La
guerra…
Nunca
la he entendido, sobre todo, con la inteligencia que tiene el ser humano.
Obviamente,
hay un pequeño grupo que obtiene grandes ganancias, pero no tiene ninguna
justificación llenar de cadáveres una sociedad diezmada ya por la pobreza, la
miseria y la tristeza. Con eso tendríamos para trabajar y cambiar la historia.
Esto
que está pasando en Colombia, no tiene justificación alguna.
Esto
lo comenta el analista: “El ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas,
descalificó al vocero de las Farc y definió su declaración como un acto de
“soberbia y cobardía”.
Claro
que es soberbia y cobardía como dice el ministro.
Y
como lo he comentado en las redes: estos colombianos no nos quieren como
colombianos. La guerra está lejos de nosotros, pero duele que mutilen los sueños de nuestros
compatriotas.
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
Análisis Ley del
Montes: Los 5 mitos de los diálogos de La Habana
Por: Óscar
Montes - @leydelmontes
Las explosiones de dos
petardos en sitios estratégicos de Bogotá, el pasado jueves, que causaron
heridas a una decena de personas, revivieron en el país el fantasma del
narcoterrorismo que tanto daño causó en los tiempos de Pablo Escobar. Como si
se tratara de una escena de las décadas de los 80 y 90, los colombianos
asistimos al triste espectáculo de ver otra vez heridos trasladados en
ambulancias y edificaciones destrozadas. El pánico se apoderó de los
ciudadanos, que hoy no saben si quedarse en sus casas enclaustrados o salir a
los centros comerciales a disfrutar de la compañía de su familia. En otras
palabras: por desgracia, volvimos al pasado.
Pese a la gravedad de los
hechos, hasta ahora no hay claridad sobre los autores intelectuales y
materiales de los mismos. Las primeras versiones de las autoridades apuntaban a
las Farc, luego el ministro del interior, Juan Fernando Cristo, responsabilizó
a la “extrema derecha” y por último tomó fuerza la versión según la cual detrás
de los atentados estaría el ELN.
Es decir, varias horas
después de los hechos, nadie sabe a ciencia cierta quién o quiénes son los
responsables de los atentados en Bogotá, lo que no hace otra cosa que alimentar
la incertidumbre y el desconcierto de los ciudadanos. Incertidumbre y
desconcierto que aumentan por cuenta de la ola de mensajes que se han difundido
en las últimas horas a través de llamadas telefónicas y redes sociales, según
los cuales habrá nuevos actos de terror.
Los ataques en Bogotá se
produjeron luego de una serie de actos de terror de las Farc en varias zonas
del país, entre ellos la voladura del oleoducto Trasandino, que dejó sin el
servicio de agua potable a Tumaco. Y ocurrieron horas después de que alias
Matías Aldecoa –negociador de las Farc en La Habana- declarara que el propósito
de la organización subversiva es “golpear la confianza inversionista”. “Pronto
–afirmó Aldecoa a la agencia económica Bloomberg– la gente va a ver la guerra
en su última fase y va a ver el número de soldados y policías que mueren”.
Ese terrorífico mensaje
por parte de uno de los delegados de las Farc en La Habana no solo causó
desconcierto en el equipo negociador del Gobierno, sino que reafirmó la
hipótesis según la cual ese grupo guerrillero estaría detrás de los atentados
en Bogotá, pues si lo que pretenden es golpear la “confianza inversionista”,
nada mejor que activar un petardo en lo que es considerado el corazón
financiero del país. El ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, descalificó
al vocero de las Farc y definió su declaración como un acto de “soberbia y
cobardía”.
Las últimas acciones de
las Farc –sin que se aclare aún su responsabilidad en los hechos de Bogotá–
prueban que la negociación en La Habana atraviesa su peor momento y que –como
lo anunció la prestigiosa revista británica The Economist– los diálogos estarían
punto de “colapsar”. “Es hora de poner en evidencia a las Farc –dice la
publicación en su análisis–. La guerrilla se retrata a sí misma como una
organización rebelde contra un Estado abusivo, pero la mayoría de los
colombianos la ven como un montón de criminales que deben mostrar remordimiento
y aceptar las reglas de la democracia”.
Así las cosas, en lo que
tiene que ver con el Gobierno, es evidente que algunas fórmulas empleadas por
sus negociadores –aunque audaces al comienzo– terminaron por desgastarse y hoy
por hoy es más el daño que producen que los beneficios que generan. Y en el
caso de las Farc, la tozudez que muestran en insistir en premisas inviables
–que pudieron tener algún sentido cuarenta años atrás- hoy sólo sirven para
reafirmar su cinismo y falta de compromiso con una salida política al
conflicto. Es necesario, pues, desvirtuar algunos mitos de la negociación para
que el país comience a tener claridad sobre los alcances de las conversaciones,
cuya suerte está hoy más comprometida que nunca. Veamos cinco de ellos.
