lunes, 1 de noviembre de 2010

La Estufa, la Mesa y la Cama, por Plinio Parra

Plinio y  su pluma, aquí en el RADAR.
Estuvo con nosotros, cuando arrancábamos este proyecto periodístico y me alegra mucho que su pluma haya trancendido.
Un abrazo para él y su linda esposa, quien siempre lo acompaña.
LuisEmilioRadaC
Pd:


LA ESTUFA, LA MESA Y LA CAMA
Por: Plinio Parra
Escritor colombiano

Quizá nunca sepamos, con certeza líquida, cuándo ni cómo el alma y el espíritu se instalan en una persona. Pero sí podemos determinar, con reloj en mano, el primer hálito de una casa.

Una casa empieza a existir cuando una pareja cruza el umbral y cierra la puerta. A partir de ese segundo, lo yerto cobra animación. Lo frío cobra calor. Y lo oscuro cobra luz.

Como todo organismo, una casa posee tres ámbitos esenciales: la cocina, la sala y la alcoba. En el centro de la cocina hay una peña de sacrificio llamada estufa. En el centro de la sala hay un trono solemne llamado mesa. Y en el centro de la alcoba hay un altar consagrado llamado cama. En la estufa, que trabaja con el fuego, se cumple la ceremonia de lo mágico. En la mesa, que trabaja con el calor, se verifica el culto de lo privado. Y en la cama, que trabaja con la luz, se celebra el rito de lo íntimo.

Gracias a estos tres recintos es que el hombre prevalece como rey del orbe. Porque el caldero de lo mágico le infunde potencia a su cuerpo individual. El plato de lo privado consolida su alma familiar. Y el vaso de lo íntimo tonifica su espíritu conyugal.

En la estufa se disuelve el vocablo vitualla y se origina el término alimento (fruto que se transforma). En la mesa se disuelve el término alimento y nace la palabra compañía (pan que se comparte). Y en la cama se evapora la palabra compañía y brota el concepto tuyedad (carne que se entrega). El alimento es el germen de la esperanza: la flor del campo se transmuta en pan al pasar por la boca del horno y ese pan se transmuta en plegaria al pasar por la boca del hombre. La compañía es la simiente de la amistad: quien ayuda al otro a extinguir el hambre de su cuerpo, también lo ayuda a disipar la sed de su alma. Y la tuyedad es la semilla de la fusión: quien ofrenda el alma para que su pareja conquiste la unidad, también alcanza la unidad, como efecto recíproco de la suma.

Gracias a estos tres escenarios es que el hombre se erige como la más alta criatura del planeta. Porque la alquimia de la cocina aporta el músculo del hogar. La comunión de la sala provee los huesos de la familia. Y el holocausto de la alcoba confiere la sangre del matrimonio.

La cocina es el punto de encuentro entre la tierra y el hombre, al trocar al polvo en carne. La sala es el punto de encuentro entre el hombre y su esencia, al transformar al prójimo en hermano. Y la alcoba es el punto de encuentro entre el hombre y el cielo, al fundir al cónyuge consigo mismo. Del fuego tenido y mantenido sobre la estufa emanan los más exquisitos sabores de la tierra. Del pan partido y compartido sobre la mesa emanan las más altas cualidades humanas. Y del espíritu sentido y presentido sobre la cama emanan los más bellos frutos de la creación.

Gracias a estos tres espacios es que el hombre establece su historia de amor con Dios. Pues enciende fogatas en su honor cada vez que asa un pan. Lo sienta en su mesa cada vez que asiste a un mendigo. Y lo acuesta en su cama cada vez que, licuado con su consorte, atisba una estrella

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