lunes, 13 de diciembre de 2021

El Estado Ineficaz. Por Ricardo Plata Cepeda

Nunca he estado de acuerdo con las injusticias.

Tampoco con los abusos.

Nunca he estado de acuerdo que unos ciudadanos se jubilen siendo unos pelados, que le pueden producir mucho a Colombia.

Pero eso es lo que tenemos y me gusta que Ricardo Plata Cepeda, toque el tema en esta columna de hoy…

®rada®luisemilioradaconrado

@radareconomico1

 Opinión

EL ESTADO INEFICAZ

La principal injusticia de esos regímenes es que propicien jubilaciones tempranas en la vida de sus empleados y autorizan porcentajes muy altos con respecto a sus salarios. En otras palabras, crean pensiones inmerecidas, independientemente de su cuantía, cuya acumulación resulta ruinosa por la larga vida esperada de los jubilados.

Por Ricardo Plata Cepeda 

Eficacia, dice el diccionario, es tener la “capacidad de lograr el efecto que se desea o espera”.

Hay tres dicotomías de vieja data para calificar la índole de un Estado nación: laico o confesional, que existe desde antes que Constantino adoptara el cristianismo como religión imperial; autocrático o democrático, que llegó hace 150 años con la revolución francesa y la independencia norteamericana y se renovó con el reciente manejo de la pandemia; y de derecha o izquierda, desde la revolución rusa hace un siglo.

Hay también una dicotomía menos glamorosa para ideólogos y politólogos, pero vigente desde siempre y no menos importante. El Estado eficaz y el ineficaz, que en el extremo de su postración llega a ser un Estado fallido. Es curioso pero la fórmula para un Estado eficaz parece inasible aún para los economistas, entre otras razones porque un Estado puede tener diversos grados de eficacia en diferentes sectores y variadas regiones.

Un ejemplo inequívoco de la ineficacia del Estado colombiano es la educación pública, que tiene gran relevancia como elixir de la equidad, pues su efecto de escalera profesional, económica y social para los jóvenes de menos recursos es ampliamente aceptado. Por tanto, aun con grandes avances en la cobertura, la deficiente calidad en la mayoría de los colegios y universidades públicos del país le incumple parcialmente a ese grupo sus expectativas. Una obviedad menos reconocida es que quienes pagan impuestos tienen al menos igual derecho de esperar que sus hijos puedan acceder en esos planteles a una educación de calidad y que si el estado no les cumple con ese efecto esperado claramente les roba sus impuestos. La ineficacia los fuerza a volverlos a pagar en forma de costosas matrículas en colegios y universidades privadas.

La ineficacia, además, suele andar con una mala compañía: la ineficiencia, que consiste en requerir para sus propósitos cantidades desmedidas de recursos.

A manera de ejemplo, hace 20 años hice parte del Consejo Superior de la Universidad del Atlántico. Me tocó en suerte ser testigo del año en que el costo de la nómina de los jubilados superó a la de todos los empleados y profesores activos de la universidad. A esa insólita situación se llega luego de que gobernadores y rectores anteriores aprobaran irresponsablemente peticiones sindicales de regímenes especiales que harían insostenible a cualquier entidad o empresa privada.

La principal injusticia de esos regímenes es que propicien jubilaciones tempranas en la vida de sus empleados y autorizan porcentajes muy altos con respecto a sus salarios. En otras palabras, crean pensiones inmerecidas, independientemente de su cuantía, cuya acumulación resulta ruinosa por la larga vida esperada de los jubilados.

El único intento serio de ponerle el cascabel a ese gato insaciable de los regímenes especiales de pensión se ahogó en el naufragio del referendo del año 2003. Esos son los retos que están a la altura de los que quieran construir un Estado eficaz y eficiente.

¿Quién se atreve?

rsilver2@aol.com