martes, 16 de febrero de 2016

Benigno: Un congo que se resiste a "morir"

Un Congo especial, Benigno Hernández. 
Parte de su historia está aquí en el RADAR.

Un escrito de Liney Escorcia...
Fotos de Harold Pérez.

RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
Benigno: Un congo que se resiste a "morir"
 Por Liney Escorcia
De NBNoticias

¡Viva el Congo Grande, qué viva!


Ese estribillo es como un gusanito que le provoca “cosquillas” y por ende movimiento de su cuerpo a Benigno Hernández Martínez, un hacedor del Carnaval que lleva más de la mitad de su vida -67 años- orgullosamente miembro del Congo Grande.

Y es que nadie pudiera imaginar que detrás de esa figura de hombre pasivo, de baja estatura y contextura delgada se esconde un Congo que sobre sus sienes acumula centenares de carnavales, de vivencias, de anécdotas y todo, gracias a la danza que le ha permitido alargar su existencia en esta Tierra, no en vano el próximo 18 de marzo llegará a su cumpleaños número 82.

“Yo nací en el barrio Montecristo, imagínese más carnavalero que pa’ donde, yo veía y sentía ese llamado del tambor y como todo pelao me inventé con mis amigos medio disfrazarnos con papeles y al sonar de latas salíamos a divertirnos en la danza de la “Burramocha”. Pero a los 15 años llegó mi hora, primero durante dos años lo hice disfrazado de toro, después me decidí a salir de Congo” advierte.

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Ponerse el vestido de Congo, es para Benigno es un momento que le cuesta describir, 
por todo el cúmulo de emociones que le genera. Fotos Harold Pérez NBNoticias

Conocer a los precursores de la danza, Nicolás Núñez Cabeza y Dionisio Muñoz Guerrero y estar siempre allí rondándolos, le permitió recibir el “llamado” para consumar su sueño, imaginario que se convertiría en la razón de su vida.


Recuerda sus aguerridas peleas con la danza de “El Torito” de Rebolo, cada vez que se cruzaban en tarima, cuando el Carnaval vivía su esplendor en el Paseo Bolívar “nos dábamos con el codo, hasta que un día le partieron la cabeza a uno de nuestros integrantes, pero era algo sano, era sólo el roce del Carnaval” asegura Benigno.


Es un hombre saludable, su única enfermedad tiene nombre propio “carnaval”, porque cuando siente el tambor, su humanidad se estremece “yo no me enfermo, a veces sólo me da gripa. Yo creo que tantos años caminando y disfrutando mi fiesta, me han hecho más fuerte”.

Benigno Hernández, es un hombre sano, luchador de la vida y un incansable hacedor de nuestro Carnaval.
Benigno Hernández, es un hombre sano, luchador de la vida y un incansable 
hacedor de nuestro Carnaval.

Y es que uno le habla de Carnaval y sus ojos adquieren un brillo especial, sus delgadas manos gesticulan y advierten que es la fiesta que lo ha mantenido con vida e incluso, le ha ayudado a sobrellevar adversidades que el destino ha puesto en su camino.

“una sola vez he dejado de vestirme de Congo. Eso fue hace 34 años, cuando murió una de mis hijas y no tuve fuerzas para salir en Carnaval, aunque ella sabía que yo moría por mi Congo” relata Benigno.

Mientras escucho y observo sus movimientos en casa de otro hijo de esta danza, Adolfo Maury, Benigno repasa mentalmente todo lo que ha hecho vestido de Congo, hasta ennoviarse y conseguirse como dice él “uno que otro chicharrón” refiriéndose a mujeres que encontró en su colorido camino.

Maury lo mira con respeto y admiración y advierte que Benigno es un “super Congo”, alguien que ha dejado muy en alto la danza del Congo Grande “desde que tengo uso de razón “el gordo” como le decimos por cariño,  ha estado ahí fiel al Congo, tanto que lleva tres años diciendo que ya no va más y cuando llegan los días del Carnaval se le olvida y nos pone a correr pidiendo vestido”, nos cuenta entre risas.

