jueves, 19 de junio de 2014

Diez cosas locas de Corea del Norte, según uno de sus poetas más famosos

Diez cosas locas de Corea del Norte, según uno de sus poetas más famosos

Fotografía cedida sin fechar facilitada ayer, 5 de junio, por el Rodong Sinmun que muestra al líder norcoreano, Kim Jong-un (c), y su esposa, Ri Sol-ju, durante una visita a la granja Taedonggang y una fábrica procesadora en Pyongyang (Corea del Norte). EFEFotografía cedida sin fechar facilitada ayer, 5 de junio, por el Rodong Sinmun que muestra al líder norcoreano, …
Jang Jin-sung era un poeta célebre en Corea del Norte. Gracias a un poema épico que gustó al presidente Kim Jong-il, entró a formar parte de los “Admitidos”, el escogido grupo de norcoreanos que habían tenido trato cercano con el líder.
En 2004, debido a un desliz con un libro extranjero, tuvo que huir del país. Ahora se publica en inglés Dear Leader [Querido Líder], donde cuenta sus recuerdos y escapada. Jang vive en Corea del Sur. Hay muchos relatos de exiliados norcoreanos, pero menos de “Admitidos”.
Como siempre con Corea del Norte, nadie puede confirmar que todo sea verdad, pero hay pocas anécdotas en el libro que exageraciones. La mayoría encaja con las historias de otro desertor cercano a Kim, su cocinero Kenji Fujimoto. También es creíble por lo que vi cuando estuve allí. Sus palabras son más piezas para construir un puzle más preciso de la vida norcoreana. Destacan estas diez cosas.
1. Solo hay dos (o tres) ciudadanos de primera. Jang Jin-sung se acostó un día a medianoche. Al rato sonó el teléfono, era el primer secretario del Partido: “Es una citación extraordinaria”, le dijo. A la 1 de la mañana debía estar en el trabajo vestido con traje. Allí había otras figuras de su Ministerio; trabajaba en el Departamento de Propaganda.
En el patio de la oficina, unos soldados irreverentes les metieron en dos furgonetas con las cortinas de las ventanas corridas. A las 4 de la mañana llegaron a una estación de tren:
Estamos en Yongsung, una Estación de Primera Clase. En una población de 20 millones de personas, hay solo dos Ciudadanos de Primera Clase: Kim Il-sung y Kim Jong-il [los dos presidentes que había tenido Corea del Norte hasta entonces; ahora habrá un tercer Ciudadano de Primera: Kim Jong-un]. Las estaciones de primera están reservadas solo para su uso, y hay docenas por todo el país. Los techos de las estaciones están camuflados de verde para que sean difíciles de detectar desde los satélites. A nivel de suelo, los edificios no tienen carteles y están rodeados por altos muros.
Tras el tren -en el que viajaban solo siete civiles junto a los soldados-, tomaron otra furgoneta y entonces una lancha. “¿Es de la Marina?”, preguntó Jang. Un soldado le respondió que no, que la Marina no tiene embarcaciones tan rápidas. Era del cuerpo que vigila a Kim Jong-il.
Como con todos los dictadores, suele ser un cuerpo de élite, mejor preparado, con más medios y más leal qu el ejército común. Llegaron al destino a las 8.30h. Aún les harían esperar cuatro horas para ver al General.
2. Kim Jong-il, el segundo botón y su perrito. Anunciaron la llegada del General. Unos soldados rociaron con spray la silla donde se iba a sentar Kim (¿limpiador, refrescante, desinfectante?) Les dieron dos intrucciones: lavarse las manos antes de saludarle y no mirarle a los ojos, sino al segundo botón de la chaqueta.
Antes de Kim apareció su perrito, un bichón maltés. Kim llevaba sus zapatos con tacón y suela gruesa. Mientras comía se los quitó con discreción. Cuando llamó a Jang, lo vio, y recuerda: “¡El general sufre de pies hinchados! Siempre había creído que era divino, que ni siquiera necesitaba ir al baño”. Kim tampoco llamaba a nadie “camarada”, sino “tú” o “chico”. Es decepción tras decepción.
Una banda con una cantante tocó en directo una canción tradicional rusa. Kim lloró de presunta emoción. Jang vio de repente cómo los otros invitados también lloraban: “Tengo que llorar. Llevo una vida de lealtad al General. No una lealtad de pensamiento y obra, sino obediencia leal del alma. Debo llorar como mis camaradas”. Y lloró.
