viernes, 17 de diciembre de 2010

Crónica de la resistencia ante el invierno en el Atlántico



EL KATRINA COLOMBIANO
De:
AMYLKAR ACOSTA MEDINA 
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Para:
El Diario Vallenato 

EL KATRINA COLOMBIANO.doc (88KB)

Aquí en Colombia somos más listos a la hora de buscar culpables que sirvan de cabeza de turco para colgar nuestros propios fracasos que en buscar soluciones. Por ello no es extraño que mientras las distintas dependencias del Gobierno Nacional, departamentales y municipales se han apechado de la tragedia que viven más de 2 millones de nuestros compatriotas ( en estos días los hemos visto con las botas puestas, no en los escritorios, en vela permanente) no han faltado quienes han tratado oportunistamente de sacarle dividendos políticos de la misma señalandolos como los responsables de los enormes daños que la furia de la naturaleza, a la que por años le hemos infligido nuestra desmesura, le ha causado al país con este invierno bíblico que nos azota. Ahora las autoridades que tienen la responsabilidad de velar por la vida, bienes y honra de todos los ciudadanos, en especial de la población más vulnerable, están en el dilema de si siguen al frente de sus comunidades defendiendo sus vidas, sus sementeras y sus escasos enseres o se vienen para Bogotá a defenderse de las investigaciones que les han abierto los organismos de control para evitar que los empapelen. No creo que sea este el momento de abrir un juicio de responsabilidades, que hay que hacerlo (!!), para establecer si cabe responsabilidad en los desastres ocasionados a las autoridades competentes tanto del orden nacional como regional; pero, por ahora, creo que debe decretarse una especie de moratoria de cualesquier investigación (sin perjuicio del cabal ejercicio del control, la vigilancia y el acopio de información pertinente por parte de los organismos de control y la Defensoría del Pueblo, los cuales deben desplegar sus esfuerzos tendientes al acompañamiento de las tareas de rescate, relocalización, asistencia y reparación a quienes resulten damnificados) para que todos a una como en Fuenteovejuna, empezando por las autoridades, nos podamos concentrar con los cinco sentidos puestos en socorrer, amparar y defender a las poblaciones que tienen literalmente el agua al cuello. Después vendrá el ajuste de cuentas, no se trata de exculpar o disculpar a nadie, sólo es cuestión de humanidad; estamos ante una verdadera calamidad pública, ante una tragedia humanitaria y lo primero es lo primero! Para todos los damnificados nuestra solidaridad!

Amylkar D. Acosta M


P.D.- 
Me llamó poderosamente la atención la entrevista que publicó el diario EL ESPECTADOR en su edición de HOY al señor  David Brauner, especialista senior para el “Programa de Asistencia Pública” de FEMA, la agencia federal norteamericana encargada de lidiar con los desastres naturales, entre otras situaciones. Sus opiniones, tan ilustradas como desinteresadas, distan mucho de los apresurados juicios que ya algunos han empezado a formular. Los invito a que la lean (ver archivo adjunto)


Bogotá, diciembre 16 de 2010

Crónica de la resistencia ante el invierno en el Atlántico
Ante la rotura en el Canal del Dique, los lugareños se debaten entre huir por miedo al Magdalena o confiar en que lo peor ya pasó.
Las inundaciones en la Costa Caribe pusieron los ríos al mismo nivel de las carreteras.   


Hace algunos días, el gobernador del Atlántico, Eduardo Verano, se refirió a Suan como “un arca de Noé”. En principio, había buenas razones para pensarlo: el municipio no sólo estaba bien protegido de lado y lado (frente al río Magdalena y a las aguas del Canal del Dique), sino que había demostrado ser un modelo de organización y trabajo en equipo. Liderado por el alcalde Rodolfo Pacheco, el pueblo era disciplinado y optimista. Un municipio-esperanza, quizá. Un municipio que, aun en medio del desastre natural que azota al sur del Atlántico, brillaba con alguna luz. Con algún orgullo.

