domingo, 25 de noviembre de 2012

La HAYA y los COLOMBIANOS (2). Nos pisaron los cayos. Daniel Samper



La HAYA y los COLOMBIANOS (2)


Tampoco puedo estar de acuerdo que nos matemos por unos pedazos de tierra, mar, agua, peces y otros bienes.

¿Qué licencia tenemos para dejar a nuestros hijos tirados por una guerra que no tiene razón de ser?

Y lo otro: ¿Quiénes la librarán?

Si cuando se presentan los problemas, los más cobardes son los más gritones… Cobardes a la lata: no son capaces de aceptar que les coloquen una inyección… y conozco a varios…

Así que, pilas no armemos una alharaca como si fuéramos unos animales. Negociemos…

RADAR,luisemilioradaconrado


Nos pisaron los cayos

El fallo de La Haya destapa los errores de Colombia al defender su caso, la falta de realismo oficial y el oso que sería rebelarse contra la legalidad internacional.

Aunque digan que es malo mirar atrás, conviene hacerlo con serena curiosidad en el lamentable episodio del fallo caribeño de la Corte Internacional de Justicia para saber, al menos, por qué las cosas no salieron como esperábamos. Aparte los errores atribuibles a la CIJ, surgen varios elementos. Primero: nos comportamos con la soberbia de país grande frente a país pequeño. La soberanía nos llenó de soberbianía y supusimos que no podíamos perder. Segundo: optamos por la defensa equivocada, al creer que el meridiano 82 servía para delimitar áreas marítimas. No era así. Tercero: aceptamos un tribunal donde corríamos alto riesgo. Habría sido más seguro negociar un tratado bilateral con Nicaragua, como lo pidieron algunos, o acudir a una vía política como la OEA para denunciar los ataques 'nicas' contra el tratado preexistente. Cuarto: carecemos de estructura diplomática fuerte y coherente. La carrera profesional ha sido siempre menospreciada, pues estorba la habitual repartija social y política de cargos en el exterior. 
Fieles a esa actitud, descuidamos la delegación ante La Haya: un embajador y excanciller salió a perderse apenas olió que las cosas iban mal y otros nombramientos fueron políticos. Mientras tanto, Nicaragua mantiene allí un equipo estable y unido.
  
Nuestros gobiernos, incluso el de Santos, no prepararon al país para una posible derrota. Cuando la Canciller previó que podría haber una sentencia que repartiera derechos, le cayeron encima. Las declaraciones del negociador Julio Londoño en vísperas del fallo fueron una delirante eyaculación precoz. La falta de realismo trajo dos consecuencias funestas. Una, que solo ahora el Gobierno intenta reaccionar jurídicamente ante el fallo adverso, situación que debería haber previsto desde antes con un plan B completo. De allí las dudas que atoraban a María Ángela Holguín al presentarse en el Capitolio.
  
Además, la caída desde las altas expectativas resultó más dura de lo que debía ser. El primer sorprendido fue el Gobierno. La alocución vacilante y contradictoria del presidente Santos así lo prueba: ¿cómo así que "respetaremos las normas jurídicas" pero "rechazamos aspectos del fallo"? ¿Cómo así que somos legalistas pero hay capítulos "que no podemos aceptar"? La depresión postsentencia no permite valorar logros ni propicia un clima de cabeza fría para examinar la situación. Lo más grave es que en estos pantanos habita el monstruo del patrioterismo, enemigo jurado de la razón. De ese pozo oscuro brotan quienes quieren aprovechar políticamente las cosas y desacatar la sentencia.
 

Es lo que plantean el expresidente Álvaro Uribe y su séquito de ciegos, sordomudos, torpes, trastes, testarudos. AUV propone, respecto al dictamen, "hacer como que no existe... y decir que no la aceptamos", fórmula con la que también podríamos combatir el cáncer y la ley de gravedad cuando no nos convenga. 
Hace siete años, en entrevista con Enrique Posada, el abogado Martín A. Pinzón, experto en el tema, señaló que Uribe fue solidario con la línea del gobierno precedente (el de Andrés Pastrana, muy atacado ahora en esta materia), "y comparte responsabilidades y los riesgos actuales y el futuro desenlace del pleito" (EL TIEMPO, 1-5-2005). Así es.

