Viaje al Sahara y al pasado con el Junior, en el Estadio.
Por Rafael Alberto Rada C
En el legendario Romelio Martínez, donde aprendimos a querer el fútbol bien jugado, en la era de Ayrton, Qurentinha, el genial Dida , Toño Rada, Arturo Segovia, Hermenegildo Segrera, entre otros, hoy vimos a un Junior que, nos cambió “el viaje” a Dinamarca, por un recorrido por el Sahara. Si, porque hoy hicimos un “recorrido” por el el continente africano, y no porque nos hubiéramos encontrado con los africanos del norte ni por el calor que reina en el mismo, sino por lo desértico que se encontraba el querido Romelio.
Pero no solo recorrimos el Sahara sino que hicimos un viaje al pasado, un viaje a los momentos de los clásicos con el Unión Magdalena, que nos hacían “madrugar”, llegar al Estadio armado con almuerzo, para encontrar un buen puesto y ver desde temprano encuentros entre aficionados y entre periodistas deportivos. Del Unión no podemos olvidar a Jaime Deluque, quién salía como una “bala” hacía el arbitro, cuando el Junior le anotaba un gol y el consideraba que era ilícito. Tampoco a los hermanos Aurelio y Justo Palacio, ni a Pedro Vásquez ni el paraguayo Eduardo Samaniego y menos a los brasileños Pipico y Genhinho. Fueron épocas de “grandes trifulcas” en la cancha que, eran resueltas sin mayor problema por los jugadores, ya que era el calor del partido lo que los volvía “bravucones”.Se nos vinieron a la mente los empujones para entrar al Estadio a ver los goles de tiro libre que Víctor Ephanor le marcaba a Pedro Antonio Zape cuando este venía con el Deportivo Cali y también las especiales declaraciones del “marciano” Miloc, quién decía que el Junior no anotaba en Barranquilla porque los postes y el travesaño del arco eran cuadrados y el balón no podía entrar; tampoco podemos olvidar a la dupla Verango, “la bruja” Verón y el samario Alfredo Arango que, jugaban de memoria; ni al luchador Nelson Silva Pacheco y los colombianos Monsalve y Santamaría y menos al “Toto” Rubio y sus genialidades en la zona de candela del propio Junior.
Ese Junior, que solo llegó a ser campeón por primera vez en 1977, llenaba el Romelio porque jugaba bien al fútbol. No necesitaba colgarse estrellas en el pecho para llevar gente al Estadio.
Hoy, el Romelio tiene otro entorno, desapareció el parqueadero para darle paso a un portal del Transmetro y durante el partido que jugó Junior con el Barranquilla F.C. dentro de la denominada Copa “Postobón”, se veía una enorme soledad, como la del desierto del Sahara, pero nos trajo a la memoria hermosos recuerdos de nuestra infancia y juventud.
Hoy fue un día especial, porque si bien el Junior no nos paseó por ningún país rico, me hizo sentir en el desierto cálido más grande del mundo, pero especialmente, me hizo subir a una máquina del tiempo, pero no una moderna, sino una viejita, así como el Romelio Martínez, que sigue siendo para nosotros los barranquilleros, el Estadio.
EL ROMELIO ES QUIZAS TRES VECES MEJOR QUE EL EDUARDO SANTO QUE TRISTESA
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