Buena pregunta, ¿por qué se van las grandes multinacionales?
El ministro de hacienda, Mauricio Cárdenas, el presidente Juan Manuel Santos y todo su equipo deberán evaluar ese interrogante.
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
¿Por qué se van las grandes multinacionales?
Con la 
partida de Chiclets Adams, cuatro plantas cerraron en menos de dos años.
 Por el TLC con México, es más rentable producir desde allá y exportar a
 Colombia.
                                 ¿Por qué se van las grandes multinacionales?
                                     Foto: Jorge Restrepo 
La semana pasada la multinacional Mondelez, 
fabricante en Colombia de los reconocidos productos Chiclets Adams, 
Trident, Sparkies, Certs y Bubbaloo, entre otros, anunció el cierre de 
su planta de producción en Cali y el despido de 480 empleados. La 
noticia cayó como un baldado de agua fría en el sector productivo del 
Valle del Cauca, que observa con nostalgia cómo llega a su fin uno de 
los íconos empresariales de la región. Mondelez, que tiene casa matriz 
en Estados Unidos, afirmó que despachará sus tradicionales productos 
desde México.

Pero este no ha sido el único cierre de una planta industrial, ocurrido 
recientemente. Con este, ya van cuatro fábricas manufactureras que en 
apenas dos años han decidido dejar de producir en Colombia para hacerlo 
desde otros países.
A mediados de 2013, el grupo francés Icollantas-Michelin terminó su 
actividad industrial en Chusacá (Cundinamarca) y en Cali. Las dos 
plantas daban empleo a 460 trabajadores. La compañía anunció que 
atendería el mercado colombiano desde el exterior, importando los 
neumáticos.

Ese mismo año, la farmacéutica Bayer decidió trasladar a México y 
Guatemala la operación de la fábrica que tenía en Cali, donde se 
elaboraban los tradicionales medicamentos Aspirina, Alka-Seltzer y 
cremas Canesten, que ahora se importan. Con este cierre se afectaron 
unas 100 personas. Cabe decir que Bayer mantiene su planta en Soledad 
(Atlántico) dedicada a productos fitosanitarios.
A finales de 2014, la mala noticia llegó por cuenta de la Compañía 
Colombiana Automotriz (CCA) que cerró su planta en Bogotá, donde 
ensamblaba los vehículos Mazda. Quedaron cesantes 500 personas mientras 
la empresa anunciaba que seguiría abasteciendo el mercado desde México. 
En conjunto, entre los cuatro casos anteriores se han perdido más de 
1.500 empleos industriales directos y otro tanto de indirectos.
Para un país como Colombia, que avanza –como han advertido varios 
analistas– hacia un proceso preocupante de desindustrialización, debería
 ser un campanazo de alerta el cierre de cualquier fábrica. Según el 
presidente de la Andi, Bruce Mac Master, esto debería llamar la atención
 del gobierno, pues el país no solo debe buscar atraer la inversión 
extranjera, sino también cuidar que no se vayan las empresas que llevan 
años en el mercado local.

Aunque en un mundo globalizado resulta normal que las compañías se 
relocalicen, en busca de mejores condiciones para competir, 
lamentablemente para Colombia, en los anteriores casos no se reubicaron 
dentro del propio territorio nacional, en el Caribe por ejemplo, cerca 
de los puertos. Estas empresas decidieron sencillamente salir y pasar de
 ser fabricantes a importadoras, lo cual hace una gran diferencia, 
especialmente en materia de puestos de trabajo. No es lo mismo el empleo
 que genera una empresa dedicada a la distribución, que el de una 
industria manufacturera, que requiere mano de obra más calificada y con 
experiencia.
Las estadísticas muestran cómo el empleo industrial ha venido perdiendo 
importancia dentro de la economía. Según Anif, mientras la industria 
aportaba el 23 % del empleo total del país hace una década, actualmente 
solo contribuye con el 13 %.
No deja de ser irónico, que mientras las noticias dicen que Colombia es 
una economía muy atractiva y de las que más crecen en América Latina, 
industrias que por años han estado presentes en el país, ahora estén 
buscando otros horizontes donde producir.
Muchos se preguntan cómo se explica esto. El asunto es que en las 
decisiones de cierre, hay una mezcla de factores, algunos generales y 
otros particulares. Un factor que agravó la situación de estas empresas 
fue el cierre del mercado de Venezuela, por su crisis económica, y la 
pérdida paulatina de la dinámica en Ecuador. Este deterioro en el 
vecindario ha golpeado las ventas de muchas empresas manufactureras que 
habían escogido a Colombia para despachar desde acá al área andina. 
Ahora solo queda Perú como mercado, pero no hay tanto comercio con esa 
economía.

