domingo, 5 de junio de 2011

Esthercita: "Que me recuerden como una buena amiga", en charla con Ernesto


 “Que me recuerden como a una buena amiga”


En 1995, Esthercita Forero concedió a Ernesto McCausland, en la réplica del camellón Abello del Museo Romántico de Barranquilla, una sentida entrevista. Aquí los apartes más importantes.  


P  ¿Hay algo que te moleste de la Barranquilla de hoy?
Me duele que estén olvidando un poco la música, la música nuestra, típica. No me gusta que estén girando alrededor de tanto extranjerismo, porque nosotros debemos conservar todas nuestras tradiciones, apoyar nuestras tradiciones y llevarlas dentro del alma y que no se pierdan nunca, porque si se pierden, se perdería gran parte de nuestra nacionalidad. A mí no me gusta eso. Me choca cuando estoy oyendo músicas extrañas y grandes booms publicitarios para un artista extranjero mientras que los colombianos siguen estando rezagados aquí en el mismo país. Eso está pasando en nuestra ciudad, naturalmente. Hay frivolidad.


P  ¿En cosas como qué se ve esa frivolidad?
R  Bueno, la manera de tomar la vida, de gozar, como lo hace la juventud ahora. Irse, por ejemplo a una discoteca y pasar una noche entera allí. Al fondo una música terrífica. (Risas) Pero de todas maneras sigue siendo el ñero, el ñero bondadoso y magnífico de siempre.
P  ¿Tú crees que Barranquilla cívicamente ha cambiado?
Hay una especie de giro, gente que está tomando ya conciencia. Hay campañas publicitarias por Barranquilla. Te voy a contar: cuando escribí las canciones a Barranquilla, estaba atravesando la ciudad por una época terrible. Era un momento en que todo el mundo decía que Barranquilla se había acabado, los medios de comunicación decían lo mismo, la gente de aquí lo repetía. “Eso se acabó, eso se lo llevó el diablo, Barranquilla era antes. Ya eso no sirve”.  A mí eso me dolía, ¿sabes? Entonces empecé a escribir mis canciones. Empecé con La luna de Barranquilla y vi que acogieron la canción. Y eso me gustó mucho, porque estaba yo pensando en otra cosa, en revivir ciertas emociones que se estaban como muriendo. Después fue entonces Mi vieja Barranquilla, más acatamiento. Entonces un día desperté bajo mi palito de matarratón y entendí lo que yo debo hacer: hacer la historia de Barrranquilla en canciones. Vamos a grabar un Long Play para que narre todas aquellas reminiscencias de Barranquilla la vieja, a ver si la gente se conmueve o no. ¡Se conmovió! A partir de allí ha partido una especie de cariño entrañable, una cosa de una ternura muy profunda. A veces no se expresa ese sentimiento, pero se siente. (…) Me gusta lo que está pasando. La juventud luchando, tomando banderas por la ciudad. Me parece muy bueno. Me siento muy contenta.

P  ¿Te consideras una mujer vanidosa?
R  Yo no recuerdo haber sido una niñita llena de vanidades. En primer lugar fui un ser muy pobre, con mi mamá, muy humilde. Entonces yo no tenía el derecho de ser una niña vanidosa. Pero nunca me dolió eso. Yo seguí así toda mi vida, tanto que una vez me pasó un caso en la Media Torta de Bogotá, que se me olvidó maquillarme y salí así. Jorge Luis Arango, un periodista que estaba allí, me dijo: “Esthercita, ¿usted es muy berraca! Vaya a verse en un espejo!” No tenía ni gota de maquillaje. Después cuando vino ya la televisión, ciertas presentaciones de teatro, los viajes, las cosas, me ha tocado el poquito de maquillaje, a estar un poquito más pendiente de mí. Pero para mí esa es una cosa terrible. Porque no va de acuerdo con mi verdadera personalidad. Me gustaría vivir como soy por dentro.


¿Cómo fue tu infancia?
R  Feliz porque mi madre fue un ser que me llenó de ternura, de comprensión y de amor. Las penas que pasamos no tenían esa importancia. Porque sentía el corazón de mi madre junto a mí. De manera que eso fue para mí una niñez llena de ensueños. Ella era una mujer que soñaba. Me hablaba de hadas, me decía que existían. Ella estaba convencida que existían, tanto, que años después, atravesando las montañas de Santander del Norte, iba yo por ese camino en una mula, y recordé lo de las hadas. Y estaba yo convencida de que en esa selva, en ese espectáculo de la naturaleza, de pronto podía salir un hada y yo podía verla. Claro que no salió. Pero mucha gente, amiga en mi vida, han sido hadas para mí. Mi familia me ha llenado mi vida de tanta hermosura, de tanta belleza, de tantas cosas lindas.

P  ¿Cómo surge una composición?
R  Me llega la inspiración en una forma hasta extraña. Porque voy por la calle, o estoy en mi casa tranquila, o estoy acostada, porque soy muy floja, o sencillamente en cualquier instante, en cualquier oficina, en cualquier momento, me entra un deseo inmenso de escribir canciones. Entonces me voy a mi casa enseguida, y empiezo a registrar entre mis papeles un montón de canciones que empezaron una vez, y las cosas que veo que no valen la pena, las destruyo. Y me encuentro con cosas que sí valen la pena, y yo sigo trabajando allí. De pronto hay un tema que está de acuerdo con lo que yo estoy sintiendo, y lo sigo.

¿Cómo quieres ser recordada?
R Me gustaría que me recordaran como buena amiga. Yo amo a mis amigos, y yo quisiera que me recordaran como eso, porque la amistad es lo más puro y lo más perfecto que existe en este mundo.  Me gustaría que me recordaran como la persona que hizo algunas canciones, muy sinceras, para Barranquilla, la persona que  vivió esa época. Me gustaría que me recordaran como un ser muy humilde y muy sencillo, como yo soy, exactamente.

La luna de Barranquilla
Yo una vez vi en Nueva York al edificio Empire State, que partía en dos a la luna más grande que yo había visto en mi vida. Era inmensa, blanca, hermosa. Pero enseguida me acordé de la luna de Barranquilla, y sentí una nostalgia inmensa. Y me acordé que la luna de Barranquilla no es blanca. Es morenita.
Me devolví al apartamento para escribir una canción. Fue un bolero, pero no me gustó. Muchos años después, me pidieron en Barranquilla que hiciera una canción para un disco promocional de una empresa. Me acordé del título y decidí que eso tenía que ser una cumbia. La grabé con Pacho Galán y enseguida fue un éxito.

Por Ernesto McCausland Sojo

No hay comentarios:

Publicar un comentario