Como periodista tengo acceso a muchas redes.
Y en una que tenemos nos expresamos muchos comunicadores de Barranquilla y de la región Caribe.
Por una de esas redes me llegó esta carta que Jorge Arabia Watemberg le escribió a un grupo de personas cercanas y que los amigos de Semana lograron socializar por su medio.
Cuando te pones a leer esa experiencia triste de Jorge Arabia, deben pasar por tu mente muchísimas cosas. "Pobre tipo". "Qué vaina tan jodida". "¿Aprendería?". ¿Qué va a pasar con su vida?". "Está bueno lo que le pasó por arrogante". "Por lo menos pidió perdón". "La prepotencia no es buena para el ser humano"... en fin. Tantas cosas que pueden pasar por nuestras mentes.
A mí, se los digo, me da tristeza lo que le pasó a Jorge. Una oración por su alma... Lo bueno de todo esto es que Jorge si aprendió y pidió perdón...
Vamos a leer esta carta, que le va a servir muchísimo a todos nuestros lectores.
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
Nación | 2014/09/27 22:00
Jorge Arabia
Watemberg fue durante varios años la mano derecha de Rodrigo Jaramillo
Correa, presidente del Grupo InterBolsa. Entró a la organización en 2004
como vicepresidente administrativo y pronto pasó a ser el
vicepresidente financiero.
Aunque no
manejó clientes o corredores de bolsa ni tampoco tuvo un vínculo directo
con las áreas de operaciones y de riesgos, fue un testigo privilegiado
de todos los movimientos que ocurrían al interior de InterBolsa. Por
eso, su testimonio y pruebas son tan valiosos para las investigaciones
que adelantan las distintas autoridades, entre ellas, la Fiscalía, para
conocer en realidad qué pasó y qué destino tomaron muchos de los dineros
invertidos en este grupo financiero.
SEMANA
tuvo acceso a una carta escrita por Jorge Arabia, dirigida a su círculo
más cercano en el que reconoce sus errores y pide perdón por lo que
pasó. Es la primera vez que una persona vinculada con la debacle de
InterBolsa muestra arrepentimiento por lo sucedido.
En
la carta que sigue a continuación, Arabia invita a los jóvenes,
empresarios y ejecutivos a redefinir sus principios de vida y valores en
el mundo de los negocios.
“Antes de
entrar a InterBolsa el 15 de junio de 2004 yo era un ejecutivo que traía
una carrera brillante; y que me había preparado toda la vida para
sobresalir en el campo de los negocios y en cualquier actividad que
quisiese emprender. Había estudiado en el exterior donde había obtenido
un título y una maestría en Administración de Empresas con énfasis en
Finanzas de una prestigiosa universidad, siempre ocupando puestos de
vanguardia dentro de mi clase. En el colegio me había graduado como el
mejor estudiante de mi promoción en 1988 y había obtenido también los
premios a mejor estudiante en matemáticas y español. Después también
estuve en una de las mejores universidades del mundo, donde hice varios
cursos avanzados de administración y finanzas. Siempre fui una persona
destacada y le di muchas alegrías a mis padres en este campo.
Aparentemente me destacaba en todo lo que hacía. Era sobresaliente en
los deportes que practicaba como la natación y el fútbol donde obtuve
varios trofeos y medallas. Sentía que la gente me quería y que tenía muy
buenos amigos. Todo en la vida me sonreía. Y yo cada vez aprovechaba
todos estos logros para sentirme más poderoso, más inteligente y más
arrogante. Estaba seguro que iba a seguir cosechando en mi vida solo
triunfos, dinero, fama y poder.Nada me iba a detener. Nada me hacía
falta. Sin embargo, debo reconocer que crecí dentro de una familia muy
unida y con unos principios morales y éticos muy fuertes que
desafortunadamente no vine a valorar del todo hasta que la vida me
mostró la cruda realidad.
Empecé a
trabajar en 1992 a la edad de 22 años en una prestigiosa compañía
industrial donde alcancé un cargo muy importante muy rápidamente,
después estuve en el negocio familiar donde contribuí a sortear una muy
difícil situación que permitió que el negocio de la familia de más de 50
años se salvara de una profunda crisis y con esto lograr salvarle el
empleo a más de 300 personas. Pasé por el sector público donde tuve
acceso de primera mano a cómo se manejaba el poder en Colombia. Después
volví al sector privado a un conglomerado líder en el país donde tuve la
oportunidad de crear una unidad de negocios muy grande e importante,
que hoy es uno de los referentes del país en su campo. Todo era bueno.
