Es bueno leer a Cecilia Álvarez
Correa… Amplias el panorama y te enteras de pasajes que cuando era ministra
evitaba soltarlos de frente.
Ella cuenta que cuando Santos
llega al poder, Uribe y su combito cómo que pensaban que continuarían con las
riendas del país…
Y eso parece que ocurre en
muchos países. En Barranquilla sucedió cuando Hoyos le dejó el mando a George…
Un día lo comentaremos.
“… y ni qué decir
del expresidente Uribe, quien pensó que gobernaría en cuerpo ajeno y casi se
queda sin aliento cuando Santos nombró el primer gabinete “inconsultamente”.
Y eso parece que continuará…
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
12:53 am | 20 de Noviembre del
2016
Asesinato
mediático
También es hora de quitarles el velo a los enemigos, los hay
dentro y fuera del Gobierno
Por Cecilia Álvarez Correa
Juan Manuel Santos es un presidente
que rompe el molde de los inquilinos de Palacio. Su estilo desconcierta e
incomoda a algunos políticos y excompañeros de los medios de comunicación que
por muchos años se acostumbraron a ser consultados e invitados a la Casa de
Nariño para la toma de decisiones. Hay columnistas que aún no se resignan, y ni
qué decir del expresidente Uribe, quien pensó que gobernaría en cuerpo ajeno y
casi se queda sin aliento cuando Santos nombró el primer gabinete
“inconsultamente”.
La sumatoria de incomodidades
le pasó la factura. Y los supuestos ignorados pusieron en marcha lo que los
norteamericanos llaman ‘character assassination’, cuya traducción al español es
el ‘asesinato mediático’, que, en la práctica, consiste en difamar
sistemáticamente la reputación de una persona. Fue la táctica de Trump contra
Hillary: desde el primer día de campaña hasta el último la llamó liar
(‘mentirosa’), y acompañó su estrategia con verdades a medias o mentiras
completas hasta acorralarla.
La misma receta, pero por más
tiempo, se la han aplicado a Santos sus amigos de antaño, hoy sus enemigos.
Desde su posesión empezaron diariamente en las huestes del uribismo, con la
táctica de la simplificación, caracterizando los ataques con una mentira única:
“Santos es traidor”. Hasta uno de los hijos de Uribe tiró línea, en la campaña
presidencial del 2014, al decir que era mejor utilizar el adjetivo de
‘tramposo’.
A esto le adicionaron la
exageración y desfiguración: Santos nos va a llevar al ‘castrochavismo’. Y no
del todo satisfechos, cada vez que se encuentran errores o ilegalidades en el
uribismo distraen a la opinión con mentiras, como lo hicieron en la segunda
vuelta de la elección presidencial, inventándose una supuesta infiltración de
dineros del narcotráfico, hecho del que –como era de esperarse– nunca pudieron
aportar prueba alguna.
Se volvieron expertos en la tal
propaganda sucia. Saben que deben limitarse a un número pequeño de ideas y
ponerlas a rodar como rumores; eso sí, repetirlas, repetirlas y repetirlas de
manera incansable. La tapa de todo fue la campaña mentirosa que hicieron para
el plebiscito, revelada en la autoincriminación de Vélez Uribe, quien contó,
sin sonrojo y paso a paso, la calumniadora estrategia, que, por supuesto, él
pensó que era una hazaña.
Santos ha sido estoico en
aguantar cada puñalada. Lamentablemente, el cuerpo no siempre resiste lo que el
espíritu calla. Los “expertos” en comunicación llevan años diciéndole al
Presidente que no se defienda, que no ataque a Uribe, que no conteste, ¿y eso
de qué ha servido?
Es hora de gritar a los cuatro
vientos los logros no solo de la paz, sino en todos los frentes: tasas de
desempleo por debajo de los dos dígitos, el incremento de la clase media y
disminución de la pobreza, récord en cobertura del sector salud, 100.000
viviendas gratuitas, 30.000 aulas nuevas para niños, Ser Pilo Paga, la
revolución de la infraestructura y los alcances de De Cero a Siempre, entre
otros.
También es hora de quitarles el
velo a los enemigos, los hay dentro y fuera del Gobierno. El ‘asesinato
mediático’ en los meses que quedan de gobierno hay que pararlo ya.
Mi trino: en 20 años Uribe será
recordado como el Presidente que cambió “el articulito” y Santos, como el que
logró la paz. Tremenda diferencia en el lugar de la historia.