domingo, 5 de junio de 2011

Pecados de la Constituyente, por María Isabel Rueda

 
María Isabel Rueda 
 
Quizás el peor de los pecados de la Constituyente fue el de haber reformado la Constitución y arrojado su llave al mar.

Veinte años después de la Constitución del 91, valdría la pena hablar de sus pecados y pecadillos.
 
Pecado de ceguera: no corrigió la tendencia de los partidos políticos hacia su erosión. Sometidos a un sistema electoral basado en cocientes y residuos que privilegiaba las aventuras electorales personalistas, terminaron reemplazados por las estructuras clientelistas existentes, mangoneadas desde el Ejecutivo a punta de gabelas corruptas.
Pecado de presidencialismo: no se introdujeron los mecanismos de responsabilidad política que requiere el sistema presidencialista moderno, que sí tiene el sistema parlamentario, bajo el cual ningún ministro puede fracasar y permanecer indefinidamente en su cargo. La moción de censura es inoperante porque está íntimamente ligada en su eficacia a la existencia de unos partidos fuertes.
Pecado de corromper la sal: para garantizarles independencia a los órganos de control, la Constituyente resolvió radicar la elección de sus cabezas en el poder judicial. Un "regalo envenenado", como en su momento lo calificó el constituyente Hernando Yepes. No se moralizaron los órganos de control, pero, a cambio, se politizó la justicia.
Pecado de generosidad: entregamos el manejo de las regalías al despilfarro y la corrupción de unas estructuras políticas locales muy débiles y muy fácilmente corruptibles.
Pecado de lujuria fundacional: los constituyentes resolvieron crearle un nuevo órgano a cada problema. Por ejemplo, a la necesidad de quitarle al Ejecutivo el manejo de la televisión, se le creó la CNTV, cuyo carácter colegiado terminó disolviendo su responsabilidad: un ente costoso, clientelista e inoperante, ahora al borde de una desaparición forzada. A la necesidad de proteger los derechos humanos se le creó ese gran lagarto con escamas constitucionales que es el Defensor del Pueblo. A la necesidad de gerenciar la justicia se le creó el Consejo Superior de la Judicatura, sobredimensionado en número de magistrados y subvalorado a la vista de la calidad de sus miembros. Y mientras su sala administrativa peca de excesivamente ambiciosa en un país donde nunca ha habido problemas de independencia de la justicia, la sala disciplinaria está convertida en vertidero de las aguas negras de la tutela.
Pecado de pureza: las cortes colombianas eran de muy alta categoría mientras fueron vitalicias y cooptadas. Los mejores elegían a los mejores. Pero ante la crítica -parcialmente cierta- de que eran un "club de privilegiados" en el que primaba el amiguismo, se adoptó una cooptación restringida e hipócrita, que ha llenado a las cortes de magistrados de rango subalterno. Estamos viviendo las consecuencias con sus fallos.
Los pecadillos: se predican de los aciertos de la Constituyente, a saber: la omnipotencia de sus magistrados constitucionales, la no exigencia de sostenibilidad fiscal en los fallos sobre derechos sociales, económicos y culturales de los colombianos que a buena hora consagra, la poca confiabilidad que genera la Fiscalía y la arbitrariedad con la que los jueces manejan el sistema jurídico "nescafé", ese derecho instantáneo que garantiza la tutela.
Pero lo único que no puede hacer el presidente Santos es convocar una Asamblea Constituyente que pula los pecados y pecadillos de la del 91.
Por un lado, porque quizás el peor de los pecados de la Constituyente fue el de haber reformado la Constitución y arrojado su llave al mar. Si la Corte Constitucional no da el permiso, con la disculpa de proteger el sistema político que contiene, la Constitución Política colombiana es irreformable.
Y segundo, porque si Santos convoca una Asamblea Constituyente, abre la compuerta para que el uribismo, donde están las mayorías electorales implícitas del país, lo tumbe y vuelva a poner a Uribe en el poder.
¡SE ME OLVIDA! En el caso de Valerie Domínguez, es cierto, los hombres las prefieren brutas. ¿Pero tanto?

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