 

Colombia tiene que ser fiel a su tradición de respeto a las leyes internacionales, so pena de convertirse en un Estado aventurero, actitud privativa de imperios arrogantes y países réprobos. De lo contrario, nos exponemos a un oso con graves consecuencias políticas -aun en el proceso de paz con las Farc, si Cuba y Venezuela forman bloque con Nicaragua- y a malograr otros pleitos pendientes.

ESQUIRLA. Consolémonos pensando que Nicaragua es un país humillado y maltratado que agradece cualquier satisfacción. Lo han oprimido los españoles, los británicos y, hasta hace poco, los gringos (que barrían allí como si fuera el nido de la perra), y ahora lo gobierna el poco recomendable señor Ortega. No es como haber perdido Panamá con Teodoro Roosevelt. 

cambalache@mail.ddnet.es

La HAYA y los COLOMBIANOS (3). Lejos del Epílogo: El Tiempo

 

La HAYA y los COLOMBIANOS (3)

¿Quién puede decirme que la razón la tenemos nosotros?
¿Y que los jueces internacionales fueron comprados?
Pienso que nadie.
O por lo menos, nadie te atreverá a sacar pruebas sobre ese asunto.

¡El fallo está ahí!

¿Será que los nicaragüenses le apostarán a otro pedazo y que nos lo quieran jurídicamente?

Si es así: “¡a estudiar se dijo!”, porque las leyes hay que respetarlas, sino se armaría la tercera guerra y yo no quisiera estar allí.

Y creo que ninguno de nuestros lectores. 
Sobre todo, digo, los más cobardes. 
Porque, no tienen ni siquiera la fortaleza espiritual para aguantar esa desgracia.

RADAR,luisemilioradaconrado
Lejos del epílogo

El fallo de la Corte Internacional de Justicia marca para el país el comienzo de un largo camino, con pasos para cumplir que tomarán tiempo y, sobre todo, demandarán manejo, discreción y unidad.
Ha pasado menos de una semana desde cuando el país recibió, con una mezcla de incredulidad, dolor y rabia, la sentencia de la Corte Internacional de Justicia con respecto al archipiélago de San Andrés. 
 
Como es bien sabido, el tribunal determinó que todas las islas, islotes y cayos del departamento pertenecen a Colombia, pero también definió límites marinos que implican en la práctica la pérdida de decenas de miles de kilómetros cuadrados de un mar en el que los isleños han hecho presencia desde siempre. Además, Quitasueño y Serrana quedaron, según el mapa conocido en La Haya, enclavados en aguas nicaragüenses, así los derechos de paso y acceso estén garantizados.
 
Ante lo ocurrido, las reacciones han sido múltiples. En las redes sociales es evidente la indignación de la ciudadanía ante lo que considera un mal manejo del tema, alentado tal vez por motivos históricos. La separación de Panamá o lo sucedido con Los Monjes y Venezuela son episodios recordados como ejemplos de un país cuya dirigencia ha sido incapaz de defender el territorio.
 
Tales voces han encontrado respaldo en el Congreso, en donde más de un parlamentario sostiene que no hay que acatar el fallo de la Corte. Incluso, el expresidente Uribe, cuyo gobierno tuvo durante 8 de los 11 años que demoró el proceso el manejo del asunto, ha planteado que hay que hacer caso omiso de lo dicho.
 
Aunque atractivos, hay que evitar caer en la tentación de escuchar los cantos de sirena. Desde la firma del Pacto de Bogotá en 1948, Colombia aceptó la jurisdicción de la Corte, que es parte fundamental del sistema de Naciones Unidas y que en este caso sigue vigente, así tal adhesión llegara a ser denunciada. A estas alturas de nuestra vida republicana sería un error garrafal enviarle al mundo el mensaje de que la interpretación que tenemos de la ley es que aceptamos solo lo que nos conviene de las sentencias derivadas de su aplicación.
 
Lo anterior no quiere decir que se haya perdido cualquier margen de acción. La determinación del tribunal internacional adolece de serias fallas de forma y fondo, que obligan al país a continuar el proceso jurídico mediante el uso de los mecanismos y recursos previstos. Quizás la más protuberante es la que compromete derechos de terceros países, en particular Panamá y Costa Rica, con los cuales existen tratados de delimitación de áreas marinas, que serían inválidos si se aplica lo dicho en relación con Nicaragua.
 
