lunes, 1 de noviembre de 2010

Pudores presidenciales, por Javier Darío Restrepo



En este mundo ancho y grande, todos deberíamos tener un espacio y oportunidades. Sin embargo, eso no se cumple y algunos seres humanos mueren sin que les llegue su turno.
Ahora que murió el ex presidente Néstor Kirchner, el colega Javier Darío Restrepo –uno de los periodistas más respetados que tenemos en Colombia y América Latina- consideró que era importante que la comunidad recordara la importancia de los medios de comunicación y la forma en que los mandatarios del mundo pretenden acallarlos y eso lo denomina “trampas a la democracia” y dice en esta columna de El Heraldo: “Es de esencia  democrática que el ejercicio de la palabra y el manejo de la información esté en manos de la ciudadanía, así como en manos del gobierno están las armas, el dinero y las leyes; pero pocos (¿habrá alguno?) escapan a la tentación de manejar también los medios de comunicación”.
Lerc: ¿Esa es la esencia del ser humano, manejar a los demás?
Tendencia que deberíamos erradicar, porque terminará enterrándonos…
Leamos a Javier Darío. 

LuisEmilioRadaC
Pd:






Pudores presidenciales


Por Javier Darío Restrepo


La muerte del ex presidente Néstor Kirchner ha convocado todos los buenos recuerdos de ciudadanos argentinos y de presidentes de otros países. El Gobierno colombiano recordó su acompañamiento y apoyo en la recuperación de las relaciones normales con Venezuela.

Pero se han dejado en el oscuro rincón de las vergüenzas los episodios de
persecución a la prensa. Desde aquella decisión de su gobierno de no entregarle informaciones a la prensa, porque podía prescindir de “los intermediarios”, hasta la legislación de comunicaciones que, so pretexto de democratizar la asignación de frecuencias, apuntaba a Clarín, empresa opositora y objetivo de los odios del primer esposo de la nación.

Hay un pudor democrático del que no pueden desprenderse
ni siquiera los menos democráticos de los gobernantes. Ellos saben que, al perseguir a los medios de comunicación o restringir sus libertades, o concentrar medios en sus manos, están haciéndole trampas a la democracia. Es de esencia democrática que el ejercicio de la palabra y el manejo de la información esté en manos de la
ciudadanía, así como en manos del gobierno están las armas, el dinero y las leyes; pero pocos (¿habrá alguno?) escapan a la tentación de manejar también los medios de comunicación.

El ex presidente Uribe nunca admitió su persecución a

periodistas de la oposición y hoy se vale de trucos de tahúr para eludir las responsabilidades que le caben como jefe natural y constitucional del DAS, la entidad acusada por su campaña de desprestigio de magistrados, políticos opositores y periodistas. Rezagos de pudor democrático le impiden reconocer que quiso silenciar a la oposición.

Así como en el funeral de Kirchner sólo hubo flores, coronas de
flores y discursos floridos, en las conversaciones oficiales con Chávez, si hay rosas, cuidarán que no haya espinas como sus acciones contra la prensa, disimuladas siempre con pretextos.

Otra vez el pudor democrático aparece como explicación
de esa fértil cosecha de razones para cerrar canales de televisión y emisoras de radio, o para ponerle cerco hostil a los medios impresos. Que no dicen la verdad, que difunden trivialidades, que atentan contra la honra ajena, que amenazan la seguridad nacional o la inocencia de la niñez. Nunca se dice la verdadera razón: que son voces opositoras. Nada de esto se mencionará, por tanto, en las conversaciones con Chávez porque sería como traer a cuento la soga en la casa del ahorcado.

En este manejo de pretextos, el presidente Rafael Correa, de Ecuador,
es imaginativo. Sus programas de TV, largos y frecuentes, al mejor estilo Chávez, tienen como sección permanente la lectura y comentario de periódicos y la infaltable catilinaria contra los periodistas corruptos.

Y tiene razón: hay periodistas corruptos, como hay

políticos corruptos y gobernantes, y policías y militares, y empresarios y sacerdotes corruptos; pero no se puede pretender que son corruptos todos los gobernantes, los políticos, los policías, los militares, los empresarios o los sacerdotes. ¿Por qué hablar cada sábado, como lo hace Correa, de periodistas corruptos? Porque así se crea la coyuntura propicia para la ley de comunicaciones con que el gobierno quiere tomar el control de los medios de comunicación.

Por lo general las iniciativas legales sobre medios de

comunicación tienen, de entrada alguna buena
intención. Sucede con la ley que ordena en Ecuador
que los banqueros vendan sus acciones en los medios. 


La intención de fachada es buena: que los intereses de los banqueros no interfieran en la información. Pero igual vale para el hecho de que el gobierno concentre en sus manos medios de comunicación: ni él ni los banqueros deben interferir. Y así como los banqueros vendieron sus acciones, también el gobierno debería desprenderse de los medios de comunicación con que interfiere en la información y pervierte el periodismo y a los
periodistas. También es corrupto el periodista que
miente para hacerle propaganda al gobierno.

Es inevitable: la relación de los presidentes con la prensa y

con los periodistas es la piedra de toque de su
sensibilidad y sinceridad democrática.


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