Prensa y seguridad (2)
Las acusaciones que se vienen presentando a nivel nacional en los medios de comunicación en contra del gobernador de La Guajira, Francisco Gómez, son directas y delicadísimas.
De acuerdo a eso, ese señor debería estar en la cárcel, para evitar desgracias.
Lo que preocupa es que ningún organismo de control le pone las manos encima… ¿Qué pasa ahí?
Quienes conocen al mandatario y lo aprecian, le han dicho al RADAR que la historia no es cómo se ha venido presentando. Y que él va a poner la cara.
RADAR,luisemilioradaconrado
Pd: María Elvira Samper, escribe fuerte
Con las alas recortadas
Por: María Elvira Samper
Nada más dramáticamente sintomático de la mala salud de una democracia que el hecho de que periodistas tengan que andar en carro blindado y con escoltas, pues la esencia del periodismo es ser libre e independiente, y un periodista que se ve obligado a vivir protegido por hombres armados es como un pájaro con las alas recortadas.
En Colombia, cerca de 100 comunicadores viven y trabajan en esas
condiciones, la libertad de prensa está bajo permanente amenaza y ejercer el
periodismo, ese que fiscaliza y denuncia, que investiga y pisa callos, que
defiende el interés público y desnuda las redes clientelistas y mafiosas, que
se alinea de lado de las víctimas y de los más vulnerables, que no hace
concesiones, ni se arrodilla, ni se vende, ni se deja manipular por el poder,
es un oficio de alto riesgo, sobre todo en regiones con fuerte presencia de
grupos ilegales.
Según la Fundación para la Libertad de Prensa, el año pasado se
registraron 158 casos de agresiones directas contra periodistas —la cifra más
alta en los últimos cuatro años—, y este ya contabiliza un atentado contra la
vida del periodista de Semana Ricardo Calderón, el asesinato de Alberto Lázaro,
director de la emisora Planeta de Cali, amenazas contra ocho comunicadores de
Valledupar y un plan para asesinar al periodista Gonzalo Guillén y a los
investigadores León Valencia y Ariel Ávila, quienes —lo mismo que Calderón— hoy
son símbolo de coraje, de valentía y de no autocensura en un ambiente
enrarecido donde campea la impunidad. Va para ellos un mensaje de solidaridad y
de admiración por no claudicar y perseverar en la investigación de oscuras
realidades como la parapolítica, las alianzas de élites políticas locales y
miembros de la Policía con el crimen organizado, la penetración de estructuras
criminales en las instituciones públicas, en zonas donde son débiles y hacen
carrera la corrupción y los negocios ilícitos como el contrabando y el tráfico
de armas y de drogas.
Es el caso de La Guajira, donde una administración mafiosa ha
impuesto la ley del terror, y donde el periodismo y la opinión están
secuestrados o sometidos por miedo a su controvertido gobernador, Juan
Francisco Gómez Cerchar, cuyo historial incluye denuncias formales por el
asesinato de Yandra Brito, exalcaldesa de Barrancas —quien lo acusó del
homicidio de su esposo—, y de La Chachi Hernández Sierra, hija de la líder de
los wayuu en Maicao, Francisca Sierra; investigaciones por peculado y
prevaricato; expedientes que lo vinculan con grupos paramilitares y una
masacre; testimonios que lo señalan como determinador de varios homicidios y
como aliado de Marcos Figueroa, jefe de una banda que controla buena parte del
narcotráfico en el departamento y en el norte del Cesar, y que lo comprometen
con el contrabando de gasolina y el tráfico de droga y lo sindican de manejos
irregulares de las regalías del Cerrejón.
Un prontuario que salió a flote gracias a las investigaciones de
Semana —en asocio con Verdadabierta.com— y de la Corporación Nuevo Arco Iris
cuando de ella hacían parte Valencia y Ávila, y sobre el cual callan por miedo
en el departamento. Un historial tenebroso que abre interrogantes sobre las
razones por las cuales el gobierno central y la justicia no han actuado, y que
alimenta la hipótesis de que Gómez sería el cerebro detrás del macabro plan
para asesinar a los dos investigadores y a Guillén, que adelantaba una
investigación para un documental sobre contrabando de gasolina y tráfico de
droga en La Guajira. El caso exige acciones rápidas y concretas de la Fiscalía,
la Procuraduría y el Gobierno. No más la retórica de las investigaciones
exhaustivas, no basta la condena de las amenazas y la violencia. No más
impunidad.
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