Yo sentía que era un gran ejecutivo y sentía que estaba destinado a
cosas maravillosas. Ganaba muy bien, tenía poder (o eso creía), tenía
acceso a todo lo que yo quería. Mi vida era una vida material y banal,
enfocada a la riqueza artificial y mundana y muy lejos de lo que es en
realidad la felicidad. Pero en ese momento yo estaba ciego y no me daba
cuenta de esto. Para mí era suficiente ganar muy buena plata, darme los
lujos que quería, saber que todo el mundo hablaba bien de mí y que yo
era un ser privilegiado por todas estas cosas. Mi vida solo tenía un
sentido y era seguir cosechando triunfos materiales para tener riqueza y
hacer lo que me diera la gana. Me olvidé de mis amigos del colegio con
los que no volví a tener contacto y también de los amigos reales que
tenía. Cada vez quería tener más conocidos y personas más influyentes a
mi lado. Mi familia pasó a un segundo plano, me distanciaba más de mis
padres y hermanos y de las personas a las que realmente les importaba.
Y
acá entra InterBolsa que fomentaba mucho más la vida superficial y
banal que ya tenía. Esta era la firma de bolsa más grande del país. El
sitio donde todo el mundo quería estar. Un sitio donde el fin
justificaba los medios y el fin era el lucro y la riqueza de pocos a
costa de muchos. Ganaba muy bien y era una de las personas más
importantes de la firma. Qué más podía pedir. La compañía empezó a
crecer y adquirió cada vez más importancia y reputación dentro del
sector financiero en Colombia. A medida que la firma crecía, también
crecía mi arrogancia y mi ambición. Ahora sí cada vez más mis
prioridades eran más riqueza y más poder. Mi familia y mi esposa cada
vez estaban más lejos. Me pasaba el tiempo con personas que también
estaban enceguecidas por la plata y el poder. Solo sentía felicidad
cuando los resultados de la compañía eran buenos y me ganaba un aumento
de sueldo o una bonificación y cuando sabía que tenía acceso a cualquier
persona que manejara el poder en Colombia. Era el magno VP Financiero
del Grupo InterBolsa y todo lo que quería lo podía hacer. No podía estar
más equivocado. Cuando yo pensaba que me estaba convirtiendo en una
gran ejecutivo y que todo alrededor de mi vida lo tenía completamente
controlado, estaba en realidad tejiendo mi propia caída y destruyendo
los principios y valores que mi familia me inculcó. Cuando yo pensaba
que era una persona llena de virtudes y pocas falencias, era en realidad
una persona llena de falencias con muy pocas virtudes.
Qué
poca persona era yo en realidad cuando pensaba que por el contrario era
la mejor versión mía. Un ser despreciable. Impulsado por la arrogancia y
la soberbia. Rodeado de personas cuyos valores también se regían por
estos principios. Me perdí buena parte de mi vida sin saber apreciar las
cosas buenas y bonitas de la vida. Esos detalles que parecen
insignificantes pero que están llenos de enseñanzas y verdadera fuerza.
Solo deseando el bien y el enriquecimiento personal, yo solo actuaba por
mi interés personal y el de absolutamente NADIE más. Era una persona
fría, malhumorada y que tendía a mirar por encima del hombro a las
personas. Yo era lo máximo y todos me debían ver así. Cuántas veces le
grité a mis compañeros de trabajo, colaboradores o las veces que
simplemente los ignoré. Las cosas se hacían a mi manera a las buenas o a
las malas, pero se hacían.
Eso era yo!!! Qué pesar y qué vergüenza. Qué
mal me siento por esto y por esas personas que recibieron ese trato
mío. Solo les pido perdón y que sepan que de verdad, hoy en día, sé que
me equivoqué y que la verdadera mala persona era yo.
Otro
de las rasgos infames que tenía era lo de no mostrar debilidades. La
gente me tenía que ver como un ser superior, que no se equivocaba, que
todo lo tenía controlado y que fácilmente controlaba los problemas y las
dificultades. Mi prioridad era yo y nadie más. Yo era inexpugnable. Ni
siquiera mi esposa y mi hija, que ya había nacido, estaban tan alto
dentro de mis prioridades. Mientras InterBolsa siguiera creciendo y yo
de la mano de ella, todo se valía. Hasta que la vida se hartó de los
excesos míos y de InterBolsa. Y viene la quiebra y el desplome.
¡Totalmente merecido, sin duda!!! La cultura de irresponsabilidad y
soberbia que dominaba la compañía era demasiado fuerte y este tipo de
conductas jamás prosperarán.
