martes, 15 de diciembre de 2015

Economía política latinoamericana Por: JAIRO PARADA



¿Será que llegó la hora para que la izquierda retroceda y continúe el camino de la derecha en el poder?

Lástima que cuándo se les da la oportunidad, los amigos zurdos, caen en los mismos errores de los mandatarios criticados.

Sorprende lo que está pasando en Brasil.

Pero más, la desgracia de Venezuela.

Jairo Parada analiza el asunto y tiene mucha razón en sus comentarios.


RADAR,luisemilioradaconrado

@radareconomico1


Economía política latinoamericana

Por: JAIRO PARADA

La derrota aplastante sufrida por el gobierno venezolano en las recientes elecciones, y otra muy apretada que determinó el triunfo de la centro-derecha en Argentina con Macri, ha llevado a muchos analistas a plantear que termina el movimiento del péndulo político hacia la izquierda en América Latina, cuya expresión local en Colombia sería el fracaso estrepitoso del alcalde Gustavo Petro en Bogotá.

Para muchos, solo falta que caigan Correa, Evo Morales y Bachelet para acabar con esta nefasta noche, y ruegan que se produzca la rápida destitución de Dilma Rousseff en Brasil.



Es posible que lo del péndulo tenga algo de verdad, aunque no a esa velocidad que muchos desean. Pienso que no será así de fácil y la historia señalará su evolución compleja en el próximo año. No creo que la única salida para nuestros países sea volver al recetario del consenso de Washington, de democracia más capitalismo ortodoxo.

En primer lugar, la experiencia de Venezuela y Argentina debe enseñar que no basta disfrutar de mayorías electorales durante muchos años, para ser alternativa de gobierno. Esas mayorías se van diluyendo si se pretende construir democracias de mayorías electorales, y no democracia de verdad, con mayorías y minorías, donde se respeta a la minoría y no se conculcan sus derechos a nombre del pueblo. Lo que hemos visto es el reforzamiento de un verticalismo autoritario, y con una fiebre de egos reeleccionistas en todo los casos, incluyendo Ecuador y Bolivia. Los mandatarios no han seguido el ejemplo de Mandela en Suráfrica y Mujica en Uruguay, creyéndose los líderes irremplazables y eternos. Con ello no construyen equipos de liderazgos de remplazo ni ayudan a sus procesos democráticos. Modifican la constitución a su antojo para poder seguirse reeligiendo, al igual como se pretendió en Colombia recientemente desde la derecha.


En segundo lugar, los gobiernos de izquierda y progresistas deben entender que no pueden cambiar el mundo globalizado y capitalista en el que viven, enfrentándose a ello en forma irracional y voluntarista. Las utopías cayeron con el socialismo real, pues éste no funcionó, y nadie ha inventado otra cosa superior al capitalismo. Toca convivir con el capitalismo y sacar de él las mayores ventajas posibles como ya lo hacen los chinos, en forma inteligente y creativa. La estrategia de las expropiaciones y nacionalizaciones masivas siempre terminan en grandes fracasos. En el caso de Venezuela, la política económica fue desastrosa. Se despilfarraron las divisas de la bonanza, no se hizo industrialización, se cayó en el puro asistencialismo, y cuando ya la renta petrolera descendió abruptamente, se recurrió a las más crasa emisión, y un sistema cambiario de locos. Ninguna economía moderna se puede manejar así, y las colas y el desabastecimiento, además de la corrupción, terminaron imponiéndose. En Argentina, el descenso de los precios agrícolas de exportación puso en aprietos las reservas en divisas, y los controles administrativos tampoco han funcionado mucho. Los logros sociales de la época Kirchner se van a perder muy pronto cuando se vengan las medidas de ajuste de Macri. Las turbulencias políticas seguirán. La oposición de Venezuela deberá ser muy inteligente en el manejo de su mayoría si no quiere desembocar en conflictos que precipiten un golpe de Maduro, a nombre del “pueblo”. Lo mismo le tocará a Macri, quien deberá entenderse con los peronistas si no quiere que las calles de Buenos Aires se llenen de manifestantes. 

Las lecciones hay que aprenderlas. Así, otro mundo es aún posible.

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