3. Las lucecitas y el cáliz. En Oriente las luces de colores gustan mucho. Kim Jong-il les da un curioso uso cursi:
Cada vez que traen un plato, las luces de la sala cambian a un fantasmal nuevo color. Cuando sale el plato de verduras, las luces pasan de un verde césped vivo a un morado suave: con la carne, pasan de rosa a rojo fuerte. Es sorprendente descubrir que las luces pueden formar parte de la presentación de una comida. Con el pescado, la bandeja lleva una purpurina tan espectacular que no puedo probar la comida.
Jang usó su copa para brindar con el general. Como un cáliz sagrado, una vez vuelva a su vida cotidiana, esa copa irá destinada al lugar más selecto de la casa.
4. Las chicas de la Sección 5. Las jóvenes vírgenes tienen su papel en Corea del Norte. Jang huyó del país con un miembro de la corte íntima de Kim, un músico. Así cuenta el proceso de selección de las niñas, conocidas como División de la Alegría (o “Joy Division” en inglés, como el grupo de música):
Todos los asuntos privados de Kim los lleva la Sección 5 de la Oficina del General. Por eso en Corea del Norte a las chicas guapas se las llama “de la Sección 5”. Tenemos personal en cada distrito y ciudad, y parte de sus obligaciones es buscar en los colegios de niñas a las más guapas. Solo escogen de 13 años, que es la edad cuando muchas empiezan a menstruar. Tras la selección las chicas pasan revisiones médicas anuales para enfermedades y comprobar si son vírgenes aún. A los 16 años, se hace una selección de entre todas. Las que quedan las enviamos a un curso de un año y luego a las casas de vacaciones o de caza que Kim tiene por todo el país. Reciben sus destinos a los 17 y terminan su servicio a los 24. La mayoría acaba en matrimonios preparados con guardias o con funcionarios con destinos en el extranjero. Otras llegan incluso a ser dirigentes.
La División de la Alegría no es solo sexo. Había muchos modos de divertir a Kim. Una de sus ocupaciones era por ejemplo organizar combates de boxeo entre las chicas.
Kim tenía otro grupo de hombres que hacían un trabajo raro para él. Jang sabe todo esto porque el hermano de un amigo trabaja en este instituto:
El Instituto de Ciencias Fundacional es el cuerpo académico dedicado al estudio de la salud del Querido Líder. Tres mil investigadores trabajan allí. Planean y preparan medicamentos y platos diseñados específicamente para alargar la longevidad de Kim Jong-il. Para comprobar los efectos de los medicamentos y platos, tienen una unidad de pruebas hecha por hombres seleccionados en todo el país con quienes Kim comparte enfermedades y físico.
Quizá tanta planificación puede tener algo que ver con el extendido uso de la marihuana entre las élites norcoreanas.
5. El rol previsible del escritor. Jang era escritor en Corea del Norte. Su labor era escribir libros que ensalzaran la patria y preparar textos para enviar por canales misteriosos al extranjero -sobre todo a Corea del Sur- que dieran una imagen positiva del país.
Su labor como escritor tenía poco que ver con lo que se entiende en Occidente. La inspiración, como todo, no venía del individuo, sino del Partido: “Cualquiera que escriba una obra que no haya sido asignada al escritor por el Comité Central del Sindicato de Escritores es por definición culpable de traición”. Luego debe ser aprobada.
Es interesante cómo Corea del Norte pasó del género más tradicional que le gustaba sobre todo al presidente fundador Kim Il-sung -la novela-, a la poesía. Había una razón de peso: Kim Jong-il prefería los versos. Pero hubo algo que forzó la renovación: la escasez de papel cuando la economía norcoreana se hundió en los 90.
6. Los libros numerados. Jang comenzó a ver el régimen con alguna suspicacia tras poder acceder a los poemas de Lord Byron. El libro estaba publicado en una colección llamada “de las 100 copias”: en todo el país solo había 100 ejemplares y estaban numerados. Los libros con el número 1 son para Kim. El reto a continuación era conseguir los números de una sola cifra. Muchos aspectos de la vida en Corea del Norte están regidos por una loca manera de estar cerca del líder: los números de unos libros también sirven.
