sábado, 5 de junio de 2010

Entendamos a Mockus, por Óscar Hernández Salgar



Estas reflexiones llegan como a anillo al dedo.
Felicitaciones para el autor.

LuisEmilioRadaC

Pd:

Lo que Colombia merece, lo que nosotros merecemos.
Por Oscar Hernández Salgar.

Ante la descarada omisión que los medios están haciendo de las propuestas programáticas de los candidatos presidenciales, cada vez es más necesario que los ciudadanos nos tomemos el trabajo de utilizar los medios a nuestro alcance para llevar la discusión a niveles más profundos. El debate de la semana pasada mostró un alto grado de trivialización del escenario político. Los medios están contribuyendo a menospreciar la capacidad de comprensión del colombiano promedio y sólo hacen ecos de programas de gobierno que se resuman en dos o tres palabras. Cuando alguien expone un concepto que va más allá de las consignas obvias, dicen que es confuso y que no tiene claridad.

Por eso es importante mostrar las propuestas de la forma más clara posible y tomarse el espacio necesario para destruir los mitos que se han ido creando alrededor de figuras como Mockus, a quien como no le pueden achacar ninguna relación con intereses oscuros (como a otros candidatos), le han terminado endilgando una pretendida debilidad de carácter acompañada de confusión de criterios.

Vamos por partes.

Juan Manuel Santos

Juan Manuel Santos, que quiere mostrarse como el sucesor de Uribe, exhibe la bandera de la mano dura basado en su gestión como Ministro de Defensa. Desde esa posición elabora un discurso parecido al que impuso George Bush sobre el terrorismo hace ya varios años: "quien no está conmigo está contra mí". La versión reeditada para la campaña es: "quien no usa un lenguaje agresivo exclusivamente dirigido a las farc, es un blandengue que se va a doblegar ante las exigencias del terrorismo". Además de convertir a la seguridad democrática en una marca registrada, cuando se supone que es un deber de cualquier gobierno civilizado, esto conlleva el supuesto de que si alguien señala la necesidad de acabar con otras fuentes de violencia (violencia doméstica o corrupción, por ejemplo), es porque se está haciendo el de la vista gorda ante el terrorismo de las farc y va a echar al piso la seguridad democrática.
Estos razonamientos son simplemente inaceptables, pero terminan siendo parte del sentido común de la mayoría de la población porque han venido siendo presentados en los medios con la misma persistencia irracional de cualquier emisora que quiere "pegar" una canción.
Presidente Álvaro Uribe votando
Uribe se ha encargado durante los últimos ocho años de dejar muy en claro que en este país el terrorismo se llama la 'farc' y que todos los males son culpa del terrorismo. A cualquier persona sensata esto le parecería una simplificación excesiva de la realidad compleja de un país como Colombia, pero la aceptación que tienen estas tesis es una evidencia de que la gente no quiere enredarse y busca cosas simples.

La postura de Mockus es mucho más coherente y pertinente, pero no por eso es menos clara o menos sencilla. Lo que pasa es que en el estado actual de cosas, dicha propuesta requiere de una pequeña explicación para ser entendida
(explicación que no tiene cabida en nuestros debates estilo reinado de Cartagena).

Aquí va la explicación.

Pablo Escobar
El narcotráfico ha potenciado en Colombia una cultura en la que es justificable salirse de la ley (por ejemplo usando la violencia) para adquirir poder. Esa cultura es algo que tienen en común, por citar unos ejemplos, los guerrilleros de las farc, los rastrojos, los políticos del PIN, y algunos niños que desde las comunas de Medellín aspiran a ser otro Pablo Escobar, otro Chupeta, otro Don Berna. Pero la cultura del narcotráfico no se ha limitado a los círculos cercanos de los narcotraficantes. La cultura mafiosa ha terminado haciendo cada vez más débiles los límites morales, legales y culturales de grandes sectores de la población. A muchos no les parece grave evadir uno que otro impuesto de vez en cuando, o saltarse la letra pequeña cada cierto tiempo - "¡Pero si yo no le hago daño a nadie. El estado no siente!"-.

Estamos más acostumbrados que otras sociedades a darnos permisos, a forzar los límites y a usar atajos para "facilitar las cosas".