Acá sentí
que mi vida se derrumbó. Hasta estuve en una clínica durante una semana
por la crisis tan grande que tuve al ver que mi mundo se desmoronó en
mis manos. Y sabía que yo había contribuido a esa cultura y a la
posterior debacle. Yo era igual de responsable que todos los que
llevamos a InterBolsa a ese estado. ¡Yo me equivoqué! La vida me dio un
duro golpe pues estaba descarriado y yendo en una dirección contraria y
equivocada. Llevo varios meses viendo las repercusiones de esta gran
debacle y de mis acciones, oyendo cómo miles de personas fueron
perjudicadas por la irresponsabilidad y arrogancia de InterBolsa. Viendo
cómo mis prioridades de vida me llevaron a ser una persona odiada,
vilipendiada por muchos, acabando con el buen nombre de mi familia.
Desde la cúspide caí al fondo, haciéndole daño y llevándome a mucha
gente por delante. Ahora solo me queda saber que me tengo que levantar
para ayudar a las personas que fueron perjudicadas, a recuperar lo que
más se pueda para estas víctimas, a esclarecer los hechos que causaron
tremendo daño, a guiar a las autoridades a encontrar las verdaderas
causas de la debacle, y sobre todo a ayudar a sentar las bases para que
en este país no se vuelvan a presentar episodios tan deplorables como el
de InterBolsa.
Este escándalo ha sido el
momento más duro de mi vida. Ver el nombre propio en los medios de
comunicación asociado al más grande descalabro financiero de la historia
del país, y siendo investigado por las autoridades y muy seguramente
expuesto a multas y sanciones personales y profesionales muy fuertes,
además del rechazo social. Cuando en el pasado pensé que iba a pasar a
la historia como un gran ejecutivo y por mis grandes habilidades y
capacidades, lo voy a hacer como una de las personas que fueron
protagonistas de un capítulo infame de la historia del país.
Pero hoy
miro atrás y siento que es merecido y, que sin embargo, todo este
sufrimiento me ha hecho una mejor persona. Ya sé cuáles son las
prioridades de mi vida. Me hacen feliz cosas muy pequeñas como la
sonrisa de mi hija o una llamada o un correo de un compañero del
colegio. Ya sé quiénes son mis verdaderos amigos, volví a acercarme a mi
familia y solo estar con ellos me produce bienestar y alegría. He
hablado con mucha gente que fue perjudicada por mi conducta y por
InterBolsa y he puesto la cara para que haya esperanzas de recuperación
de los recursos de los clientes que confiaron en mí y en InterBolsa. Por
eso he venido colaborando incondicionalmente con las autoridades y lo
seguiré haciendo indefinidamente con fuerza y determinación para que las
víctimas puedan ser resarcidas y que la justicia prospere. Mi objetivo
es este y que a través de mi colaboración y de mi compromiso con las
autoridades y las víctimas se pueda recuperar una buena parte de los
recursos comprometidos y que a través de las verdaderas enseñanzas de
este triste episodio NUNCA se vuelva a presentar una situación semejante
logrando la consolidación del mercado de valores y de capitales del
país.
Pido perdón por haber sido parte
de esta debacle, por haber contribuido al sufrimiento de muchas personas
que confiaron en mí, por haber puesto el bienestar material por encima
del bienestar familiar, espiritual y de la comunidad. ¡Qué equivocado y
descarriado estaba! ¡Qué mal ejemplo le he dado a mucha gente! Pero
tengo la tranquilidad de que he sabido entender el mensaje que Dios me
ha enviado con toda esta situación y que me ha permitido acercarme a ÉL,
a mi familia, a mis verdaderos amigos y a mí mismo. Me equivoqué de
manera monumental y reconozco que no he sido una buena persona. Sin
embargo, seguiré luchando para levantarme y utilizar esta experiencia
para resarcirme con el país y con todas las personas a las que les he
fallado. Debo dejar claro que yo no tuve ningún lucro personal,
diferente a los relacionados a mi condición laboral en InterBolsa, pero
no tuve la entereza ni la convicción de parar esas conductas que la
llevaron al fracaso. Fui partícipe y soy responsable como muchas otras
personas, que enceguecidas por la ambición y la arrogancia, afectaron la
confianza y la integridad de muchas personas.
Espero
que muchas personas me puedan perdonar y que de ahora en adelante esa
mejor persona en que me he convertido pueda trabajar más para ayudarle a
entender a muchas otras personas que la arrogancia, la ambición y la
codicia son sin duda los peores enemigos de cualquier individuo y son
los caminos directos a una vida de perdición y tristeza.
Invito
a los jóvenes, empresarios y ejecutivos de Colombia a redefinir sus
principios de vida donde la humildad, la honestidad y la generosidad
sean de verdad la fuerza impulsora de sus vidas y que esto les permita
un equilibrio en sus vidas personales, profesionales, familiares y
espirituales. Así llegará la felicidad y la verdadera razón de vivir
paralelamente con la directa contribución para construir un mejor país”.
Jorge Arabia Wartenberg
Septiembre 2014
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