Todo cambió muy rápido. El domingo, unas pocas horas antes de que Santa Lucía colapsara, la Gobernación del departamento emitió un comunicado en el que recomendaba la evacuación de Suan. De golpe, sin que los habitantes (ni el propio Pacheco) lo esperaran muy bien. Todo atravesado en la garganta: la calma nerviosa, los esfuerzos perdidos (cuando los de Campo de la Cruz protestaban, los de Suan preparaban la defensa del pueblo), la tranquilidad muy aparente. El municipio que hasta ese día lucía imbatible, como ejemplo a seguir, como joya para mostrar en el caos, parecía poder caer.
Con un pasado de pocas inundaciones, Suan ostenta el valor de la resistencia. Y la resistencia es, de muchos modos, esa cierta incredulidad del mismo Pacheco. En sus declaraciones posteriores al comunicado, el Alcalde casi siempre enfatizó en que el texto era una “recomendación”. En todo caso, él era el único con autoridad para dar la orden de evacuación. Aun si la mitad del pueblo (unas 5.200 personas, según fuentes de la Gobernación) ya había salido para la noche del martes. Que es como decir, parafraseando al venezolano Alberto Barrera Tyszka, que la mitad del pueblo había reconocido los límites de la ingeniería ante el infinito poder de la naturaleza.
No ha sido fácil, de cualquier forma. A Éver Pacheco García le gritaron cosas cuando salía de Suan. “Tú eres cobarde, vas a dejar tu pueblo”, le dijeron. Se fue a Ponedera, al norte del departamento, para estar tranquilo. Aunque reconoce el coraje de sus paisanos (“hacen tinto y sancocho en las noches para cuidar el muro”), prefiere no hacerse demasiadas ilusiones: prefiere pensar que el agua puede subir y meterse por las calles para hacer que todo colapse y nunca vuelva a ser lo mismo. Además, el ambiente en su tierra es tenso. Muchas personas están por salir y otras tantas cierran sus casas y dejan las cosas lo más arriba posible.
Suan puede ser un punto de inflexión. Una medida de las cosas. Para llegar al pueblo hay que viajar por la Carretera Oriental, que ya está inundada a la altura del corregimiento de Bohórquez. Recorrer el camino es entrar en un juego de contrastes. Al pasar por Campo de la Cruz, el municipio hasta ahora más afectado, las contradicciones son evidentes. Si en Suan hablan de un alcalde comprometido, en Campo de la Cruz dicen que “el capitán abandonó el barco” y que “los políticos se ahogaron”. Aparte de eso, la situación en las orillas de la vía sigue siendo compleja. La gente sólo está comiendo pescado y a los conductores que pasan les piden cualquier cosa (un pedazo de pan, una galleta) para acompañar. Preguntar es redundar, atizar el dolor de una cotidianidad truncada.
En Suan es un poco distinto. Ayudando con la arena para fortificar la contención para las aguas que vienen del Canal, Juan Acuña —secretario de Planeación— deja entrever su esperanza. Al margen de que los ingenieros norteamericanos de la firma CDM hayan sido claros en hablar de daños irreversibles y del tiempo que va a tomar la recuperación, Acuña cree que es posible proteger el municipio. “Los niños, los ancianos y las mujeres deben salir, pero nosotros los hombres nos quedamos. Esto nos costó mucho trabajo como para dejarlo perder así”. Acuña señala, además, que la Gobernación no ha sido clara a la hora de ofrecer un lugar de albergue. Más allá de eso, el Secretario cree en la ingeniería del pueblo. “Conocemos el río”, afirma. De poder hacerlo, de al menos mantener un pueblo del sur intacto, Acuña y su gente no sólo estarían ganándole una batalla al río, sino también a la tragedia.
Como al ‘Katrina’, miden al Dique y Bogotá
En medio del peor invierno que el país recuerda en los últimos años, y que cada día se agrava más, dos expertos norteamericanos, que atendieron el desastre ocasionado por el huracán Katrina en Nueva Orleans, (2005) arribaron a la capital luego de analizar la situación en Atlántico, en donde se rompió el Canal del Dique, para emitir una serie de recomendaciones al Gobierno Nacional en materia de manejo de los daños dejados por el fenómeno de La Niña, en un informe que presentarán públicamente el viernes.
David Brauner es especialista senior para el “Programa de Asistencia Pública” de FEMA, la agencia federal norteamericana encargada de lidiar con los desastres naturales, entre otras situaciones. Lo acompaña Jeffrey Bedey, coronel retirado del Cuerpo de Ingenieros de la Marina norteamericana, quien fue el primer comandante de la Oficina de Protección de Huracanes de Nueva Orleans.
¿Cuál es la evaluación que haría de lo que ha visto en Colombia?
David Brauner: Comparado con tragedias similares en otros lugares, diría que el nivel de planeación con el que cuenta el país es muy bueno. Particularmente en Bogotá veo una respuesta robusta, resultado de una buena planeación, que no he visto en 30 años de trabajo en este campo. Mi análisis se basa en tres aspectos: infraestructura pública, el impacto en la vida humana y lo que se está aprendiendo para evitar futuros desastres. Comparando estos puntos con otros desastres en el mundo, en donde hubo falta de planeación, la evaluación es positiva.
¿Qué soluciones se podrían aplicar para solucionar la rotura del Canal del Dique en el Atlántico?
Jeffrey Bedey: Esa es una labor que, confío, resolverá el grupo de ingenieros, dirigentes y académicos que está trabajando en esta región y que proveerá una lista de recomendaciones para solucionar esta situación. Ahora, es necesario tener en cuenta que, a diferencia de lo ocurrido con Katrina, aún hay enormes flujos de agua que siguen bajando por el Magdalena. Hasta que entendamos cuáles son los efectos potenciales de las soluciones que se propongan, debemos ser muy cuidadosos de causar consecuencias no anticipadas en la zona. He visto que acá sí hubo tiempo de evacuar a la gente antes de que llegara la inundación. Eso no sucedió con el Katrina y ese hecho costó más de tres mil vidas.
¿Cuáles serán las recomendaciones generales que le harán al Gobierno Nacional?
J.B.: Hay algo que es vital entender y es que la recuperación va a tomar mucho más tiempo de lo que la gente espera. La rotura del canal no se va a arreglar en un par de semanas. No hay que esperar eso. Incluso hoy, cinco años después del Katrina, continúa el trabajo de recuperación y también el mejoramiento del sistema para prever el desastre. Lo primero que hay que hacer es atender a la gente y reubicarla, y entonces sí pensar en el después de la reubicación, en cómo devolverle la normalidad a los damnificados. Ahora, Colombia tiene que desarrollar un plan a largo plazo, ya que sabemos que las lluvias seguirán sucediendo y con más intensidad. Este plan debe tener un alcance nacional, porque este desastre afecta a todo el país. En Katrina fue sólo una zona, acá es necesario pensar en un enfoque más amplio.
¿Se podría culpar a alguien por las consecuencias del invierno en el país?
D.B.: No. Al contrario. Hemos encontrado una planeación muy robusta. No creo que haya negligencia en las funciones de las autoridades. Una inundación da tiempo para sacar a la gente, planear cómo alimentarlos y cómo manejar el abastecimiento de agua y el tratamiento de las aguas negras. Por lo que he visto, en estos puntos, acá ha habido buenos planes