No es que todo esto sea un fruto del narcotráfico, pero nadie puede desconocer que el narcotráfico ha logrado sacar lo peor de muchos colombianos. Y una de esas peores cosas es la cultura de la trampa y el atajo. Así, en la propuesta de Mockus se pueden identificar dos premisas esenciales.

En primer lugar, el país tiene un problema cultural que no se puede achacar a un solo actor de forma exclusiva. Para ponerlo en otros términos, la seguridad democrática sería como la medicina alopática o convencional que ataca los síntomas (la' farc') sin preocuparse por las relaciones sistémicas que hay detrás de esos síntomas.
Antanas Mockus y sus socios en Barranquilla
La propuesta de Mockus sería en cambio como la de la medicina bioenergética: tratar el sistema para que desaparezcan los síntomas. Intervenir directamente la cultura y crear un cambio de mentalidad para que no sea aceptable, bajo ninguna circunstancia, la violación de algunos principios básicos, como el respeto a la vida y el respeto a los recursos públicos. A esto se refiere Mockus cuando propone crear tabúes de manera que robar o matar sea igual de feo que pegarle a la mamá.

En segundo lugar, y yendo más adentro en la naturaleza del problema, tenemos un tremendo divorcio entre la cultura, la ley y la moral.

¿Qué quiere decir eso?
Quiere decir sencillamente que lo legal nos parece jartísimo, lo que nos atrae y nos entusiasma suele ser ilegal y el hecho de saltarnos la ley no nos provoca remordimientos. Así de sencillo.

Por eso es frecuente oír por ahí que tenemos una legislación para un país como Suecia. Nosotros mismos no aceptamos que una legislación progresista sea para Colombia porque reconocemos que nuestra cultura menosprecia el valor de la ley.

Y lo más grave: no nos importa.
Porque, como en todo estereotipo, esto tiene un lado bueno que es el famoso mito de la malicia indígena. Los colombianos nos las damos de vivos, de maliciosos, de astutos, y nos burlamos de los canadienses, los gringos y los austríacos porque nos parecen excesivamente ñoños.

No hay que ser demasiado vivo para darse cuenta que es esa misma viveza la que nos lleva a pasar por encima de la ley sin que se nos mueva un pelo. Y es esa cultura de la trampa (la malicia indígena no es más que un eufemismo), la que ha sido alimentada por la ambición que trae el narcotráfico y que nos tiene metidos en una espiral de violencia que lleva más de medio siglo.

Ahora bien, ¿cómo se crea un cambio de mentalidad tan grande como para cerrar la brecha entre nuestra cultura y nuestra ley?

Lo más interesante es que Mockus es precisamente el único dirigente político en el país que ha logrado cambios de este tipo desde una posición de gobierno. Voy a mencionar dos ejemplos muy sencillos: En la década de los ochenta era imposible ver a alguien en Bogotá manejando con cinturón de seguridad. Al finalizar la primera alcaldía de Mockus todo el mundo había desarrollado el instinto de ponerse el cinturón antes de arrancar.

De igual manera, a principios de los noventa los peatones debían cruzar la calle entre los carros porque no existían cebras y mucho menos existía la conciencia de respetarlas. Hoy en día el conductor que queda atravesado en una cebra por un cambio de semáforo siente inmediatamente la presión de estar haciendo algo mal.
Estos cambios no se lograron únicamente con mimos o con tarjetas rojas. Pero tampoco se debieron exclusivamente a las multas. Estos cambios se dieron gracias a la combinación de diferentes elementos.

¿Cuáles elementos?
Pues precisamente los que permiten acercar la ley a la cultura y éstas dos a la moral. La multa funciona como una sanción legal, pero si no va acompañada de una presión social
, el multado termina buscando la forma de evadirla y no llega a sentir culpa.

El mimo funciona como el símbolo de una sanción social, pero si no va acompañado de una multa, no genera la fuerza suficiente para convertir el comportamiento en hábito. Por eso la estrategia se puede resumir así: combinar presiones legales con presiones sociales, en la misma dirección, para producir remordimientos y culpas por los actos ilegales. Por esa vía se lograron cambios importantes y duraderos en Bogotá que hoy a muchos nos siguen enorgulleciendo.