Jang pudo acceder a Byron porque su padre era un alto cargo en el partido. El resto de su vida de elite y llena de ventajas proviene de esa estirpe. Para su salida de Corea del Norte, en cambio, su familia no puedo hacer nada. Ni se enteraron.
Su trabajo en Propaganda, hacía que tuviera acceso a libros extranjeros. En algunos que venían de Corea del Sur se hablaba de los Kim. Incluso esos libros tenían páginas censuradas con tinta negra, pero podían leerse al trasluz.
Jang sacaba esos libros del Ministerio para dejárselos a un amigo. Un día su amigo olvidó la mochila en el metro con uno de esos libros prohibidos. Era delito de traición. Al día siguiente, sin decir nada a nadie, ambos cogían el tren hacia la frontera china. Una parte importante del libro es el relato de esa huida.
El líder de Corea del Norte, Kim Jong-Un (c), saluda al final de un desfile militar conmemorativo del centenario del nacimiento del fundador del país, su abuelo Kim Il-Sung, el 15 de abril de 2012 en PyongyangEl líder de Corea del Norte, Kim Jong-Un (c), saluda al final de un desfile militar conmemorativo del centenario …
7. La velocidad y la bandera de Japón. En Corea del Norte el individuo cuenta poco. Hay una anécdota que ilustra hasta qué punto es así. En las primeras décadas del país, tras la Segunda Guerra Mundial, miles de coreanos que vivían en Japón volvieron al país. Regresaban con electrodomésticos y pertenencias que nadie tenía en Corea del Norte. Uno de esos lujos era el coche:
Esos coches introdujeron la sugestión peligrosa de que uno podía controlar la velocidad de su viaje, en lugar de marchar en fila al toque del Estado. De este modo, la presencia de estos inmigrantes [japoneses] era una invitación atrevida a desobedecer el cuadro tradicional de lealtad.
El régimen se inventó una excusa extraordinaria para prohibir esos coches, sobre todo los blancos: el Partido decía que Japón solo exportaba coches blancos y que en Japón solo se conducían coches rojos. ¿Por qué? Era una metáfora de su bandera y un modo de colocar su país en el centro del mundo.
8. Los edredones hechos de colillas. En un capítulo, Jang vuelve a su pueblo natal, Sariwon, a 60 kilómetros de la capital. Son los años de la hambruna. En Pyongyang y en una familia notable, los efectos se notaban menos. En Sariwon era distinto.
Junto a la estación mujeres vendían agua para lavarse la cara. Otras recogían colillas para hacer edredones y soportar mejor el invierno: “¿Cuántas colillas se necesitarán para rellenar un edredón?”, se pregunta Jang. La imagen más dura es la “brigada de los cadáveres”: funcionarios que iban por el parque para comprobar qué cuerpos que dormitaban estaban muertos.
En Corea del Norte, el arroz es la comida nacional. Mientras, según el cocinero de Kim, iba grano a grano para descartar los feos, en casa de un amigo de la infancia de Jang, los contaban para hacer con exactitud las raciones.
9. Los eslóganes y los bozales. En el libro salen unos cuantos eslóganes nacionales trágicos y curiosos a la vez:
¡Instalemos mosquiteras para protegernos de los vientos del capitalismo!
¡Instalemos ventanas con rejas!
¡Muerte por fusilamiento a quien desobedece las normas de tráfico!
¡Muerte por fusilamiento a quienes malgastan electricidad!
¡Muerte por fusilamiento a quienes diseminan culturas extranjeras!
¡Muerte por fusilamiento a quienes cotillean!
El último tendría un éxito desastroso en España. En los años más duros, Jang ve un fusilamiento en la calle. Justo antes de disparar, un soldado pone algo en la boca del condenado: era un bozal oficial, para que el muerto no criticara al régimen en los últimos segundos de vida.
10. Ni ellos saben quién se lo cree. Cuando estuve en Corea del Norte, la gran pregunta que nos hacíamos los extranjeros era: ¿todos creen en este sistema? En el libro de Jang se ve bien que ni los mismos norcoreanos saben quién cree más y quién menos. Una duda puede ser fatal. Funciona como cualquier régimen represor: un chivatazo puede ser definitivo.


Publicado originalmente en World Wide Blog

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