Al respecto, el estatuto de la propia Corte establece en su artículo 59 que su pronunciamiento es obligatorio únicamente para las partes en litigio y respecto al caso que ha sido decidido. Como ninguna de las naciones mencionadas formaba parte del alegato, se crea un limbo que no es fácil de resolver y que debe tramitarse no solo a nivel jurídico, sino también político y diplomático.
 
Aparte de lo mencionado, hay que tener en cuenta lo que dice la Constitución sobre el territorio colombiano, cuyos límites son los aprobados por el Congreso, debidamente ratificados por el Presidente de la República, "y los definidos por los laudos arbitrales en que sea parte la Nación". Asimismo, la Carta señala que cualquier modificación solo podrá darse si tiene la luz verde del Capitolio y es firmada por el Ejecutivo.
 
Todo lo anterior deja en claro que el veredicto de La Haya enfrenta grandes obstáculos a la hora de poderse ejecutar plenamente. Por tal motivo, se debe tener en cuenta que, más allá de la voluntad de cumplir con los compromisos internacionales, existe un camino por recorrer que puede tardar años y que involucra a todos los poderes públicos, además de varias capitales, con las cuales hay que entrar en conversaciones.
 
Una realidad tan compleja requiere ser entendida por Nicaragua, un país con el cual es necesario tender puentes para eludir incidentes, que pueden surgir con facilidad. Es cierto que el gobierno de Daniel Ortega ha hecho gala de una actitud provocadora frente a Colombia, pero el líder sandinista tiene que comprender que este difícil asunto solo podrá manejarse bien en un marco de diálogo y buena voluntad.

De hecho, el escenario ideal debería ser la negociación de un tratado binacional que defina los límites de ambos países, reconozca los pactos firmados con otros Estados y garantice el uso conjunto de las aguas en ciertas circunstancias, algo fundamental para los pescadores isleños. No menos importante es la adopción de medidas de protección de las áreas coralinas, sobre todo ante la eventualidad de búsqueda de hidrocarburos.
 
Mientras eso ocurre, la Armada tendría que continuar haciendo presencia, pues un vacío solo sería beneficioso para los traficantes de armas y drogas que usan el Caribe para sus oscuros propósitos. Eso sí, es indispensable contar con protocolos estrictos para evitar roces que puedan degenerar en un deterioro de la seguridad en la zona.
 
De manera paralela, el Gobierno está obligado a ser discreto en el manejo de un tema que es sensible y no admite voceros diferentes al Presidente y su Canciller. También requiere mantener la unidad, apelando a instancias como la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, que ha sido clave para construir una política estatal coherente a lo largo de los años, imprescindible para la adopción de un fallo duro, al cual hay que darle manejo y tiempo.

editorial@eltiempo.com.co

PD: mientras nosotros "peleamos por la tierra, estas imágenes nos indican que hay otras cosas prioritarias qué deberíamos atender.
RADAR,luisemilioradaconrado

La HAYA y los colombianos (1)



La HAYA y los colombianos (1)

Algunas cosas hemos comentado por facebook, y algo en el blog, pero como sentimos que eso será una lucha más larga, vamos a colgar en este espacio tres pareceres que nos pueden servir para ampliar el conocimiento de nuestros lectores.
Y también el nuestro, porque muchos somos ignorantes de todo lo que ha ocurrido en estos pasajes que han manejado 11 gobiernos, un montón de cancilleres y presidentes y no puedo estar de acuerdo que se tome al presidente Juan Manuel Santos y a la canciller Holguín como los malos del paseo, porque no hicieron bien su tarea.

¿Quién es perfecto aquí?
¡Que se levante y nos diga: “yo”!

Y si se atreve: TODOS le diremos tienes hue… Tendremos que enviarte a una clínica de reposo, porque has perdido el juicio…

Como dije, les voy a presentar tres escritos que envió mi colega Raimundo Alvarado, a través de las redes periodísticas, para que los leamos.

Pero hay que leerlos para no seguir diciendo barbaridades.
Esto es muy serio y debemos tomarlo como tal: como algo serio.

