lunes, 14 de noviembre de 2011

Mejor ahogado que achicharrado, por Amado Ucrós

La narración que nos hace don Antonio Celia Cozzarelli, nos enseña que los milagros existen y que debemos estar agradecidos con Dios, porque nos permite estar en este mundo.
Don Antonio es uno de los sobrevivientes del hundimiento e incendio del buque El Orazio y él mismo lo cuenta en la tertulia que nos presenta el colega Amado Ucrós por nuestro blog.
Una buena historia...

LuisEmilioRadaC
Pd: Mejor ahogado que...
 
En Tertulia
------------- 
MEJOR AHOGADO QUE ACHICHARRADO
Por: Amado de J. Ucrós
Narrando el incendio y hundimiento del barco Italiano EL ORAZIO, aquello parecía la descripción  de una película de suspenso.  Fueron dos horas de tensión y distención al mismo tiempo.  A los ocho años de edad pensaba que era mejor morir ahogado que achicharrado. Antonio Celia Cozzarelli.
Aquí extracto apartes de la Tertulia “De Abuelos a Nietos”. Los oficios de los inmigrantes para el cual fue invitado especial don Antonio Celia por parte de la Fundación Jardines de la Memoria, charla  que se llevó a cabo en el centro Industrial Marisol de la vía 40, en Barranquilla, la semana anterior. 
Conversador nato el Ítalo – Barranquillero, don Antonio fue el encargado de contar sobre los primeros Italianos que ingresaron al país por Barranquilla, entre los que estuvo su padre Antonio Celia Vitola, oriundo de Morano Cálabro, provincia de Cosenza – Italia.
Morano hoy es una comuna que no pasa al parecer de 8 mil habitantes, edificada sobre las laderas del Monte Pollino en donde está construido el Castillo Normando, considerado por la Unesco, como de gran atractivo turístico.
Don Antonio Celia interactuó en la conversación con William Salgado, quién hizo de moderador y reportero al mismo tiempo, pues era el encargado que el tertuliante ahondara más en unos temas que en otros. 
Apartes breves, pero muy breves a excepción de la película de suspenso “INCENDIO DEL ORAZIO” que ampliaremos un poco más, será lo que comentaremos de la amena charla.
Dijo el señor Celia, que su padre del que lleva su mismo nombre, salió de Italia a la edad de 15 años junto a otros jóvenes de su misma edad, solo con el propósito de descubrir nuevos mundos en la América.
A mi padre, como a los  demás, le tocó hacer de todo. “Se desempeñó de mesero, vendió lotería, frutas etc. Se le medían a todo lo que fuere trabajo honrado, con el ánimo de conseguir plata”.

COSA CURIOSA:
Generalmente los jóvenes se van de casa, cuando están mal económicamente, ó en conflicto, pero en el caso de don Antonio papá, las cosas fueron diferentes. Sus padres eran campesinos con recursos pues tenían fincas de higo, de árboles frutales, de uvas, de olivo y además exportaban higo seco a los Estados Unidos. Es decir los viejos más viejos tenían plata. No había necesidad de puyar el burro.
Comenta el expositor “que su papá se vino sin el permiso  de sus progenitores, pero lo hacían más por ese espíritu aventurero del Italiano por descubrir nuevos mundos”. Pregúntenselo a Cristóbal Colón, digo yo acá.
EL ORIGINAL
Don Antonio  el original de Morano Cálabro entró a Colombia por Barranquilla proveniente de Buenos Aires a donde había llegado procedente de Italia. Después pasó a Montevideo, Santos y Porto Alegre, Brasil.
Aquí en Barranquilla se embarcó para Ciénaga – Magdalena en donde ya tenía dos hermanos. Cienaga para la época  era más importante que Barranquilla, tenía la frutera de Sevilla y pagaban en doblones de oro, ni siquiera en dollares, acotó Celia Cozzarelli.  
En Ciénaga los Celia montaron su negocio y 100 años después todavía subsiste una placa en bronce sobre una puerta pintada de verde que pesa como dos toneladas que dice Celia Hermanos.
Antonio Celia Vitola vivió en Ciénaga por espacio de once años. Casi se volvió un Ítalo – Cienaguero, aficionado al sancocho de pescado, comenta su hijo. Sus dos hermanos regresaron a Italia, un poco afectados por el clima húmedo de Ciénaga.  
APORTE AL COMERCIO y la INDUSTRIA.-
Don Antonio el original, solo en Ciénaga, busca y se asocia con Don Blas Barletta, un holandés que compra en Barranquilla una fábrica de zapatos sin ser zapatero ni conocer de zapatería. Dios proveerá le dijo Barletta a Celia, cuando este lo interrogó sobra la inversión.
La fábrica de zapatos fue comprada al abuelo de don Roberto Echeverría. Esta fue ampliada y se conformó lo que se llamó la fábrica de zapatos FAITALA, que funcionó hasta hace poco. Yo trabajé ahí dos años, dice Antonio Celia Cozzarelli.
APORTE AL TRABAJO
 La fabrica Faitala, comenzó produciendo cuatro mil pares de zapatos mensuales. Hubo obreros que fueron traídos directamente de Italia. Estos le enseñaron a los barranquilleros, los que después sobrepasaron a los italianos en la fabricación del calzado.
El aporte de los Inmigrantes Italianos y Europeos en la economía de la ciudad es y fue muy importante en esa época dice Antonio Celia, hijo.
“Todo entraba por Barranquilla. Aquí estaba la Fca. de Textiles Marysol. El Hotel Astoria. Las artes y la culinaria también jugaron un papel importantes. Todo entraba por vía marítima a Barranquilla y de aquí para el interior del país.  