La pregunta es: ¿puede usarse el mismo razonamiento para resolver los problemas de Colombia? La apuesta es que sí se puede.
De hecho es una apuesta que apunta a una mano dura, más dura que la del uribismo más recalcitrante. Por una sencilla razón: la mano dura de Uribe-Santos está dirigida a erradicar militarmente a la'farc'. La mano dura de Mockus en cambio está dirigida a atacar jurídica, social y militarmente cualquier tipo de ilegalidad. Y sabemos que la tolerancia a la ilegalidad está detrás de todos los problemas del país. Desde la corrupción hasta el desempleo pasando por la crisis de la salud y el narcotráfico.

El enemigo no es la izquierda o la derecha. El enemigo no es el que piensa distinto o el que se niega a darme la razón. El enemigo es la ilegalidad, en todas sus formas. Necesitamos que Colombia sea un país legal

No es fácil, pero se puede.
Se necesita una revolución cultural.
Y para esta revolución se necesita un mandato claro.
Por eso es importante que Mockus gane no raspando, sino con muchos, muchos votos. No estamos pensando en ganar la campaña, sino en emprender la tarea gigantesca de cambiar a Colombia para convertirla en un mejor país.

Si estas ideas le parecen convincentes, por favor vote por Mockus el 20 de JUNIO. Si le sigue pareciendo muy complicado y necesita algo más simple, puede seguir siendo uribista o mamerto. Pero no diga que no se lo advertimos.

(Escrito por: Oscar Hernández Salgar, Músico y Administrador Cultural. Magíster en Estudios Culturales. Director del Departamento de Música de la Universidad Javeriana)

SI UD. NO REENVIA ESTE ANÁLISIS A 50 PERSONAS O MÁS, ¡¡NO PASARÁ NADA!!!!

PERO SI LO HACE...

COLOMBIA SERÁ MEJOR

¿Qué va a pasar si Santos llega?. Rudolf Hommes


La tendencia que tiene el ser humano es ganar siempre. Y muchos le apuestan a eso, sin revisar un poco más las cosas.

Cuando arrancamos el RADAR ECONÓMICO de la COSTA, muchos nos dijeron… o más bien le dijeron a mi querida hermana,Mabel, que era mi cómplice y estaba apenas en el segundo semestre de Comunicación Social: “ese man está loco”. Y lo decían porque en Barranquilla y en la Región Caribe, no existía un medio de comunicación que se dedicara a las noticias económicas. La gente pensaba que esa una locura, en una ciudad vaciladora, rumbera y dedicada a escuchar los partidos del Junior.

Pero mi familia nos dio ánimos. Acompañó el proceso… papá, Luis Emilio Rada Acosta, se sobró con eso porque se sentía orgulloso de sus hijos comunicadores: la menor y el mayor, que era yo. Y el resto escuchaba el RADAR, a pesar de que al inicio eran dos emisiones matinales: 7:30 a 8:00 a.m., sábado y domingo.

Eran sueños que parecían imposibles. Pero con el tiempo, eso fue cambiando y ahora decir RADAR es algo bonito. Tanto, que los amigos de Caracol Televisión tomaron ese nombre y se los agradezco.

Como dice Rudolf Hommes en su columna en El Tiempo, “no se dejen anonadar”.

Y cierra diciendo:
“Es necesario volver a tomar impulso, salir a defender esa visión en las calles, en todos los foros y en las urnas. Las tres semanas que quedan representan una oportunidad que esta vez no se puede desaprovechar. Muchas velas verdes y ojo al diablo que ronda el proceso electoral”.

Hommes, fue asesor de Uribe, al inicio de su mandato. Conoce el país. Ya pasó de los 65. Conoce las finanzas. Es un administrador de empresas y economista que fue Ministro de Hacienda de Gaviria y tiene mucha experiencia, así que por algo lo dice.

Yo le decía hace poco a un empresario muy inteligente de Barranquilla: “Ya tienes 65. Puedes cerrar la vida con honores votando por el verde”.
Se lo decía porque el comentaba, “yo he sido santista por tradición, pero estoy que me cambio porque esta ola verde está creciendo mucho”
.