Mensaje de Shakira; Está pidiendo apoyo para los damnificados colombianos




Mensaje de Shakira: le pide apoyo a todos para ayudar a los colombianos golpeados por la ola invernal.

Una voz que van a escuchar muchísimos a nivel mundial.

LuisEmilioRadaC
Pd:



¿Suspender los carnavales? Por Heriberto Fiorillo



¿Suspender los carnavales?
Por Heriberto Fiorillo


Suspender el Carnaval por la tragedia de las inundaciones ha de ser idea de un ‘cachaco’, de un extraño, de un alien, perfecto. Ese man no es de por aquí, porque el Carnaval es parte de nosotros y no podríamos desterrarlo de nosotros mismos. Ahora, imagínense un pueblo triste al que, para consolarlo, el gobernante le prohíbe reír. 

Hasta un cachaco inteligente rechazaría la idea de suspensión carnestoléndica por razones económicas. Son miles de familias las que dependen del Carnaval para subsistir buena parte del año. Suspenderlo agregaría más tragedia, respondería a la muerte con la muerte y resultaría paradójico, porque es el Carnaval el que suspende la realidad y no lo contrario. Y lo hace porque –en medio de las opresiones y las tragedias del diario vivir– el alma de la gente necesita respirar en libertad, reconstruir sus sueños, alimentar su potencialidad, renovarse. El Carnaval es demostración pública y unificadora de que podemos dejar de ser lo que somos y transformarnos.

El Carnaval es ficción y posee el eterno optimismo de Joselito: morir para nacer de nuevo. 
En carnavales el ser humano busca olvidar aquello que lo acosa en su cotidianidad, lo que imposibilita su libertad y su derecho a reinventarse. Prohibirlos no solo es decretar la permanencia física y mental de una vasta población en la tragedia sino negar a la misma su capacidad de distanciarse del sufrimiento, de consolarse, de soñar en compañía y de expresarse, porque si algo hay en el Carnaval es opinión pública.

