martes, 26 de enero de 2010

Augusto Ibáñez, el magistrado que enfrentó al presidente


Palacio de Justicia.

En un país como el nuestro, los colombianos debemos confiar en la justicia. En nuestros magistrados, en los jueces y en los funcionarios públicos.
Si no fuera así, esta nación sería un caos.
¿Hay justicia en Colombia?
¿Manda solamente el presidente Alvaro Uribe?
Yo pienso que no.
La Corte Suprema de Justicia tiene un presidente, que se hace respetar y no olvida a su profesor Dario Echandía, quien murió en la desgracia del Palacio de Justicia, precisamente. Un presidente de la Corte que debemos respetar, se llama Augusto Ibánez. Leer esta nota de Credencial,firmada por Maria Elvira Bonilla, le devuelve a uno la esperanza...

Luis Emilio Rada C

Pd:

Foto de Jorge Velásquez

Por María Elvira Bonilla
Esta es la historia íntima del magistrado boyacense de la Corte Suprema de Justicia que se atrevió a desafiar el poder presidencial en el proceso de elección de Fiscal General.
El bautizo fue con sangre. Premonitoriamente, el 6 de noviembre de 1985, el presidente de la Corte Suprema de Justicia Alfonso Reyes Echandía aprovechó un fugaz encuentro en los corredores de la Facultad de Derecho del Externado de Colombia con el rector Fernando Hinestroza, para sugerirle que nombrara profesor titular de Derecho Penal a su alumno y monitor Augusto Ibáñez. Hinestroza acogió la recomendación. Reyes Echandía esperaba comunicarle la decisión durante la reunión de las once de la mañana para revisar las calificaciones finales del semestre en su oficina de la Presidencia de la Corte. Las explosiones y los disparos que empezaron a escucharse detuvieron a Ibáñez que ya estaba en camino para la reunión desde su oficina, situada al otro lado de la Plaza de Bolívar, donde trabajaba como secretario de la Presidencia de la Cámara de Representantes, cargo que ocupaba el representante conservador por Boyacá Hernando Gómez Otálora. El joven abogado se salvó por minutos de perecer en el holocausto.

Veinticuatro años después, pudo rendirle homenaje a su maestro y mentor Alfonso Reyes Echandía, desde el mismo cargo que desempeñaba, la más alta dignidad del Poder Judicial, con una misa solemne en la Catedral Primada donde fue evidente la ausencia del Presidente de la República, y luego en el Puente de Boyacá en el acto de instalación del Encuentro Nacional de la Justicia Ordinaria.
Ibáñez llegó a la Presidencia de la Corte con 51 años, "más rápido de lo que pude alguna vez imaginar". Le correspondió también recibir, el pasado 18 de diciembre, el Informe de la Comisión de la Verdad sobre los hechos del Palacio de Justicia, ocasión en la cual recordó las palabras desesperadas de su maestro, "que cese el fuego". Lo hizo en referencia al "pacto de agresión que existe contra la Corte". Una Corte que a su juicio está hoy tan asediada como entonces.

Varios meses y cuatro votaciones fallidas fueron necesarios para que la Corte lograra la mayoría para elegir a su presidente. Augusto Ibáñez permitió romper el empate. El Zorro, como lo apodan sus colegas del Externado, volvía a triunfar gracias a su astucia combinada con un carácter controlado y discreto, al mejor estilo boyacense. Avanza con discreción, sin hacer oleaje ni cazar peleas. No pierde ni el rumbo ni la calma al navegar en aguas turbulentas, como han sido las de los ocho meses que lleva en el cargo. Navega y logra el consenso y el respaldo necesario entre sus pares para preservar la unidad de la Corte y afrontar los duros embates provenientes de la Presidencia de la República; como el último en curso, por la conformación de la terna para Fiscal General de la Nación. "Para pelear se necesitan dos", dice. "Si cada poder respeta su fuero no hay problemas. De lo que se trata es de acertar y no simplemente de tramitar".

Ibáñez es el hombre de los consensos. Construirlos es para él un imperativo, "un principio de vida: respetar la otredad. El argumento es lo más productivo". Lo aprendió desde niño en su natal Tunja, donde creció en medio de las tensiones y diferentes dinámicas de una familia de padre conservador laureanista, el médico Joaquín Ibáñez, miembro del Directorio Conservador de Boyacá en los tiempos aciagos de la violencia partidista, y una madre liberal-liberal, Elvira Guzmán, enfermera independiente y con talante feminista, "que no se dejaba atajar por nadie". Sabe moverse entre contrarios. Con el título de bachiller del Liceo Santo Domingo de Guzmán, de Tunja, llegó a la Facultad de Derecho de la Universidad Javeriana en los tiempos del famoso padre Gabriel Giraldo, de donde se retiró disgustado con un profesor, para matricularse en la más liberal, radical y laica de las universidades: el Externado de Colombia, de donde se graduó en 1983. Como docente toreó las sotanas jesuíticas con la misma solvencia que mostró durante sus trece años de docencia en el Externado al lado de radicales agnósticos como Fernando Hinestroza, Carlos Restrepo Piedrahíta o Alfonso Gómez Méndez, con quien compartió oficina profesional.

Se retiró del Externado en 1995 para dirigir el Departamento de Derecho Penal de la Javeriana, de donde salió para vestir la toga de magistrado de la Corte Suprema de Justicia.