RADAR,luisemilioradaconrado
Pd: de Jorge Orlando Melo

Nacionalismo depresivo

Por: JORGE ORLANDO MELO  21 de Noviembre de 2012

Los resultados en La Haya son mejores de lo previsible. Y ahora ese nacionalismo de banderitas está excitado y pide que no obedezcamos la decisión de la Corte, como si fuéramos un país de matones, donde la ley se cumple solo cuando le sirve a uno.
A Colombia no le fue mal en La Haya. Nicaragua quería a San Andrés y Providencia, y la Corte Internacional de Justicia los declaró colombianos. Pedía que se reconociera la soberanía de los cayos e islotes que se encuentran sobre la plataforma continental de Nicaragua, y la corte los declaró colombianos. Y pedía una nueva delimitación de las fronteras marítimas y de las zonas de exclusividad económicas. En este tema, la corte prefirió buscar algo de equidad y le asignó a Colombia, que tiene el 11 por ciento de las costas pertinentes, el 23 por ciento de las áreas de uso económico. Serrana, una isla pequeña con un pasado de novela, y Quitasueño, un islote casi todo bajo el agua en la marea alta, quedaron como enclaves en medio de la zona de exclusividad económica nicaragüense, pero con un mar territorial, no de 70 kilómetros cuadrados, como quería Nicaragua, sino de más de 1.000 cada uno, suficientes para ocupar a mucho pescador artesanal.
 
Los resultados son mejores de lo previsible. Hace unos meses, los políticos casi se comen viva a la Ministra de Relaciones porque, conociendo la fuerza de los argumentos de los dos países, trató de preparar a la opinión colombiana para lo inevitable: que la corte no diera el 100 por ciento de razón a Colombia y, contra las tendencias del derecho actual del mar, dejara que unas islitas metidas en el escudo territorial de Nicaragua pesaran tanto, para definir la zona de uso económico, como 400 kilómetros de costa continua. Pero esto se logró porque los alegatos colombianos, presentados en el 2008 y 2010, son bastante sólidos: sorprende que el expresidente Uribe no esté reivindicando un resultado que debe ser motivo de satisfacción.
Colombia tenía argumentos sólidos sobre San Andrés y Providencia, dos islas que los gobernadores de Cartagena, de 1641 en adelante, arrebataron varias veces a los colonos ingleses, y que fueron de la Nueva Granada desde 1803. Le fue bien con los cayos, pues, aunque la presencia real de Colombia fue ínfima, por lo menos hizo leyes y resoluciones para controlar la extracción de guano o la pesca, aunque no pudiera hacerlas cumplir. Si Colombia no tenía mucho que mostrar, menos tenía Nicaragua.
Y le fue bien, aunque no tanto como quería, en la fijación de zonas de exclusividad económica, pues alegaba un tratado de 1928 que la corte prefirió ignorar. Que la mención del meridiano 82 pudiera justificar una asignación de zonas económicas, un concepto inexistente entonces, era una ilusión sin bases. El efecto económico de esto, si uno lee los estudios previos sobre pesca en la región, no puede ser grande: toda la zona del archipiélago produce menos de 200 toneladas de langosta al año y los pescadores artesanales son menos de 200, que se pueden ayudar con actos administrativos sencillos y sin medidas heroicas.
 
Pero el nacionalismo colombiano es muy depresivo: nos sentimos colombianos cuando nos tratan mal, nos discriminan, nos creen narcotraficantes o delincuentes. Y es masoquista: se alimenta con las derrotas de la selección Colombia o con el mito de que Colombia perdió grandes territorios con los países vecinos, aunque nos quedamos con casi toda la Guajira, que muchos mapas del siglo XIX pintaban como venezolana, y con la tierra entre el Putumayo y el Caquetá, que otros mapas dibujaban en Perú. Y es un nacionalismo al que nunca le preocuparon los pescadores artesanales, aunque hoy los alebreste, pues su modelo de desarrollo es el cemento y el comercio, y que ignora la historia real de las islas, la que han contado Newton, Parsons o Kupperman, pues desprecia la cultura local y quiere progreso, pero como lo definimos en el interior.
Y ahora ese nacionalismo de banderitas está excitado y pide que no obedezcamos la decisión de la corte, como si fuéramos un país de matones, donde la ley se cumple solo cuando le sirve a uno.