Algunas empresas, caso Michelin, se vieron muy afectadas por la 
revaluación del peso, durante un tiempo prolongado, lo que favoreció las
 importaciones que llegaron masivamente al país y golpearon muy duro la 
producción local.
Pero en el fondo, hay una realidad y una razón común que explica por qué
 esas multinacionales decidieron cerrar sus puertas en Colombia: el país
 dejó de ser atractivo para su inversión. En su determinación se impuso 
la lógica de los negocios: localizarse donde se obtiene mayor 
rentabilidad, hay economías de escala y ventajas competitivas. Y todo 
indica que eso está en México.
En el sector productivo hay preocupación porque Colombia se pueda volver
 parte de la órbita externa de México. Con el tratado de libre comercio 
con ese país, los productos quedaron libres de aranceles, lo que 
significa que para una industria manufacturera podría resultar más 
favorable, cerrar en el país y despachar sus productos desde México 
donde encuentran economías de escala y menores costos, en todo sentido.
Algunos analistas creen que México se está convirtiendo en una amenaza 
para la industria colombiana. Para María Eugenia Lloreda, directora de 
Invest Pacific, una agencia que promueve las inversiones en el Valle del
 Cauca, esto es “debido a sus monstruosas fortalezas de economía de 
escala; sus menores costos de producción, logísticos y laborales”. Eso 
explica por qué en el caso de Mondelez, Michelin y Bayer, si bien 
mantienen en Colombia la cadena de comercialización, han traspasado la 
producción que tenían en Colombia a sus plantas existentes en México o 
Centroamérica para manufacturar los productos y abastecer desde allí la 
región.
 El dedo en la llaga
El dedo en la llaga
Para el gobierno es lamentable que estas multinacionales se hayan 
retirado del país pero dice que no hay que generalizar. El ministro de 
Hacienda, Mauricio Cárdenas, afirma que cada decisión que toma una 
empresa tiene su propia lógica y explicación. “Así como se cierran 
plantas, se abren otras”, señala. Además, anota que Colombia es líder en
 la región para facilitar los negocios, según el Doing Business, estudio
 del Banco Mundial. Y considera que uno de los mayores atractivos de 
Colombia es su macroeconomía estable, bien manejada y con perspectivas 
muy positivas.
Sin embargo, el ministro reconoce la dura realidad y es que la carga 
tributaria de Colombia es alta. Y aquí es, precisamente, donde se pone 
el dedo en la llaga. El presidente de la Andi considera que las dos 
anteriores reformas tributarias son la gota que rebosó la copa de la 
competitividad en Colombia. Igual piensa el experto tributarista 
Santiago Pardo, quien sostiene que el régimen de impuestos ha dejado en 
desventaja a las empresas colombianas frente a las de otros países.
Colombia se abrió al mundo con la firma de muchos tratados comerciales 
–los productos entran con mayor facilidad y hay que competir con ellos– y
 la legislación tributaria no se acomodó a esa nueva realidad. Los 
países también compiten con sus impuestos.
De acuerdo con el Banco Mundial, Colombia ocupa el puesto 146 en el 
ranking que mide el atractivo del sistema tributario, combinando tarifas
 y facilidades de pago. Sumando todos los impuestos –nacionales y 
locales– una empresa paga en Colombia una tasa del 75,4 % sobre la 
utilidad neta, mientras que en México alcanza el 52 % (ver tabla).  En 
la región, peor que Colombia solo están Argentina y Bolivia.

