jueves, 17 de enero de 2013

La obligada reconversión industrial. Papel de los gremios



Este editorial del diario La República me puso a reflexionar sobre el papel de los gremios económicos del país.
No solamente los del interior, sino los de Barranquilla y toda la Región Caribe. Y me di cuenta que no han hecho bien su tarea.
Lean lo que dice el editorialista: “Los gremios que los representan están totalmente burocratizados, hacen más política que gestión económica, no investigan, no estudian los mercados locales ni regionales, y año tras año, en sus asambleas, solo hablan de guerrilla, revaluación, TLC y reelección”.

Seguro que vale la pena revisar este asunto. 
Por los 29 años del RADAR ECONÓMICO nos comprometemos a realizar un evento donde vamos a hablar de esta situación.
Los dirigentes gremiales son personas que tienen una tremenda responsabilidad. Y si ellos no investigan, como dice el editorialista, ¿quién lo puede hacer entonces?
Si ellos detectan anomalías, pueden ayudan al resto de la sociedad. ¿Cuántas personas dependen del funcionamiento de las empresas?
¿Cuántas personas dependen del funcionamiento de los gremios?
¿Cuál es su papel exactamente en una sociedad?
A mi dicen que ellos están al servicio de sus afiliados y de sus empresas. Y eso es comprensible. Pero, si las empresas funcionan bien, hay ganancia para todos…
Tema para revisar.
RADAR,luisemilioradaconrado

Editorial de La República
La obligada reconversión industrial
Jueves, Enero 17, 2013

A la industria la golpean varios factores, pero también es cierto que la modernización e innovación no están en su agenda

La noticia en la industria es que el sector sigue deprimido, no crece y se cierne sobre él un manto de duda acerca de su futuro como pilar fundamental de la economía. Las cifras así lo demuestran desde hace varios meses, y desde múltiples puntos de vista se ha lanzado una especie de S.O.S. sobre la industria nacional, que fue tejida por varias décadas con éxito y mucho optimismo. 
 
Y como causas identificadas de la mala hora que atraviesa la actividad, se identifican situaciones anómalas como la revaluación del peso frente al dólar; el rezago en la infraestructura vial que le pasa la cuenta de cobro a la competitividad; la inseguridad en las principales ciudades que aún sienten el miedo de los empresarios a las extorsiones y secuestros, y los impuestos a la nómina. En pocas palabras, toda una suerte de flagelos que tiene al sector en uno de sus peores momentos de la historia reciente.

Otros más profundos ven detrás de la desaceleración industrial la ‘enfermedad holandesa’, generada por las millonarias inversiones en el sector minero, el desplazamiento de muchas empresas de servicios a actividades relacionadas con el dinero de las petroleras, y las grandes exportaciones de crudo que se han registrado desde hace unos años. Todo lo anterior tiene mucho de cierto y algo debe hacer el Gobierno Nacional y los gremios de la producción para poner a andar una hoja de ruta que detenga esta situación, que puede ser fatal para el futuro de la economía. Pero más allá, también existen unos factores crónicos que han hecho del sector industrial uno de los más paquidérmicos. Los gremios que los representan están totalmente burocratizados, hacen más política que gestión económica, no investigan, no estudian los mercados locales ni regionales, y año tras año, en sus asambleas, solo hablan de guerrilla, revaluación, TLC y reelección.
 
Hay un gran imperativo para la industria colombiana: reconvertirse, competir de tú a tú con sus homólogos de Brasil, México, Chile o Perú. Hay que renovar maquinaria, abrir nuevos mercados, ser más competitivos en una economía globalizada, investigar, y lo más importante de todo, innovar. No todas las industrias colombianas están de capa caída. Algunas están creciendo, han aumentado su capacidad instalada porque están innovando en productos con tecnologías de punta. 
 
Son solo unas pocas, pero estas pioneras, punta de lanza de la nueva Colombia, han dejado de mendigar políticas en contra de la revaluación del peso y le están exigiendo al Gobierno que ponga su grano de arena en la educación, los impuestos, y sobre todo que ponga a raya a los transportadores que han sometido al país a vivir sin trenes, sin oleoductos y demás infraestructura necesaria para el verdadero desarrollo.

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