Ni siquiera su lesión cervical –tiene 4 vértebras- seriamente afectadas, ha logrado frenarlo “lo único que de cosa he aceptado es no ponerme el turbante, pero ahí sigo firme, no sé hasta cuándo, sólo Dios sabe. Este año ya no iba más, pensé en ponerme mi vestido del año pasado y esperar a los muchachos que vinieran del desfile, pero cuando quise mirar, mis hijos me lo habían tirado a la basura, así que me dije voy de nuevo y pedí el vestido para salir en este Carnaval”.

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Hace dos años se olvidó de su lesión cervical y salió con su turbante en 
la Batalla de Flores. 
Los aplausos del público le hicieron olvidar el dolor.

En el registro de esta danza, él, Benigno Hernández Martínez, padre de seis hijos, dos de ellos fallecidos, es el Congo más viejo del Carnaval de Barranquilla, hecho que lo llena de orgullo, pero también de nostalgia, por todos los amigos que se han ido quedando en el camino de la vida “cada año uno se alegraba de compartir con ellos, de verlos, tomarse unas cervecitas, pero hoy ya no están”.

El  legado de su familia

A Benigno lo tranquiliza que su pasión por la danza del Congo, no morirá con él, pues su hijo Freddy Enrique lleva 38 años portando esta tradición y con él, varios de sus nietos también han dado el salto “varios de mis nietos les gusta, pero incluso, una de mis nueras dijo que no salieran, porque se iban a volver borrachones” sostiene entre risas.


Mira de reojo el Congo en la sala de Adolfo Maury y su rostro se transforma. Cada arruga de su piel tiene una historia, un camino recorrido, un vestido maltrecho y un Congo desgastado, producto de los avatares que deja la fiesta más importante del Caribe colombiano.

Su amor por la danza del Congo Grande, traspasó dos de sus generaciones, pues ya hasta sus nietos se han dejado seducir por esta pasión.
Su amor por la danza del Congo Grande, traspasó dos de sus generaciones, 
pues ya hasta sus nietos se han dejado seducir por esta pasión.

Habla de la muerte con absoluta tranquilidad “he visto morir a dos de mis hijos y uno de crianza, por eso me preparo, porque sé que cualquier día me iré de este mundo”, partida que la sueña y de la que, además, ya dejó un mandato entre sus amigos y compañeros de la danza “quiero que me vistan de Congo, que vayan danzando, que haya música y beban ron, porque no quiero tristezas”.

En su humilde casa del barrio Los Andes, Benigno sólo tiene un vestido, el último, el que acaba de colgar en estos carnavales hace sólo dos semanas, porque los anteriores se pasean por el mundo en manos de sus familiares “cada año antes de terminar ya me lo están pidiendo, es que a todos les gusta” señala entre risas.

Es un hombre que nos enseña mucho, pues tiene la fortaleza de ese toro que un día vistió para gozarse el Carnaval, la paciencia de Job con todo lo que ha sido su vida, quizá rodeado de pocas cosas materiales, pero inundado del cariño sincero que le profesan quienes lo ven como el eterno “cabeza de cuadrilla” del Congo Grande.

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Benigno ha recibido varios reconocimientos por su trayectoria en el Congo, 
danza a la que le ha dedicado 67 de los 82 años que tiene de vida.

Atrás quedó su trabajo de albañil. Ahora está dedicado a su amada Beatriz, la compañera que la vida le dio y con la que lleva compartiendo 54 años de amor por el “Congo” y haciéndole el quite a una penosa enfermedad que la aqueja. Y aunque en el reinado de Daniela Cepeda, Benigno dijo que amaba más al Congo que a su mujer, ahora ríe y advierte que es mentira, ella es la razón de su existir, por eso no le importa caminar y bregar con ella por sus citas médicas, por la atención que tristemente le niegan a miles de colombianos como él.

Mira el Congo y por ahora dice que no saldrá más, así también lo dijo el año antepasado, pasado y éste, pero el imán que le transmite el turbante sobre sus sienes lo hace resistirse.

“El Congo, el carnaval para mí son una pasión, algo que no puedo describir, algo que no puedo dejar morir dentro de mí” sentenció.

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