Para el presidente de la Andi, Colombia tiene que tomar rápidamente los 
correctivos necesarios frente al régimen tributario para que las 
empresas no decidan localizarse en otras partes, donde tienen mayores 
ventajas.  Y esto cobija a todos los sectores. Según el gremio, la tasa 
efectiva de tributación, de acuerdo con una encuesta entre 253 empresas 
que representan el 18 % del PIB, la industria manufacturera es la que 
tiene la mayor carga (77 %), seguida por el sector minero con el 72,2 %.
 Bruce Mac Master recuerda que una empresa cuando llega a la utilidad 
final, para descontar impuesto de renta, Cree o impuesto a la riqueza, 
ya ha tenido que restar una cascada de impuestos locales como el predial
 o el ICA.
Un tema crítico, por ejemplo, es el sobrecosto tributario que tienen que
 pagar las empresas por adquirir bienes de capital, es decir, las 
máquinas para producir y modernizarse.  Un análisis comparativo entre 
varios países, hecho por Santiago Pardo, muestra cómo a un productor 
colombiano le salen hasta un 34,5 % más costoso los bienes de capital, 
frente a un extranjero, todo por el sistema tributario colombiano.
La preocupación por el tema tributario se ha vuelto cada vez más 
evidente. Una encuesta realizada por SEMANA entre 150 compañías (las de 
mayores ventas) mostró esta realidad. Para el 91 % de los consultados el
 Cree (impuesto a las utilidades) ha tenido un efecto negativo; y para 
el 100 % el impacto más dañino corre por cuenta del impuesto a la 
riqueza (antes patrimonio).
Cabe recordar que el reciente estudio de la Ocde sobre la economía 
colombiana señaló que el país necesita una reforma al sistema tributario
 que fomente la inversión y el crecimiento. Al considerar que las tasas 
del impuesto a la renta de las empresas son demasiado altas y que el 
impuesto al patrimonio penaliza aún más la inversión, recomendó reducir 
las tasas del impuesto a la renta empresarial.

El presidente de la SAC, Rafael Mejía, dice que las inversiones 
agroindustriales se detuvieron en el país, por muchos factores, entre 
ellos las dos anteriores reformas tributarias. El impuesto a la riqueza 
ha sido un desestímulo, porque hay proyectos que requieren entre tres y 
cuatro años para entrar en producción, pero mientras tanto generan un 
gasto. Es decir, se castiga la inversión que todavía no es productiva. 
Desde hace unos cinco años no se hace una inversión importante en este 
sector, dice Mejía. Por el contrario, otros países, incluso Nicaragua, 
están ofreciendo oportunidades a los extranjeros. De hecho, allá no solo
 está el Grupo Aval sino el grupo Mayagüez, que invirtió el año pasado 
100 millones de dólares en una compañía azucarera.
El economista Javier Hoyos considera que, además de la alta tributación 
que ha influido significativamente en la pérdida de competitividad, hay 
otros costos como la energía que siguen siendo demasiados altos en 
Colombia. Crecen por encima de la inflación y el gobierno continúa 
recargándola, como lo hizo en el Plan de Desarrollo.
Todos estos factores hacen que para algunos sea más conveniente cerrar 
sus plantas en el país, o para unas empresas colombianas crear nuevas 
plantas afuera.
Los empresarios esperan que la misión de expertos que estudia en este 
momento el tema tributario, con miras a una próxima reforma estructural,
 proponga cambios que alivien la carga para las empresas. Sin embargo, 
no será fácil. El ministro Cárdenas le dijo a SEMANA que el gobierno 
hará todo lo posible para mejorar la competitividad del sistema 
tributario, “pero dentro del realismo de la situación fiscal del 
país”;esa frase le da una probabilidad muy baja a la expectativa de que 
este año se presente una reforma que baje la tributación, pues con la 
caída del precio del petróleo, el hueco en las finanzas públicas se ha 
profundizado. Para el gobierno, asegurar el recaudo es prioridad número 
uno en este momento.
Sin embargo, otros creen que esta es una posición cortoplacista y que 
estrangular las industrias a punta de impuestos es como hacerse el 
haraquiri, pues después se terminará afectando el recaudo en renta.
Lo cierto es que las últimas noticias sobre la partida de tradicionales 
empresas deberían poner al país a reflexionar sobre la necesidad de 
buscar atractivos para retener las industrias existentes, incentivar la 
reconversión tecnológica de sus factorías y proteger el empleo, que es 
en últimas el objetivo al que debe llevar la prosperidad de la economía.