lunes, 21 de marzo de 2011

Los besos de Lluvia mojan, por Plinio Parra

He leído este texto varias veces... Y no he podido evitar llorar...

¡Es difícil evitarlo! ¿Se pueden imaginar esta situación por la que pasaron Plinio y Adela, cuando recibieron la noticia: "la nena nació con el síndrome de Down".

¿Se imaginan ustedes en la misma situación?

Yo me imagine siendo yo, no Plinio... Y ese día también rodaron por mis mejillas un montón de lágrimas...

A Plinio, a Adela, Juan Sebastián y a toda la familia les llegó un engelito hermoso. Pero el impacto, al principio debe ser doloroso. Ahí es donde uno entiende un poco más la vida. 

No es lo que parece al rompe... la vida es más profunda... mucho más profunda y hermosa de lo que conocemos los propios mortales.

LuisEmilioRadaC

Pd: Plinio y su Lluvia 

LOS BESOS DE LLUVIA MOJAN

de Plinio Parra, el Sábado, 24 de abril de 2010 a las 7:19
Por: Plinio Parra

TARJETA DE PRESENTACIÓN

Lluvia se llama Lluvia Susana. Nació el 19 de noviembre de 1998, a la 1:49 de la mañana. Una niña bellísima. Tan bella que apenas la vi prorrumpí en sollozos. Sacudido. Quebrado. Aplastado. Insisto. Mi hija es un monumento. Tiene los ojos rasgados, la nariz respingada, la lengua juguetona, las manos de seda (con los meñiques coquetamente doblados) y el pelo lacio, impregnado de noche. 
Un día Juan Sebastián, su hermano mayor, ese sabio de cuatro años, fue a cine y volvió a casa botando el corazón por la boca a causa de un descubrimiento formidable: «Lluvia es igualita a Mulan». Aquí debo hacer una precisión. Lluvia Susana tiene el síndrome de Down. 

Recuerdo que mi abuelo se atragantó de la emoción al momento de conocerla.
–¡Ahora que venga la muerte, cuando guste, porque ya sostuve entre mis huesos la primera mongólica de la familia! ¡Estoy en paz!
Lluvia es un poco lenta. Llegó a los catorce meses sin saber gatear. Y como yo soy un tipo de temperamento desesperado, arrojé mi paciencia al canasto y tomé una decisión de náufrago: me tiré al piso para aprender a gatear de nuevo. Esa resolución nos salvó, ¡lo juro!, porque a partir de entonces fuimos dos los niños perdidos. Por eso este libro, más que un diario de viaje, es un álbum de momentos. Pues contiene los trocitos de vida que Lluvia Susana y yo nos hemos venido inventando y comiendo desde que emprendimos la aventura de gatear juntos.
Algunos amigos sensatos han querido persuadirme de que tengo un tornillo flojo por hacer estas cosas. Otros amigos –haciendo gala de prudencia– se han guardado las opiniones. Pero han tenido la gentileza de dejar destornilladores olvidados en casa. Mas lo mío no es locura. Eso lo garantizo. Sencillamente recibí un golpe en la cabeza. Créanme. Desde el instante que el pediatra Gustavo Romero me dijo que Lluvia Susana traía consigo el síndrome de Down, vengo con el cerebro ensartado en el corazón. Y por supuesto, la consecuencia no se hizo esperar. Soñar se volvió cuestión de vida o muerte. Tan decisivo como comer y beber. 

