de Policía, y gracias a la creciente presencia del
Estado en todo el territorio nacional.
Hoy podemos hablar de paz gracias al esfuerzo
diario de nuestros soldados y de nuestros policías, a quienes en este momento
quiero rendir un homenaje.
Yo sé lo que es la guerra porque fui Ministro de
Defensa en un momento crucial y conocí de primera mano el sacrificio de
nuestros hombres.
Hoy podemos hablar de paz porque la visión de mi
gobierno es una visión integral: NO combatimos por combatir; combatimos para
alcanzar la paz.
Y también estamos construyendo paz.
Lo hacemos cuando reparamos a las víctimas, lo
hacemos cuando restituimos tierras a los despojados, lo hacemos cuando buscamos
mejorar las condiciones de vida de quienes han permanecido olvidados en los
confines de nuestra geografía.
Hoy podemos hablar de paz porque este gobierno ha
avanzado mucho –de la mano del Congreso– en crear condiciones para la
reconciliación nacional.
Lo segundo: ¿Por qué es diferente este acuerdo?
¿Por qué no repite los errores del pasado?
Es diferente porque es un acuerdo para terminar el
conflicto.
Contiene las condiciones que el Gobierno considera
necesarias para abrir un proceso con suficientes garantías, aunque, por
supuesto, el éxito NO se puede dar por descontado.
Por eso un punto de la agenda es, precisamente, “el
fin del conflicto”, es decir, lo que pasa cuando cesen definitivamente las
acciones militares.
Este acuerdo no es ya la paz, ni se trata de un
acuerdo final.
Como ya lo dije, es una hoja de ruta que define con
precisión los términos de discusión para llegar a ese acuerdo final.
Este acuerdo es diferente porque no tiene despejes
de territorio y porque no hay cese de operaciones militares.
Es diferente porque las conversaciones se llevarán
a cabo fuera de Colombia, para seguir trabajando con seriedad y discreción.
Comenzarán en Oslo la primera quincena de octubre y
luego continuarán en La Habana.
Es diferente porque las conversaciones NO tendrán un tiempo ilimitado.
Se medirán en meses, no en años.
En todo caso, acordamos que la duración estará
sujeta a que se revisen los avances cada cierto tiempo y, si no hay avances,
sencillamente no seguimos.
Es diferente porque el acuerdo establece un proceso
con una estructura clara, dividida en tres fases:
La primera fase –la fase exploratoria– definió una
agenda cerrada y unas reglas y procedimientos para evacuarla, que es lo que ya
se firmó.
La segunda fase estará enmarcada dentro de unas
sesiones de trabajo reservadas y directas.
Será una discusión, sin interrupciones y sin
intermediarios, sobre los puntos acordados para llegar al Acuerdo Final.
Y con ese acuerdo final se terminaría formalmente
el conflicto.
La tercera fase es la implementación simultánea de
todo lo acordado, con las correspondientes garantías y mecanismos de
verificación y participación ciudadana.
Este acuerdo es diferente a los anteriores porque contiene una agenda realista
sobre cinco puntos concretos.
El primer punto es EL DESARROLLO RURAL.
Eso significa dar mayor acceso a la tierra, llevar infraestructura a las
regiones más apartadas, hacer que la prosperidad y los servicios del Estado
lleguen a todos los habitantes del campo.
Es repartir las oportunidades de manera más equitativa por todo el territorio.
El segundo punto son LAS GARANTÍAS PARA EL
EJERCICIO DE LA OPOSICIÓN POLÍTICA Y DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA.
No sólo en la norma, sino en la realidad.
Es decir, que quienes disientan y protesten lo
hagan sin temor, y que se rompa para siempre el lazo entre política y armas.
El tercer punto es EL FIN MISMO DEL CONFLICTO
ARMADO.
Esto incluye la dejación de las armas y la reintegración de las FARC a la vida
civil, junto con todas las medidas del Gobierno para dar garantías al proceso
de terminación.
El cuarto punto es EL NARCOTRÁFICO, que tanto daño le ha hecho y le hace a
nuestro país.
Si este proceso contribuye a que se combata con más
efectividad este negocio ilícito, eso por sí solo sería un gran avance.
Y el quinto punto son LOS DERECHOS DE LAS VÍCTIMAS.
Nadie puede imaginar el fin del conflicto sin atender a quienes han sido sus
víctimas, que –precisamente– es lo que comenzamos a hacer con la Ley de Víctimas.