Colombia es uno de los países más injustos y violentos del mundo y tiene, tal vez por eso mismo, el mayor número de fiestas. El dolor y las angustias buscan sus válvulas de escape, y la más grande entre nosotros es la del Carnaval.





Cómo ignorar la situación de tantos damnificados y de sus niños. Afectadas por el invierno, hoy o mañana, esas familias empezarán a soñar con reconstruir su hogar porque están vivos y crecen. Necesitan, claro, alimentación y vivienda, zapatos y ropa, pero también recuperar su sonrisa, entretenerse, alejarse de la tragedia, acercarse al Carnaval, ritual colectivo que cohesiona la tribu en una manera optimista de ser. El hombre es el único animal que ríe y que da risa, y los caribes solemos quizás reír más que nadie porque como nadie padecemos y tememos el dolor. Asumimos la muerte como parte de la vida y la sacamos a bailar en carnavales, donde nadie muere y, si muere, resucita.
***


Un respetable concejal proponía en estos días aplicar un impuesto al Carnaval y destinar esos recursos a los afectados por el invierno. Desde aquí proponemos pensar en grande y destinar un pequeño porcentaje, por ejemplo el 1,5% del impuesto de Industria y Comercio a nuestro patrimonio universal, el Carnaval de Barranquilla, y fortalecerlo como una fiesta popular que incluya como actores del mismo a los pobladores del Atlántico, afectados o no por el invierno.
Yo no sé mucho de esto, pero si nuestros carnavales son patrimonio universal, algo debería estar haciendo el mundo por nosotros. Y si somos, por lógica, patrimonio nacional, deberíamos también recibir recursos del Estado. Pero lo que sí nos toca es ser barranquilleros y, representados en nuestro alcalde, reconocer que el Carnaval es nuestro mayor patrimonio, honrar este principio como sagrado y aprobar el impuesto. De ese modo, nuestra fiesta popular podrá recuperar, estoy seguro, antes que nuestros ríos, su cauce verdadero.

El Carnaval continuará. Nadie quiere cancelarlo, al contrario




¿Qué tal nosotros sin el Carnaval?
Yo no me lo imagino.
Fui rumbero en su momento. Montamos algunos bailes de carnaval. Volvimos famoso uno muy chévere, “A Pleno sol”.
Lo vamos a revivir el otro año, para recordar y encontrarnos con los amigos de la época. Vendrá gente de otros países y estoy seguro que nos gozaremos la rumba, si Dios lo permite.
Ahora, por las edades nuestras y por las labores en que estamos embarcados, no podemos estar metidos en el rollo, pero eso no quiere decir que no apoyemos la fiesta, porque es la fiesta cultural más grande e importante de Colombia.

Y además, genera innumerables puestos de trabajo y muchos ingresos para los barranquilleros. Alegría para los extranjeros y nos saca de la tristeza en la que estamos sumergidos por la ola invernal.


Miren, el día que murió nuestro padre, Luis Emilio Rada Acosta, en medio de la tristeza que nos invadió, en la funeraria, mis hermanos y yo reíamos y uno de los amigos que llegó a solidarizarse con nosotros nos comentó: “se les murió el papá y ustedes están celebrando…”… algo así, dijo él y la respuesta fue: “Precisamente, lo estamos recordando porque nos dio mucho amor, confianza, protección y nos permitió que le “mamáramos gallo” como si fuera un amigo más… y eso no se nos olvidará nunca”.

La vida es esa. Son momentos… en cualquier instante se nos acabará y los demás continuarán. El mundo no parará, aunque nosotros nos vayamos.
Lo que está ocurriendo en Colombia, en el Sur del Departamento del Atlántico. Lo que sucedió en Europa en la primera y en la segunda guerra. La desgracia del Eje Cafetero, en nuestro país. El desastre de Armero, también en Colombia. Lo cruel que fue la sociedad con los negros. La esclavitud. La injusticia rampante que debemos soportar. Los malos gobiernos… en fin, son episodios pasajeros… así que el CARNAVAL seguirá aquí y en cualquier parte del mundo.
Si le quieren cambiar el nombre y no ponerle carnaval de Barranquilla, sino otro, pueden hacerlo, pero el CARNAVAL SEGUIRÁ, porque en medio del dolor debemos levantarnos y animarnos…


Por eso la respuesta del pueblo es SABIA:
NO nos quiten la alegría.
El CARNAVAL de BARRANQUILLA seguirá y se mantendrá en medio del dolor de los damnificados.
Ellos mismos y estoy seguro que eso será así, se van a disfrazar en medio de la fiesta que se realizarán entre el 5 y el 8 de marzo de 2011.

