Parte de su historia está aquí en el RADAR.
Un escrito de Liney Escorcia...
Fotos de Harold Pérez.
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Benigno: Un congo que se resiste a "morir"
Por Liney Escorcia
De NBNoticias
¡Viva el Congo Grande, qué viva!
Ese estribillo es como un gusanito que 
le provoca “cosquillas” y por ende movimiento de su cuerpo a Benigno 
Hernández Martínez, un hacedor del Carnaval que lleva más de la mitad de
 su vida -67 años- orgullosamente miembro del Congo Grande.
Y es que nadie pudiera imaginar que 
detrás de esa figura de hombre pasivo, de baja estatura y contextura 
delgada se esconde un Congo que sobre sus sienes acumula centenares de 
carnavales, de vivencias, de anécdotas y todo, gracias a la danza que le
 ha permitido alargar su existencia en esta Tierra, no en vano el 
próximo 18 de marzo llegará a su cumpleaños número 82.
“Yo nací en el barrio Montecristo, 
imagínese más carnavalero que pa’ donde, yo veía y sentía ese llamado 
del tambor y como todo pelao me inventé con mis amigos medio 
disfrazarnos con papeles y al sonar de latas salíamos a divertirnos en 
la danza de la “Burramocha”. Pero a los 15 años llegó mi hora, primero 
durante dos años lo hice disfrazado de toro, después me decidí a salir 
de Congo” advierte.

Conocer a los precursores de la danza, 
Nicolás Núñez Cabeza y Dionisio Muñoz Guerrero y estar siempre allí 
rondándolos, le permitió recibir el “llamado” para consumar su sueño, 
imaginario que se convertiría en la razón de su vida.
Recuerda sus aguerridas peleas con la danza de “El Torito” de Rebolo, cada vez que se cruzaban en tarima, cuando el Carnaval vivía su esplendor en el Paseo Bolívar “nos dábamos con el codo, hasta que un día le partieron la cabeza a uno de nuestros integrantes, pero era algo sano, era sólo el roce del Carnaval” asegura Benigno.
Es un hombre saludable, su única enfermedad tiene nombre propio “carnaval”, porque cuando siente el tambor, su humanidad se estremece “yo no me enfermo, a veces sólo me da gripa. Yo creo que tantos años caminando y disfrutando mi fiesta, me han hecho más fuerte”.

Y es que uno le habla de Carnaval y sus 
ojos adquieren un brillo especial, sus delgadas manos gesticulan y 
advierten que es la fiesta que lo ha mantenido con vida e incluso, le ha
 ayudado a sobrellevar adversidades que el destino ha puesto en su 
camino.
“una sola vez he dejado de vestirme de 
Congo. Eso fue hace 34 años, cuando murió una de mis hijas y no tuve 
fuerzas para salir en Carnaval, aunque ella sabía que yo moría por mi 
Congo” relata Benigno.
Mientras escucho y observo sus 
movimientos en casa de otro hijo de esta danza, Adolfo Maury, Benigno 
repasa mentalmente todo lo que ha hecho vestido de Congo, hasta 
ennoviarse y conseguirse como dice él “uno que otro chicharrón” 
refiriéndose a mujeres que encontró en su colorido camino.
Maury lo mira con respeto y admiración y
 advierte que Benigno es un “super Congo”, alguien que ha dejado muy en 
alto la danza del Congo Grande “desde que tengo uso de razón “el gordo” 
como le decimos por cariño,  ha estado ahí fiel al Congo, tanto que 
lleva tres años diciendo que ya no va más y cuando llegan los días del 
Carnaval se le olvida y nos pone a correr pidiendo vestido”, nos cuenta 
entre risas.
Ni siquiera su lesión cervical –tiene 4 
vértebras- seriamente afectadas, ha logrado frenarlo “lo único que de 
cosa he aceptado es no ponerme el turbante, pero ahí sigo firme, no sé 
hasta cuándo, sólo Dios sabe. Este año ya no iba más, pensé en ponerme 
mi vestido del año pasado y esperar a los muchachos que vinieran del 
desfile, pero cuando quise mirar, mis hijos me lo habían tirado a la 
basura, así que me dije voy de nuevo y pedí el vestido para salir en 
este Carnaval”.

En el registro de esta danza, él, 
Benigno Hernández Martínez, padre de seis hijos, dos de ellos fallecidos,
 es el Congo más viejo del Carnaval de Barranquilla, hecho que lo llena 
de orgullo, pero también de nostalgia, por todos los amigos que se han 
ido quedando en el camino de la vida “cada año uno se alegraba de 
compartir con ellos, de verlos, tomarse unas cervecitas, pero hoy ya no 
están”.
El  legado de su familia
A Benigno lo tranquiliza que su pasión 
por la danza del Congo, no morirá con él, pues su hijo Freddy Enrique 
lleva 38 años portando esta tradición y con él, varios de sus nietos 
también han dado el salto “varios de mis nietos les gusta, pero incluso,
 una de mis nueras dijo que no salieran, porque se iban a volver 
borrachones” sostiene entre risas.
Mira de reojo el Congo en la sala de Adolfo Maury y su rostro se transforma. Cada arruga de su piel tiene una historia, un camino recorrido, un vestido maltrecho y un Congo desgastado, producto de los avatares que deja la fiesta más importante del Caribe colombiano.

Habla de la muerte con absoluta 
tranquilidad “he visto morir a dos de mis hijos y uno de crianza, por 
eso me preparo, porque sé que cualquier día me iré de este mundo”, 
partida que la sueña y de la que, además, ya dejó un mandato entre sus 
amigos y compañeros de la danza “quiero que me vistan de Congo, que 
vayan danzando, que haya música y beban ron, porque no quiero 
tristezas”.
En su humilde casa del barrio Los Andes,
 Benigno sólo tiene un vestido, el último, el que acaba de colgar en 
estos carnavales hace sólo dos semanas, porque los anteriores se pasean 
por el mundo en manos de sus familiares “cada año antes de terminar ya 
me lo están pidiendo, es que a todos les gusta” señala entre risas.
Es un hombre que nos enseña mucho, pues 
tiene la fortaleza de ese toro que un día vistió para gozarse el 
Carnaval, la paciencia de Job con todo lo que ha sido su vida, quizá 
rodeado de pocas cosas materiales, pero inundado del cariño sincero que 
le profesan quienes lo ven como el eterno “cabeza de cuadrilla” del 
Congo Grande.

Atrás quedó su trabajo de albañil. Ahora
 está dedicado a su amada Beatriz, la compañera que la vida le dio y con
 la que lleva compartiendo 54 años de amor por el “Congo” y haciéndole 
el quite a una penosa enfermedad que la aqueja. Y aunque en el reinado 
de Daniela Cepeda, Benigno dijo que amaba más al Congo que a su mujer, 
ahora ríe y advierte que es mentira, ella es la razón de su existir, por
 eso no le importa caminar y bregar con ella por sus citas médicas, por 
la atención que tristemente le niegan a miles de colombianos como él.
Mira el Congo y por ahora dice que no 
saldrá más, así también lo dijo el año antepasado, pasado y éste, pero 
el imán que le transmite el turbante sobre sus sienes lo hace 
resistirse.
“El Congo, el carnaval para mí son una 
pasión, algo que no puedo describir, algo que no puedo dejar morir 
dentro de mí” sentenció.

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