LA COMIDA ITALIANA:
Hablar de los Italianos en Barranquilla, es hablar de los Celia. Todos ellos le han hecho su aporte a la ciudad desde donde les ha tocado actuar o trabajar. Han echado raíces en Curramba. 
William Salgado, quién ofició de moderador y periodista, con la venia del tertuliante le preguntó a Carla Celia sobre la herencia culinaria en el restaurante de la familia.  Se llama Nonna Rosa. Lo administra junto con un hermano.

“Nonna Rosa era mi mamá dice Carla. Las recetas eran de ella que la tercera generación las prepara aún, con otras recetas más actualizadas de hoy. Comemos pasta tres veces a la semana. Lunes, viernes y Domingos. La pasta es sagrada en Italia, allá se come todos los días. Hacia el norte es el rizzoto lo que se consume”.
Después del interviú con Carla, el moderador regreso la palabra a Don Antonio hijo, quién tiene en su haber  ser columnista de tema libre en el periódico EL HERALDO.  

¿CÓMO NACIÓ ESA COLUMNA?
Cualquier día a don Antonio hijo que tiene más cara de cura que de otra cosa se le dio por Ir a cine a ver la película LA COSA MAS DULCE, que según él es la película más obscena que ha visto. “Vulgaridades que no se pueden repetir. Eso me dio tanta rabia porque la censura era para niños de 12 años. Escribí un articulito y se lo mandé a Juan B. Fernández me lo publicó y me dice: Oye!, pero escribes bien, a lo que Celia respondió, qué, que voy a saber yo.
Juan B. Insistió y don Antonio comenzó a escribir su columna  mensualmente, después, cada quince días y ahora semanal. Lleva ocho años y dice distraerse y ejercitar la memoria, pero él aclara que no es un escritor, sino un dilectante, es decir no un experto, ni diestro, sino un amateur.
La columna pasa por un cedazo muy rígido, su señora esposa quién la revisa, sí ella no le da el visto bueno, es probable que vaya a parar al cesto ó definitivamente se haga de nuevo.

