La HAYA y los COLOMBIANOS (2)
Tampoco puedo estar de
acuerdo que nos matemos por unos pedazos de tierra, mar, agua, peces y otros
bienes.
¿Qué licencia tenemos para
dejar a nuestros hijos tirados por una guerra que no tiene razón de ser?
Y lo otro: ¿Quiénes la
librarán?
Si cuando se presentan los
problemas, los más cobardes son los más gritones… Cobardes a la lata: no son
capaces de aceptar que les coloquen una inyección… y conozco a varios…
Así que, pilas no armemos una
alharaca como si fuéramos unos animales. Negociemos…
RADAR,luisemilioradaconrado
Nos pisaron
los cayos
Aunque digan
que es malo mirar atrás, conviene hacerlo con serena curiosidad en el
lamentable episodio del fallo caribeño de la Corte Internacional de Justicia
para saber, al menos, por qué las cosas no salieron como esperábamos. Aparte
los errores atribuibles a la CIJ, surgen varios elementos. Primero: nos
comportamos con la soberbia de país grande frente a país pequeño. La soberanía
nos llenó de soberbianía y supusimos que no podíamos perder. Segundo: optamos
por la defensa equivocada, al creer que el meridiano 82 servía para delimitar
áreas marítimas. No era así. Tercero: aceptamos un tribunal donde corríamos
alto riesgo. Habría sido más seguro negociar un tratado bilateral con
Nicaragua, como lo pidieron algunos, o acudir a una vía política como la OEA
para denunciar los ataques 'nicas' contra el tratado preexistente. Cuarto:
carecemos de estructura diplomática fuerte y coherente. La carrera profesional
ha sido siempre menospreciada, pues estorba la habitual repartija social y
política de cargos en el exterior.
Fieles a esa actitud, descuidamos la
delegación ante La Haya: un embajador y excanciller salió a perderse apenas
olió que las cosas iban mal y otros nombramientos fueron políticos. Mientras
tanto, Nicaragua mantiene allí un equipo estable y unido.
Nuestros
gobiernos, incluso el de Santos, no prepararon al país para una posible
derrota. Cuando la Canciller previó que podría haber una sentencia que repartiera
derechos, le cayeron encima. Las declaraciones del negociador Julio Londoño en
vísperas del fallo fueron una delirante eyaculación precoz. La falta de
realismo trajo dos consecuencias funestas. Una, que solo ahora el Gobierno
intenta reaccionar jurídicamente ante el fallo adverso, situación que debería
haber previsto desde antes con un plan B completo. De allí las dudas que
atoraban a María Ángela Holguín al presentarse en el Capitolio.
Además, la
caída desde las altas expectativas resultó más dura de lo que debía ser. El
primer sorprendido fue el Gobierno. La alocución vacilante y contradictoria del
presidente Santos así lo prueba: ¿cómo así que "respetaremos las normas
jurídicas" pero "rechazamos aspectos del fallo"? ¿Cómo así que
somos legalistas pero hay capítulos "que no podemos aceptar"? La
depresión postsentencia no permite valorar logros ni propicia un clima de
cabeza fría para examinar la situación. Lo más grave es que en estos pantanos
habita el monstruo del patrioterismo, enemigo jurado de la razón. De ese pozo
oscuro brotan quienes quieren aprovechar políticamente las cosas y desacatar la
sentencia.
Es lo que
plantean el expresidente Álvaro Uribe y su séquito de ciegos, sordomudos,
torpes, trastes, testarudos. AUV propone, respecto al dictamen, "hacer
como que no existe... y decir que no la aceptamos", fórmula con la que
también podríamos combatir el cáncer y la ley de gravedad cuando no nos
convenga.
Hace siete años, en entrevista con Enrique Posada, el abogado Martín
A. Pinzón, experto en el tema, señaló que Uribe fue solidario con la línea del
gobierno precedente (el de Andrés Pastrana, muy atacado ahora en esta materia),
"y comparte responsabilidades y los riesgos actuales y el futuro desenlace
del pleito" (EL TIEMPO, 1-5-2005). Así es.
Colombia
tiene que ser fiel a su tradición de respeto a las leyes internacionales, so
pena de convertirse en un Estado aventurero, actitud privativa de imperios
arrogantes y países réprobos. De lo contrario, nos exponemos a un oso con
graves consecuencias políticas -aun en el proceso de paz con las Farc, si Cuba
y Venezuela forman bloque con Nicaragua- y a malograr otros pleitos pendientes.
ESQUIRLA.
Consolémonos pensando que Nicaragua es un país humillado y maltratado que
agradece cualquier satisfacción. Lo han oprimido los españoles, los británicos
y, hasta hace poco, los gringos (que barrían allí como si fuera el nido de la
perra), y ahora lo gobierna el poco recomendable señor Ortega. No es como haber
perdido Panamá con Teodoro Roosevelt.
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