El 9 de enero de 1999, recibió dos llamadas que le dieron nuevo rumbo y dimensión a su actividad profesional. El proceso de paz con las Farc del gobierno de Andrés Pastrana apenas comenzaba cuando el Comisionado Víctor G. Ricardo le pidió acompañarlo como asesor jurídico en los diálogos con la guerrilla, al tiempo que el canciller Guillermo Fernández De Soto le pedía que representara al país en las negociaciones para el ingreso de Colombia al grupo de países que acatan a la Corte Penal Internacional en cumplimiento del Estatuto de Roma, firmado a finales del gobierno de Ernesto Samper. Dos roles que Ibáñez, en un primer momento, percibió como contradictorios, pero que el Presidente Pastrana encontraba complementarios.

Aceptó el cargo, no por pastranista, según afirma, sino por "el mandato del Artículo 22 de la Constitución, que obliga a los ciudadanos a buscar la paz entre los colombianos, eso sí, en el marco de la ley y en conformidad con la justicia penal colombiana".
Durante tres años alternó entre el Caguán y Nueva York, entre la interlocución con la cúpula de las Farc y con juristas de 120 países. Dos experiencias cumbres que le permitieron reafirmar la importancia de buscar consensos para llegar a acuerdos por la vía de la argumentación y no de votaciones simples. Es un convencido: "¿Acaso las mayorías siempre tienen la razón? Así lo repita el proverbio popular. En la ONU no hay votación, sólo cuentan los argumentos. Fueron muchas las discusiones hasta lograr conseguir que cinco sistemas jurídicos distintos interactuaran a través de una legislación única, sin que nadie pueda decir que hubo algún atropello o que se entregara canon alguno constitucional. Es algo mágico". Al Caguán viajaba con invitados internacionales y embajadores a participar en encuentros en la zona del despeje, que aunque no fue su arquitecto defiende como una fórmula válida, que en términos jurídicos y políticos significaba, ni más ni menos, que la guerrilla reconocía la soberanía del Estado colombiano en todo el territorio nacional, incluida el área despejada por un tiempo determinado. Fueron muchas las reuniones que Ibáñez sostuvo con los comandantes de las Farc para explicarles los alcances de la Corte Penal Internacional y sus consecuencias frente a los delitos de lesa humanidad, tema de preocupación permanente de la guerrilla ante la perspectiva de un posible acuerdo de paz y su posterior reintegración a la vida civil.

Al respecto, cuenta que en una ocasión le preguntó el Mono Jojoy:
- doctor ¿Cómo va la cosa?
- Bien, le contestó.
- ¿Bien para quién?
- Bien para todos.
- O sea, nos van a llevar
- Ni idea, le respondió.

Así son las cosas con El Zorro. Hábil para manejar situaciones, sin medias tintas, firme pero respetuoso, sea quien sea el interlocutor. "En Boyacá nos enseñan a decir las cosas bien claritas". Aplica la paciencia para encontrar los mecanismos para alcanzar consensos y conseguir resultados difíciles, aparentemente imposibles, como sucedió con el acuerdo humanitario del 28 de junio de 2001 que permitió que las Farc liberaran a 380 soldados y policías secuestrados. "En este acuerdo no hubo un vejamen de contrapartes, se reconoció al contrario y el documento jamás se ha puesto en duda ni en redacción ni en forma". Ibáñez, como todos los protagonistas del último proceso de paz intentado con las Farc guarda su dosis de frustración, pues para él "la justicia es el camino hacia la paz, pero la paz es la realización de la justicia." Una convicción que no tranza así le lluevan críticas y señalamientos macartizadores.

Le pregunto por su idea de felicidad y responde sin titubeos: el matrimonio. Y se ve. Maria Cristina Mosquera, su compañera de estudios de El Externado, a quien conoció en una buseta rumbo a la universidad, y con la cual se casó antes de cumplir los veinte años, es el centro de su vida junto a sus cuatro hijos. Es un hombre de familia a la que le dedica tiempo y que antepone a sus obligaciones profesionales.

Una familia que le da la tranquilidad necesaria para soportar con un sentido de humor que no da tregua los sin sabores que no le han faltado, como fue su derrota electoral -menos de 3.000 votos- al pretender llegar a la Cámara de Representantes en las listas de Cambio Radical, o el robo de su computador portátil con información sobre procesos de la parapolítica que le sacaron de su apartamento o las andanadas desde la Casa de Nariño contra la Corte y su presidente, que Ibáñez recibe con un estoicismo casi que provocador.

Después de una discusión de diez horas en la antesala de las vacaciones judiciales de fin de año, la Corte aprobó que este 12 de enero escuchará en audiencia pública, que será transmitida en vivo y en directo por televisión, al antioqueño Marco Antonio Velilla y a la barranquillera Margarita Cabello, incluidos por el presidente Uribe en la terna para escoger el Fiscal General, junto con el bogotano Camilo Ospina. "Este tema se fue a un marco personal indeseable", dice mientras firma la convocatoria. "El ejercicio de las competencias en cada uno de los órganos de poder se debe respetar". La Corte se tomará su tiempo. El Cristo quemado que preside la Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia en homenaje a la Corte inmolada es un testigo silente del trabajo diario de los 23 magistrados. Alfonso Reyes Echandía también está allí y su presencia, remata Augusto Ibáñez, "representa un compromiso que imprime mucho respeto".
...
Lerc: Esta nota nos puede servir para reflexionar. Colombia es un país hermoso, debemos preservarlo...

LuisE
Radar Económico
Un cuarto de SIGLO
Narrando la historia
http://www.radareconomicointernacional.blogspot.com/
radareconomico@hotmail.com
radareconomico@yahoo.com
Luis Emilio Rada C
Director
301 7273 633/311 803 43 05

No hay comentarios:

Publicar un comentario