INCENDIO – SANTO Y MILAGRO
El santo de la familia se llama San Antonio de Padua. Ese fue el Santo al cual se encomendó don Antonio Celia Cozzarelli, cuando apenas tenía ocho años de edad, salvando su vida y el resto de la parentela al salir ileso del incendio del  barco Orazio con el resto de la familia. El milagro se había consumado.
San Antonio, santo Franciscano de origen Portugués, sacerdote y doctor de la Iglesia, que ejerció en el norte de Italia  por allá por el año 1219. Su especialidad era hacer milagro.
Don Antonio a los tertulianos narró esa odisea con lujo de detalles, como si hubiese sido ayer, haciendo visible una memoria absolutamente prodigiosa para recordar acontecimientos.
Sin puntos ni comas don Antonio comenzó. “Fue por allá en el año 39 o 40. Viajamos a Italia mi papá, mamá, mi hermana y yo.  De regreso y, a los dos días de viaje estalló un incendio en el barco.  Era de madrugada y dormíamos. Para no alarmarnos pensaron que podían apagar el incendio, en vez de agua salía humo”.
“Abrimos la puerta del camarote y el único sitio por donde podíamos salir estaba en llamas. Nos tocó atravesar la escalera ardiendo, llegamos al salón comedor, y ese barco se bamboleaba por las olas y el piano rodaba de un lado a otro escuchándose un estrepitoso y ensordecedor ruido, como en la colosal película del Titanic. Estuvimos perdidos en el barco ORAZIO que era grandísimo por espacio de 24 horas”.
“El telegrafista murió ahí carbonizado mandando mensajes. Desde luego no había las comunicaciones de hoy. Era pleno invierno, había neblina, no nos localizábamos unos a otros. Eso era tremendo. Hubo alrededor de 200 muertos”.
Efectivamente el periódico ABC, de España del 24 de enero de 1.940 titulaba: MÁS DE CIEN VICTIMAS EN EL INCENDIO DEL ORAZIO. Eran 47 pasajeros y 60 tripulantes, dándole crédito a una información suministrada por la agencia EFE que recogía un informe de la compañía TIRRENIA, propietario del Orazio”. Al parecer más gente quemada siguió muriendo en los días siguientes.
“Afortunadamente, gracias a Dios y san Antonio que es nuestro santo nos salvamos la familia completa, dijo Antonio Celia. Me acuerdo perfectamente, eso no se me puede olvidar. Hubo gente que se suicido. Cosa dantesca”.  
“Un padre Andrade  oriundo del interior se le quemó la sotana, murió calcinado. Los que portaban salvavidas salieron mal librados ya que eran de corcho y se incendiaban rápidamente. Un amigo nuestro Giovanni Masantí que el papá es de acá se dedicó a salvar vidas”.  Este se salvo. 
EL MILAGRO
Llegó un momento, cuenta en su relato Celia Cozzarelli, que empezaron a bajar a la gente. Cuando me van a bajar a mí amarrado con una cabuya, antes de ir yo, llevaban en un canasto a un recién nacido y en ese preciso momento, el barco se ladeó y el pequeño murió quemado. Fue la cosa más horrible. Celia niño, apenas con ocho años de edad, dijo para sí, mejor no me bajo. Alcanzó a reflexionar en su desesperación, mejor muero ahogado que achicharrado, y se retiró del lugar cerca a unas cenizas a calentarse y esperar la muerte.
Celia Cozzarelli  dice que ya se “había despedido de su padre, se puso a rezar, a rezar y pedirle a dios que lo iluminara. De pronto esperando la muerte, se levanto y se puso las de Villadiego. Dios lo había iluminado y puyo el burro en busca de su hermana y su papá para que lo volvieran a bajar. Cuenta que no podía abrir los ojos, pues el combustible era de nafta y ardía mucho en los ojos, por lo que se puso a gritar el nombre de Angellina su hermana hasta que lo encontraron y prácticamente lo bajaron a la fuerza”.
Don Antonio hoy, un pibe ayer de solo ocho años, una vez rescatado rompió a llorar y llorar, allí solo en un camarote. Cuenta que “cuatro horas después apareció su hermana, pero su papá ni su mamá aparecían, por lo que se dedicó con su hermana a voltear los cadáveres de los rescatados para ver si encontraban a sus progenitores. Era de noche. El resultado  negativo. Era un buque inmenso”.
Al día siguiente apareció el viejo Antonio el de Morano, en el mismo barco donde estaban ellos. Ya eran tres dice Celia Cozarelli, pero no aparecía doña Rossina. Habían pasado seis días y la daban por muerta. Todos estaban de luto.
SORPRESA MILAGROSA.
Estando en ese trance tan angustioso, dice don Antonio Celia Cozzarelli, porque Toño Celia, el magnate y viajero empedernido no estaba ni en proyecto para la época del siniestro, que les “avisaron que venía un acorazado Francés que había recogido unos cuantos náufragos y los había llevado a Marsella. De Marsella llegaron a Génova. Fuimos al muelle, cuando vimos a mi mamá que viene  también de luto de nosotros con dos marineros que la traían semi cargada y medio ciega por la humareda recibida en los ojos”. “Bueno se imaginan uds ese encuentro. Ella nos daba por muertos y nosotros a ella también. Ese fue el final feliz”. Aplausos extensos. Estaban muertos pero de la alegría, de la felicidad al verse todos sanos y salvos, gracias a dios y san Antonio que metieron la mano. Don Antonio, el columnista con 79  años a cuesta.  Reza todos los días dos padres nuestros al acostarse y levantarse a este santo milagroso. Lo mismo hizo su padre y lo mismo hace la tercera generación. Santo franciscano de quién heredaron el nombre.

A MANERA DE CONCLUSION.-
Don Antonio Celia Cozzarelli, 71 años después de ocurrida esa tragedia y que vivió en carne propia siendo un niño hizo vivir a los tertulianos asistentes, momentos de tensión, expectativa y distracción dado lo ameno con que narró los acontecimientos, pero sobre todo la claridad mental que tiene a sus años.
Comparando aspectos de su narrativa, con la publicación de los hechos del momento por la prensa de la época encontramos verdadera coincidencia. Por ejemplo, el ABC, de Madrid, tituló los NAUFRAGOS LLEGAN A GENOVA. La mayor parte de los náufragos del Orazio han llegado a Génova a bordo del “Recca”, “ConteBiancamano” y el “Colombo”.
“Durante el desembarco se han producido escenas de gran emoción. Las autoridades locales han recibido con toda clase de consideraciones a los salvados. Algunos heridos de gravedad han sido hospitalizados.  Según declaraciones de algunos náufragos parece que el incendio se debió a la  explosión  a un depósito de mazut.

No hay comentarios:

Publicar un comentario