Satisfacer los derechos de las víctimas es una
obligación de todos.
Eso significa también emprender un ejercicio de
esclarecimiento de la verdad porque no sólo las víctimas, sino todos los
colombianos, tenemos derecho a saber qué pasó y quiénes fueron los
responsables.
Todos estos puntos tendrán su correspondiente
verificación y, en su conjunto, constituyen una fórmula integral para la
terminación efectiva del conflicto, y para avanzar en la construcción de una
paz estable y duradera.
Y son, además, consecuentes con las políticas de
este gobierno.
Nosotros seguiremos haciendo en el terreno lo que
prometimos a los colombianos: restituir tierras, reparar a las víctimas,
garantizar justicia, disminuir la pobreza, crear empleo.
Hemos trabajado con seriedad, y debo reconocer que
las FARC también.
Todo lo que hasta ahora se ha acordado, se ha
respetado.
Si las FARC abordan la siguiente fase con la misma
seriedad, tenemos buenas perspectivas.
Para la fase que comienza, vamos a establecer
mecanismos para informar sobre los avances y para garantizar una adecuada
participación de la sociedad, manteniendo –eso sí– el carácter serio y discreto
de las conversaciones.
En el entretanto –repito– el Gobierno no hará
concesiones de ningún tipo en el terreno militar.
Las operaciones militares –ministro Pinzón, general
Navas, señores comandantes– continuarán con la misma intensidad.
Tampoco nos dejaremos amedrentar por los extremistas y los saboteadores, de
cualquier sector, que suelen aparecer en estos momentos.
Le pido al pueblo colombiano templanza, paciencia,
fortaleza ante eventuales nuevos ataques de las FARC o un incremento de la
violencia, que de todas maneras SERÁN respondidos con toda la contundencia por
parte de la fuerza pública y de la justicia.
Por último, quiero agradecer a los gobiernos de
Cuba y de Noruega por el generoso apoyo que nos han brindado.
Sin su concurso no habría sido posible llegar a
este punto.
Cuba y Noruega seguirán actuando como anfitriones y
garantes en la segunda fase.
También quiero agradecer al gobierno de Venezuela
por su permanente disposición a ayudar en todo momento, y al gobierno de Chile
por haber aceptado apoyarnos en la siguiente fase.
Estos dos países –Venezuela y Chile– serán
acompañantes.
Agradezco, finalmente, a una serie de expertos internacionales que –desde el
principio– con su conocimiento, con su experiencia y con gran dedicación, han
enriquecido enormemente este proceso.
Compatriotas:
Hay momentos en la historia en que un gobernante
debe decidir si se arriesga a emprender caminos nuevos para resolver los
problemas fundamentales de su nación.
Éste es uno de esos momentos.
Sin duda hay riesgos, pero creo que la historia
sería mucho más severa con todos nosotros si no aprovechamos la oportunidad que
hoy se nos presenta.
En todo caso, la responsabilidad de esta decisión
recaerá sobre mis hombros y sobre los de nadie más.
Eso sí, quiero poner muy de presente a mis
compatriotas que –si no somos exitosos– tendremos la tranquilidad de que
hicimos lo correcto; de que no hicimos concesiones ni cedimos un centímetro del
territorio, ni tampoco desatendimos las tareas del gobierno.
Hemos procedido y procederemos con la debida
cautela, pero también con determinación.
Los invito entonces a que miremos este proceso con
prudencia, pero también con optimismo.
Si somos exitosos, habremos puesto fin a esa oscura
noche de medio siglo de violencia.
NO podemos seguir siendo un país con uno de los
conflictos internos más largos del planeta, y el último del hemisferio.
NO podemos dejar que sigan naciendo nuevas
generaciones–como la mía– que no conozcan un solo día de paz.
No hay duda de que es hora de pasar la página.
Hace unos días, una madre cabeza de familia, con
cuatro hijos –de los cuales había perdido dos en este conflicto– se me acercó y
me dijo:
“Presidente, busque la paz. En paz seremos mejores
personas. En paz los dos hijos que me quedan tendrán más oportunidades”.
Así lo creo. Si ponemos fin al conflicto, los
colombianos estaremos frente a un mundo lleno de oportunidades.
Si terminamos el conflicto, se desatará todo
nuestro potencial, y a Colombia no la parará nadie.
TENEMOS QUE UNIRNOS.
Tenemos que unirnos todos para hacer que el sueño
de vivir en paz se convierta por fin en una realidad.
Gracias y buenas tardes”.