martes, 16 de febrero de 2016

El oro y la oscuridad. Por Alberto Salcedo Ramos

Me voy a gozar esta serie.
Y me la voy a gozar porque me gustaba el boxeo de antes... el de Monzón, Rocky, Pambelé, Eliécer Julio (mi hermano Gerardo lo hizo campeón con su entrenamiento), Loche, Bernardo Caraballo.
Y los más reconocidos: Sugar Ray Robinson, Muhhamed Alí, Mike Tyson, Julio César Chávez, Joe Louis, Marvin Hagler, Sugar Ray Leonard y uno del patio, pero de los mejores: Mario Miranda...
Y me la voy a gozar, porque la historia la ha escrito uno de los mejores y es del patio, Alberto Salcedo Ramos...

¡Éxitos!

RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
Foto de Alberto Salcedo Ramos.


No sé cómo resultará la serie televisiva de RCN sobre Pambelé, pero a mí me produce mucha alegría que vaya a estar basada en mi libro ("El oro y la oscuridad"), libro que aunque sea mucho menos vendido que "La eterna parranda" considero mi mejor crónica de largo formato hasta ahora.
Hoy me reuní con el director del seriado y con los productores, y salí de la reunión muy contento, como con ganas de silbar.
"El oro y la oscuridad" tiene hasta ahora ediciones locales en Chile y en Argentina. Por ahí mismo aprovecho para contarles a los amigos mexicanos que próximamente la editorial Almadía editara en su país una antología de mis crónicas.
A veces lo único que a uno le queda de su paso por la vida son estas noticias bonitas, simples, para alegrarse y para que se alegre la gente que lo quiere a uno.

Aquí un fragmento de "El oro y la oscuridad. La vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé".
"Tony sacó otra hipótesis de la faltriquera: a su padre, sencillamente, lo mareó la cima. El paso de avestruz a águila suele ocasionar estragos en algunas psiquis. Allá arriba se pierde a veces la perspectiva, se distorsiona la noción de la realidad. Una tarde extiendes los dos brazos, inhalas el aire fresco y confirmas que, en efecto, no hay ni un solo nubarrón entre el Cielo y tú. 
Empiezas a creer que tú eres el Patriarca del Día y de la Noche, mejor dicho, el Cielo mismo. Se te va extraviando el foco. Ves demasiado pequeño el mundo que tienes por debajo pero estás en un punto donde no te queda margen para seguir subiendo. Permaneces en la cumbre, de acuerdo, pero ¿con quién te tuteas, si todos no pueden estar a tu nivel? Termina devorándote, para que veas cómo es la vida, tu propio talento. Se te convierte en soberbia malsana lo que al principio era confianza saludable. Claro que ese enemigo que se agazapa en tus entrañas no está sólo: lo acompañan los muchos otros enemigos que te acechan en el exterior. Cuando vienes al mundo con un don tan ventajoso debes pagarlo en jirones del alma. ¿Acaso crees que quienes te observan desde abajo se mueren de la dicha al verte feliz allá arriba rascándote las pelotas? ¿Acaso crees que se resignan a estar todo el tiempo a ras de tierra, aplaudiéndote como borregos, mientras tú, y sólo tú, dominas la cúspide? Nooooooooo, viejo, vas a morir engañado. Mira, muchos de quienes parecen tus devotos allá abajo, en realidad no están ahí porque necesiten vitorearte, sino esperando que te resbales para caerte a cuchillazos. Ingenuo o envanecido, te regocijas con la palmadita lisonjera, sin saber que ese gregario tan simpático que te sonríe, aprieta en su mano derecha la piedra con la cual podría descalabrarte. Ya te lo dije pero te lo repito: enseñorearse en las alturas trae sus consecuencias".

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