Este editorial del diario La República me
puso a reflexionar sobre el papel de los gremios económicos del país.
No solamente los del interior, sino los de
Barranquilla y toda la Región Caribe. Y me di cuenta que no han hecho bien su
tarea.
Lean
lo que dice el editorialista:
“Los gremios que los representan están totalmente burocratizados, hacen más
política que gestión económica, no investigan, no estudian los mercados locales
ni regionales, y año tras año, en sus asambleas, solo hablan de guerrilla,
revaluación, TLC y reelección”.
Seguro que vale la pena revisar este
asunto.
Por los 29 años del RADAR ECONÓMICO nos comprometemos a realizar un
evento donde vamos a hablar de esta situación.
Los dirigentes gremiales son personas que
tienen una tremenda responsabilidad. Y si ellos no investigan, como dice el
editorialista, ¿quién lo puede hacer entonces?
Si ellos detectan anomalías, pueden ayudan
al resto de la sociedad. ¿Cuántas personas dependen del funcionamiento de las
empresas?
¿Cuántas personas dependen del
funcionamiento de los gremios?
¿Cuál es su papel exactamente en una
sociedad?
A mi dicen que ellos están al servicio de
sus afiliados y de sus empresas. Y eso es comprensible. Pero, si las empresas
funcionan bien, hay ganancia para todos…
Tema para revisar.
RADAR,luisemilioradaconrado
Editorial de La República
La
obligada reconversión industrial
Jueves, Enero 17, 2013
A la industria la golpean varios
factores, pero también es cierto que la modernización e innovación no están en
su agenda
La noticia en la industria es que el sector sigue
deprimido, no crece y se cierne sobre él un manto de duda acerca de su futuro
como pilar fundamental de la economía. Las cifras así lo demuestran desde hace
varios meses, y desde múltiples puntos de vista se ha lanzado una especie de
S.O.S. sobre la industria nacional, que fue tejida por varias décadas con éxito
y mucho optimismo.
Y como causas identificadas de la mala hora que atraviesa la
actividad, se identifican situaciones anómalas como la revaluación del peso
frente al dólar; el rezago en la infraestructura vial que le pasa la cuenta de
cobro a la competitividad; la inseguridad en las principales ciudades que aún
sienten el miedo de los empresarios a las extorsiones y secuestros, y los
impuestos a la nómina. En pocas palabras, toda una suerte de flagelos que tiene
al sector en uno de sus peores momentos de la historia reciente.
Otros más profundos ven detrás de la desaceleración
industrial la ‘enfermedad holandesa’, generada por las millonarias inversiones
en el sector minero, el desplazamiento de muchas empresas de servicios a
actividades relacionadas con el dinero de las petroleras, y las grandes
exportaciones de crudo que se han registrado desde hace unos años. Todo lo
anterior tiene mucho de cierto y algo debe hacer el Gobierno Nacional y los
gremios de la producción para poner a andar una hoja de ruta que detenga esta
situación, que puede ser fatal para el futuro de la economía. Pero más allá,
también existen unos factores crónicos que han hecho del sector industrial uno
de los más paquidérmicos. Los gremios que los
representan están totalmente burocratizados, hacen más política que gestión
económica, no investigan, no estudian los mercados locales ni regionales, y año
tras año, en sus asambleas, solo hablan de guerrilla, revaluación, TLC y
reelección.
Hay un gran imperativo para la industria
colombiana: reconvertirse, competir de tú a tú con sus homólogos de Brasil,
México, Chile o Perú. Hay que renovar maquinaria, abrir nuevos mercados, ser
más competitivos en una economía globalizada, investigar, y lo más importante
de todo, innovar. No todas las industrias colombianas están de capa caída.
Algunas están creciendo, han aumentado su capacidad instalada porque están
innovando en productos con tecnologías de punta.
Son solo unas pocas, pero
estas pioneras, punta de lanza de la nueva Colombia, han dejado de mendigar
políticas en contra de la revaluación del peso y le están exigiendo al Gobierno
que ponga su grano de arena en la educación, los impuestos, y sobre todo que
ponga a raya a los transportadores que han sometido al país a vivir sin trenes,
sin oleoductos y demás infraestructura necesaria para el verdadero desarrollo.
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