Eso si, DEBEMOS ayudarlos para que su carga sea más liviana. Así que los indolentes deben “bajarse del bus”… y en vez de comprar 10 camisas, 8 pantalones, tres joyas y chupar tanto alcohol, regalen algún dinero para los colombianos que están sufriendo el embate de la ola invernal.

Y a los que se les ocurrió que se podía parar el CARNAVAL los invitamos que se enganchen la máscara y se dediquen a algo más productivo.

Un abrazo,
LuisEmilioRadaC
Pd: lo que dice la gente sensata…
No hay apoyo a la propuesta de cancelar el Carnaval

Tan pronto se conoció la noticia del lanzamiento oficial del Carnaval 2011, que se efectuó ayer, comenzaron a escucharse diferentes opiniones sobre la conveniencia de realizar o no la fiesta en medio del drama que viven miles de atlanticenses damnificados por el invierno.
A través de la cuenta en Twitter de EL HERALDO, algunos ciudadanos se mostraron en desacuerdo de celebrar el Carnaval ante las pérdidas que ha dejado la ola invernal.
“Es como si armáramos parranda en la casa cuando se muera nuestro hermano”, aseguró Johan Castro, usuario de la red social. “El carnaval es señal de alegría. ¿Se puede estar alegre con lo que esta sucediendo en el sur del Departamento?”, opinó también Jonathan Baldovino.

Otros usuarios reaccionaron diciendo que no puede pensarse en cancelar el Carnaval.
“Al no realizar algo tan importante como el Carnaval, el único mensaje que mandamos es que nos dejamos ganar de la tragedia”, respondió Hugo Valle a través de Twitter. “Aunque suene un poco cruel, la vida debe continuar. Si debe realizarse ya que afectaría la economía de otros”, afirmó Martha Cabrera.

Ante el debate que se ha generado en la ciudad, grupos económicos, representantes de entidades y otras autoridades han salido en total defensa del Carnaval. Ellos, al igual que los barranquilleros que apoyan la realización de las fiestas del dios Momo, consideran excesiva a inviable la propuesta de suspensión.


Carla Celia, directora de la Fundación Carnaval de Barranquilla, rechazó la idea de cancelación tildándola de “descabellada”.
“No debe ni siquiera pensarse en cancelarlo, pues no se puede sumar más pobreza a la tragedia”, aseguró la funcionaria, argumentando que el impacto económico del carnaval permite la generación de más de 20 mil empleos que se perderían durante los dos meses que se realizan las actividades.
Al mismo tiempo, aclaró que para 2011 el Carnaval usará el gran poder de convocatoria del que goza para crear mayores aportes a la ayuda de los damnificados.
La misma opinión expresó la presidenta del Comité Intergremial del Atlántico, Beatriz Vélez, quien consideró la idea “excesiva”. Vélez afirmó que suspender el Carnaval sería correr el riesgo de afectar la imagen de la fiesta no sólo frente al país, sino en el mundo.

Algunos actores del Carnaval también mostraron su descontento con la polémica y pidieron mesura a los ciudadanos. Édgar Blanco, uno de los gestores del Carnaval de la 44, fue más allá de otras declaraciones y afirmó que suspender la fiesta no aporta nada a la solución de los damnificados.
“Si se cancela el Carnaval entonces también deberíamos cancelar el próximo Mundial Sub-20, al que se le invertirán más de 50 mil millones de pesos. Es absurdo pensar que esa es la solución”, opinó.

El concejal Alfredo Varela, por su parte, pidió soluciones concretas que involucren a todos los que intervienen en el Carnaval. Varela propuso que para el próximo año se cree un impuesto a todos los eventos que destinen un porcentaje a la ayuda de los afectados por el invierno. “Que sea una propuesta seria, algo formal”.
Pese al debate el Carnaval sigue el curso trazado, haciendo un llamado a los barranquilleros para que recuerden el deber de solidaridad con el sur del Atlántico.