1. La paz se hace a las
buenas o a las malas
La insistencia de Juan
Manuel Santos de hacer la paz a las buenas o a las malas terminó por
comprometer la poca credibilidad que tiene la negociación y afectar su imagen
como gobernante. Y la razón es muy sencilla: la paz se hace a las buenas con
quien quiere hacerla. Punto. A las malas lo que se hace es la guerra, cuando se
fracasa en el intento de hacer la paz. En otras palabras: si las Farc no
quieren negociar –porque así lo demuestran sus actos, no sus palabras– pues el
Gobierno no tiene otra salida que combatirlas sin ningún tipo de concesión y
sin tregua. Nadie obliga a bailar al que no quiere. La obligación
constitucional del Jefe del Estado es garantizar la integridad y la vida de los
colombianos, las mismas que hoy están comprometidas por los actos de terror de
las Farc. Llegó la hora de que Santos llame las cosas por su nombre: si no se
puede hacer la paz por las buenas con las Farc, entonces su obligación como
gobernante es combatirlas de manera implacable, que no significa –como él cree–
hacer la paz a las malas, sino cumplir con su deber.
2. Negociar en La
Habana como si no hubiera guerra en Colombia
Esta audaz iniciativa
tampoco funcionó. Y era apenas natural que así sucediera. No hay forma de
que los hechos de guerra que ocurren todos los días en Colombia no afecten la
mesa de diálogos de La Habana. Ese blindaje tan poderoso no existe. Si el
Ejército da de baja a varios guerrilleros durante un combate, ello tiene
consecuencias en la negociación, puesto que las Farc consideran que sólo una
tregua bilateral podría impedir esa acción. O si las Farc realizan actos de
terror –como matar soldados en estado de indefensión o volar oleoductos y
torres de energía– es apenas obvio que ello genera el rechazo masivo de los
colombianos y lleva a los negociadores del Gobierno a exigir la suspensión de
los mismos. La otra parte de la premisa –según la cual hay que hacer la guerra
en Colombia como si no se negociara en La Habana– también es falsa por las
mismas razones.
3. La guerra golpea la
confianza inversionista
Otra premisa absolutamente
falsa. La guerra no golpea la confianza inversionista: golpea a los más pobres,
a los más indefensos, a los más vulnerables. Lo que realmente golpea la confianza
de los inversionistas es que les cambien las reglas de juego. Y cuando eso
sucede, ellos tienen a la mano la solución: se van con su plata para otra
parte. Y si las reglas cambian, pues vuelven. Los pobres, los indefensos
y los más vulnerables no pueden irse del país. A ellos les toca soportar las
inclemencias producidas por los actos de terror de la guerrilla, como tener que
beber agua contaminada de los ríos, dejar de pescar, o no poder ver los
partidos de la Selección Colombia porque la voladura de una torre de energía
los dejó sin luz eléctrica. Son los pobres las verdaderas víctimas de las
atrocidades de las Farc, por eso son ellos quienes más las detestan. Se
equivoca alias Matías Aldecoa cuando dice que lo que persiguen las Farc es
“golpear la confianza inversionista”. Nada más absurdo y alejado de la
realidad.
4. Es mejor negociar
con dos que con uno
Desde que se iniciaron los
diálogos con las Farc, el Gobierno ha insistido en llevar a la mesa también al
ELN. Tanto es así que hasta el propio presidente Santos facilitó el traslado de
alias Gabino –jefe del ELN– y de alias Timochenko –jefe de las Farc– a La
Habana para que se reunieran. “En mi condición de Jefe de Estado y de Gobierno
facilité, con el apoyo de los países garantes y acompañantes, las condiciones
para que este encuentro se llevara a cabo, con el único propósito por supuesto
de lograr avances en la búsqueda del fin del conflicto”, afirmó Santos. Pues
bien: desde dicho encuentro lo que ha habido en el país es el fortalecimiento militar
del ELN, que cuenta ahora con el respaldo de las Farc. Ello explicaría que un
grupo guerrillero que tenía muy poca capacidad de acción –cuyos jefes se
encontraban aislados en las serranías del sur de Bolívar y Norte de Santander–
cuente hoy con la logística para estallar petardos en Bogotá. Punto. Es decir,
el encuentro de Gabino y Timochenko –facilitado por Santos– no produjo gestos
de paz, como esperaba el Presidente, sino una tenebrosa “alianza estratégica”,
encaminada a fortalecer al ELN para mejorar sus condiciones en caso de una
eventual negociación.
5. La negociación dará
impunidad a jefes de las Farc
Se equivocan los jefes de
las Farc si creen que los diálogos de La Habana les darán impunidad absoluta.
Ese sapo nadie se lo puede tragar. Ni el Gobierno, ni el fiscal General pueden
garantizarles a Timochenko, Iván Márquez y compañía que sus actos de terror
queden impunes. Ninguno de ellos está por encima del Derecho Internacional
Humanitario, que exige castigos severos para quienes cometen delitos de Lesa
Humanidad. No habrá indultos ni amnistías para ellos. Punto. Se equivoca alias
Matías Aldecoa cuando afirma que no aceptarán “ningún tipo de privación de
libertad, incluso arresto domiciliario en Cuba, ya que esto impediría
participar en política”. Como victimarias del conflicto, las Farc recibirán el
castigo correspondiente y deberán resarcir el daño causado a las víctimas, así
como adquirir el compromiso de que nunca más volverán a realizar las acciones
que causaron tanto daño a víctimas inocentes. Y eso no se negocia.
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