Al inicio de esta nota yo decía:
“La tendencia que tiene el ser humano es ganar siempre. Y muchos le apuestan a eso, sin revisar un poco más las cosas”.
Y lo decía exactamente por esa razón: ahora que Santos se montó –como sea- habrán muchos colombianos que dirán: “Yo ganaré con Santos”… pero no revisan las explicaciones de Hommes…

Vamos a leerlo… uno va aprendiendo con él.
LuisEmilioRadaC
Pd:


eltiempo.com / opinión / columnistas
Rudolf Hommes

Triunfalismo y sostenibilidad
Santos cuenta con la maquinaria, con el Presidente, con el establecimiento, con la Registraduría y, hasta el día de las últimas elecciones, con cerca del 35 por ciento del voto de opinión.
Todo lo anterior dio lugar a que estuviera cerca de ganar en primera vuelta y lo hace parecer imbatible en la segunda. Esto ha inducido al clientelismo a adherir en masa a su candidatura y el terreno parece despejado para que gane por un amplísimo margen el 20 de junio, cuente con un poder casi ilimitado para llevar a cabo las reformas que necesita el país y para brindarle bienestar económico y seguridad.
El escenario de un enfrentamiento entre este Goliat oficial y el David retador se prevé como el final feliz de un capítulo en el que el establecimiento y la clase política se impondrán sobre los que se atrevieron a desafiarlos y desbaratarán de una vez por todas sus ilusiones.
Luis Carlos Galán

Pero, a pesar del triunfalismo, esa historia tiene muchos huecos porque la victoria del domingo pasado y el frente unido que pretenden presentar no han sido fruto de una confrontación de ideas ni representan el triunfo de una visión de un futuro mejor para Colombia. Han sido resultado de una alianza clientelista entre los más voraces elementos de la vieja política, que se han agrupado para defenderse de una amenaza que no sentían desde la candidatura de Luis Carlos Galán a la Presidencia.

La aparente fortaleza política del candidato Santos puede convertirse en su talón de Aquiles, porque no le va a alcanzar el erario público para cumplir con tanto compromiso asumido con sus huestes políticas.

¿Cómo va a tapar el hueco que le deja Uribe y manejar la situación fiscal si tiene que alimentar a todos ellos?
La situación fiscal puede tornarse insostenible en esas circunstancias. Hay grandes necesidades insatisfechas. El día después de las elecciones se reveló que el desempleo ha llegado a los niveles más altos de los últimos cinco años, al tiempo que los empresarios anunciaron que no tienen la intención de dar mayor empleo. El programa de 'Familias en acción', financiado por el Banco Mundial, que explica por lo menos la tercera parte de los votos que Santos le sacó de ventaja a Antanas, ha fortalecido el clientelismo, convirtiendo a los beneficiarios en un electorado cautivo del Gobierno, pero su efectividad social ha sido menos evidente, ya que el grado de pobreza permanece en niveles demasiado altos (46 por ciento), la extrema pobreza se acerca al 18 por ciento y llega al 33 por ciento en el campo.

Hay una crisis no resuelta en el sector salud y otra en seguridad social. Las exigencias financieras para la seguridad van a aumentar, a medida que disminuyen los recursos provenientes de los Estados Unidos, y hay grandes necesidades sin atender en educación, salubridad, mortalidad infantil, nutrición, vivienda popular y bienestar rural, entre otros.

Si el gobierno de Santos no va a elevar impuestos y se aferra a su visión de que lloverá petróleo y que el campo colombiano es un inagotable cuerno de abundancia, la gobernabilidad prevista y el panorama económico que se augura no tendrán lugar.
Santos va a tener que escoger entre hacer un buen gobierno o mantener contentos a sus seguidores, y si le saca mucha ventaja a Mockus el próximo 20 de junio, lo más probable es que siga el ejemplo de Uribe, tome el camino de la complacencia y sacrifique sus metas.
Por ese motivo, los colombianos que se agruparon alrededor de Galán y vieron morir con él la posibilidad de hacer una transición democrática hacia un país mejor, y los que ahora han puesto sus esperanzas en la 'ola verde' para alcanzar ese mismo objetivo, no pueden dejarse anonadar.
Es necesario volver a tomar impulso, salir a defender esa visión en las calles, en todos los foros y en las urnas. Las tres semanas que quedan representan una oportunidad que esta vez no se puede desaprovechar. Muchas velas verdes y ojo al diablo que ronda el proceso electoral.

