lunes, 21 de marzo de 2011

¡SOS por el AGUA!, por Amylkar Acosta


¡SOS POR EL AGUA!

Amylkar D. Acosta M[1]


”El hombre sabio ve en las desventajas
                 ajenas las que debe evitar” Publio Siro

La Asamblea General de las Naciones Unidas consagró el 22 de marzo como el Día mundial del Agua, mediante la Resolución A/47/193 del 22 de diciembre de 1992 y lo hizo movida por su preocupación por la tensión cada día mayor entre la disponibilidad del preciado líquido y el acceso al mismo. Por mucho tiempo se consideró que el agua igual que el aire era un bien libre, para diferenciarlo de los bienes económicos, en la creencia de que su abundancia hacía de él un recurso inagotable. Pues bien, con el paso del tiempo, tanto el agua potable como el aire limpio se han convertido en bienes escasos y costosos. Por ello, el aprovisionamiento de agua potable y la reducción de las emisiones de CO2 a la atmósfera se cuentan entre las mayores prioridades de la comunidad internacional. Hoy en día puede afirmarse, sin temor a equivocarse, que el agua potable dejó de ser un recurso renovable, dado que su disponibilidad es cada vez más finita y que por ende está expuesta a su progresivo agotamiento. En ello han influido notoriamente por un lado el cambio climático[2] y la demanda desmedida para distintos usos del agua, que crece en proporciones geométricas.
Como lo afirma Tim Flannery, “estamos ante un giro repentino hacia un nuevo clima más seco…las lluvias de invierno han disminuido en realidad en una proporción mayor, mientras que las lluvias de verano – que son mucho más erráticas – han aumentado”[3]. El consumo de agua en el mundo aumentó seis veces entre 1900 y 1995 -más del doble de la tasa de crecimiento de la población- y continúa aumentando a medida que se incrementa tanto la demanda doméstica como industrial y sobre todo la agrícola. Y ello obedece no sólo al crecimiento vegetativo de la población, sino que esta ha venido cambiando y mejorando tanto los estándares como su estilo de vida. A guisa de ejemplo, señalemos como un kilo de carne de vaca, que se alimenta con granos, requiere al menos 15 metros cúbicos de agua; entre tanto un kilo de cereales solo demanda 3 metros cúbicos, he allí la diferencia. Y, como es bien sabido el consumo de carne, como parte de la dieta, es cada día más extendido. A ello se añade el mal uso y el despilfarro, a falta de una verdadera cultura del agua.  
Los estragos producidos por la falta de acceso al agua son monstruosos; de hecho, un tercio de la población mundial vive en países que sufren los rigores de la falta de agua y se prevé que hacia el 2025 esta cifra aumente dramáticamente hasta cobijar a dos tercios de la población. Y de contera más de cinco millones de personas mueren cada año por enfermedades atribuibles a la falta de agua potable, saneamiento básico e higiene, lo que equivale a diez veces más que el número de muertos a causa de guerras en el mundo. Igual que ocurre con el impacto del cambio climático, también en este caso se presenta una gran disparidad en las cifras registradas de los damnificados por esta causa entre un grupo de países y otros. Se estima que en los países en vía de desarrollo el 80% de las enfermedades prevalentes están asociadas ya sea con la cobertura y/o la calidad del agua que se consume.
En Colombia las estadísticas muestran un cambio ostensible en las últimas dos décadas, al pasar del cuarto al vigésimo lugar por su potencial hídrico a nivel mundial. Lo propio ha sucedido con la disponibilidad per cápita de agua anual, que descendió de 58.000 metros cúbicos a sólo 40.000. Esta cifra, aunque todavía supera el promedio a nivel mundial estimado por la ONU de 14.000 metros cúbicos[4], de todos modos muestra una tendencia preocupante. Para rematar, El IDEAM ha advertido sobre el grave riesgo de desabastecimiento de agua que amenaza al 69% de los colombianos en menos de dos décadas. Ello amerita esfuerzos tendientes a contrarrestar y a mitigar sus funestas consecuencias, destacándose entre estas el alto índice de morbilidad y mortalidad por enfermedades diarreicas, especialmente entre la población infantil. En Colombia, concretamente, según la UNICEF “se han  presentado casos hasta de 1.038 muertes de niños menores de 5 años por causa de diarrea en un mismo año”. Es más, hallazgos científicos han podido establecer el efecto negativo, en ocasiones irreversible, de la carencia de agua sobre el normal desarrollo cerebral en la primera niñez (entre los cuatro y los siete años).

En Colombia, cerca del 27% de su población no tiene acceso al agua potable, especialmente en la zona rural en donde solo el 56% de ella cuenta con alguna forma de abastecimiento de agua y solo el 6% de esta posee algún grado de tratamiento. Por ello, nos parece plausible la iniciativa de realizar un Referendo constitucional para consagrar el acceso al agua como derecho humano fundamental y un bien público que requiere especial protección del Estado, el cual debe garantizar un mínimo vital gratuito a todo(a)s lo(a)s ciudadano(a)s, el cual ha sido fijado por la OMS entre 20 y 100 litros diarios por persona. Algo hay que hacer y el tiempo apremia, para luego es tarde, hay que actuar sin tardanza

Riohacha, marzo16 de 2008
www.amylkaracosta.net



[1] Ex presidente del Congreso de la República
[2] Amylkar D. Acosta M. Más allá del Protocolo de Kyoto. Diciembre, 24 de 2007
[3] TIM Flannery. El clima está en nuestras manos. Editorial Taurusminor.
[4] Amylkar D. Acosta M. El agua es vida. Marzo, 22 de 2007

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