Jamás olvidaré ese jueves anegado en llanto en que conocí a mi hija. Sentía el dolor en todas partes. Hasta en el pelo. De la locomotora que me molió las certidumbres de una embestida, sólo me quedó en la cabeza el eco de la campana que anunció su arribo: «Down. Down. Down».
El parto, verificado tres días antes de lo previsto, nos cogió mal parados a Adela y a mí. De manera que (huérfanos de la red salvavidas de las abuelas) tuvimos que hacer de tripas corazón y bandearnos con los instintos de supervivencia que a uno le retoñan en tales eventos.
A las ocho de la mañana, ebrio por mis propias babas amargas, aunque lúcido, me encaminé hacia una escuela de niños especiales en busca de luz. Tuve suerte. De allí salí con una cartilla y una bitácora de terapias bajo el brazo, cual estudiante rezagado, ignorando que acababa de ingresar a un curso que, en menos de una semana y de la mano de mi bebé, provocaría la mudanza más dramática que haya sufrido mi alma en treinta y cinco años de existencia. No lo niego. ¿Para qué? Fue una metamorfosis tan feroz como dolorosa que se manifestó con todos los rigores de un parto difícil. Cuando quisieron dar las nueve, ya había recibido las agresiones sin culpa de cuatro vecinos, quienes –inexpertos también en cómo celebrar el advenimiento de una niña Down–, terminaron dándome pésames, transmitiéndome fortalezas y recetándome abundante resignación.
La familia entera fue sacudida por el acontecimiento. De los cuatro abuelos de Lluvia Susana, que habían resuelto embadurnarse los rostros de dicha para infundirnos aliento, dos cometieron la traición de romperse: las abuelas. Mientras el teléfono era congestionado por los treinta y cuatro hermanos que sumamos Adela y yo.
Sin embargo, el viernes 20, a la altura de las diez de la mañana, cuando trajimos la niña a casa, Juan Sebastián nos cuarteó el alma a todos con uno de sus inesperados mangos de azúcar. Orgulloso, feliz y con cara de bravucón en aras de pendencia, nuestro muchacho se plantó en la acera, infló su pecho y nos arrojó una declaración implacable, demoledora y sin anestesia, como suelen ser los gritos de Dios: “¡Esta es mi hermanita!”.
Creo que a todo hombre sobre la tierra le llega el momento supremo de reconocer sus miserias. Y cuando ello sucede debe hundirse la daga hasta el fondo del corazón, sin albergar un grano de piedad entre los dedos. Pues bien, este es uno de esos momentos. Y esta es mi confesión. Juan Sebastián, ese supermán de veinte libras, fue la primera persona del mundo que recibió a Lluvia Susana con el amor puro y salvaje de quien nada espera del ser que ama. A los demás, a todos los demás, Lluvia Susana tuvo que enseñarnos el amor. Adela y yo aprendimos rápido, porque con una bella y tierna profesora como nuestra niña, que nos sobaba el alma las veinticuatro horas de cada día, terminamos contrayendo el amor por contagio. Y ya sabemos que el amor es la única enfermedad que salva a quien contrae su virus.
Entre mis aprendizajes, por ejemplo, debo señalar el severo cambio de tamaño, peso y densidad que acusaron muchas palabras. Y naturalmente, eso alteró el clima de mi paisaje interior de tal modo que fue preciso elaborar un diccionario personal. Ello explica que hoy palabras como éxito, sueños, esperanza, vejez, futuro, risa, realización y entusiasmo tengan ahora otros colores, otros sabores y otros aromas.
No pretendo decir que este nuevo léxico me haya hecho un mejor hombre, pero sí me ha renovado como ser humano, porque ahora son otros los lugares adonde voy a buscar los motivos de la risa.
Hoy lo confieso sin ambages. A Lluvia Susana, que por ser Down no tiene cáscaras sino puro corazón, me la mandó la Providencia con el exclusivo propósito de que yo arreglara algunos problemas de mi infancia y todos los problemas de su vida a punta de sonrisas. Es una convicción.
¡Es tan fácil inventar la sonrisa de un niño! Si la mitad de los hombres sospechara las tempestades que pueden soportar los castillos construidos en el aire, el mundo sería un paraíso. Los trucos de la alegría jamás se olvidan, ya que, como sus hermanos los chistes, tienen la virtud de nacer preñados. Es inevitable. El hombre, que siendo niño fue enseñado a usar la fantasía como prenda de vestir, cuando padre utilizará la fantasía como sastre.
Por eso, si la fiesta de este libro demuestra que para mezclar la esperanza con la experiencia no se necesita sabiduría, sino un poco de inocencia, el propósito con que vino Lluvia Susana a este mundo habrá empezado a cumplirse.
¡Sean ustedes bienvenidos a la fiesta!

PARRA, Plinio (2000). Los besos de Lluvia mojan. Carta de Presentación. Editorial Antillas, Barranquilla, Colombia: pp. 9-15.
Lluvia Susana y yo, 2006

    • Lourdes Celia Lombana Gracias Plinio, Lluvia besa mi alma y moja mis ojos. Besos
       
      Mabel Rada Amiguito, como siempre, qué belleza de escrito. La pluma fue el corazón, movido por ese milagro de vida que es Lluvia Susana. Un beso.

2 comentarios:

  1. Es como vivir nuevamente ese momneto...El mismo pan navideño del compadre...la visita no anunciada de todos los vecinos: Las mellitas, Evilia, Carmen...Y lo curioso de todo, llorar por lo que nunca debimos hacerlo...a Lluvia no le llegan ni le afectan las cosas que a Ti a a Mi nos afectan...¡Es feliz y Linda!!!!

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  2. ANONIMO 20 DE aGOSTO 2012

    LLUVIA, PERSONITA LINDA QUE BROTAS DE TU SONRISA TERNURA Y AMOR, BIEN PRESETADA CON SUS VESTIDOS HERMOSOS CON SU CARTERA, SU PIEL Y CABELLO LIMPIO CON FRAGACIAS DE NIÑA DELICADA, QUE DIOS TE BENDIGA SIEMPRE Y A TUS PADRES.

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