Rudolf Hommes

La ingenuidad de Mockus. Anónimo


Antanas Mockus volando

Tengo que agradecerles a los lectores del RADAR ECONÓMICO Internacional porque están leyendo nuestras notas y nos reportan en algunos momentos sus criterios.

Esos criterios los expresan de varias maneras: por el mismo blog. Por las redes de periodistas que están habilitadas y que, gracias a Dios se han ido volviendo populares. A través de los celulares del Radar. Personalmente en reuniones, en entrevistas, en debates… en fin… de muchas maneras los ciudadanos se están conectando con lo que está ocurriendo en el mundo, en la Región Caribe, en el Departamento del Atlántico, en Barranquilla y en Colombia.

Algunos hablan… comentan, se expresan. Se incomodan con lo que está pasando en la ciudad y en Colombia, especialmente en este momento político por el que está pasando la nación.

Unos tienen columnas en los periódicos más importantes del país.
Otros tienen televisión. Hablan por la radio barranquillera y también por la nacional.


Y hay algunos que tienen sus conceptos, pero los expresan solamente en reuniones privadas y en conversaciones con algunos periodistas.

Uno de ellos es el dueño de esta posición, que me parece bueno que la conozca el grupo de ciudadanos que lee nuestro blog.

Yo mismo me comprometí con la persona para dejar su nombre en el anonimato, a menos que él o ella me diga: “colócalo”. Y eso lo puedo hacer más adelante. Pero, por ahora, irá así: “autor desconocido”.

Se refiere a la columna del colega Humberto Mendieta, que circuló por nuestro medio, donde el abogado y periodista confiesa –dije yo- que no entiende todavía a Antanas Mockus.

LuisEmilioRadaC

Pd:



Luis Emilio,

Percibí en el artículo de Humberto Mendieta un claro objetivo burlón, con pretensiones "baja caña".
¿Intereses ocultos? No sé.

En aras del equilibrio, o de la honestidad política individual, bueno sería que nos hablara de las mutaciones y conspiraciones de Santos, pa' ver a qué le jala realmente, ¿a la imparcialidad? Ya veremos si hay coraje.
Antanas Mockus enseñando...
Decía Lucho Garzón que en una ocasión le señaló a Mockus su ingenuidad y este le respondió agradeciéndole el piropo, porque era un honor la ingenuidad, en el significado de la libertad, de la mente no amarrada a vicios ni componendas.
El coraje de Mockus tiene su fuente en la honestidad, lo cual le hace coherente a todas luces. Quienes dicen no entenderle nada, tal vez reconocen su propio algoritmo plano para comunicarse con otros, yo entendiendo que el profesor es un filósofo y matemático,
por lo que su mente trabaja sobre la base del pensamiento complejo, capaz de abstraer cosas que los demás no vemos.
Albert Einstein, de profesor
¿Acaso a Einstein se le entendió de buenas a primeras el significado de la relatividad? Y de cuánto ha servido esa vaina, que hasta los cálculos de la Nasa revaluaron la gravedad de Newton para lanzar sus naves al espacio.

Mi pensamiento de izquierda tiene resistencias frente algunos aspectos de la ideología verde-mockusiana; pero valoro, para el momento, la trascendencia del comportamiento ético en una sociedad degenerada, que se hace ciega, sorda y muda ante tanto desplazamiento y ejecuciones extra-judiciales. Sociedad que reeligió a su gobernante, bajo la estrategia terrorista (en el todo vale) de generar miedo permanente, hoy las Farc, mañana Chávez, pasado mañana quién sabe qué otro cuento.


Los periodistas honestos, los que interpretan seriamente la nefasta realidad que padecemos en materia de corrupción y violación de los derechos humanos tienen que pararse firmes, colocando sus plumas, o portátiles, al servicio del cambio social que la situación exige. Los amigos del status quo ya hicieron su elección, unos por miedo al "salto al vacío" y otros porque se sienten a gusto con lo que pasa. Qué vaina.