lunes, 6 de marzo de 2023

PARANOIA: EL LADO OSCURO DE RUSIA. Por RICARDO PLATA CEPEDA

Me gustó como cerró Ricardo su columna: ¡Aguanta Ucrania!

Y yo también digo lo mismo: ¡Aguanta Ucrania!

Los otros países deberían unirse a eso clamor.

No deberíamos permitir que locos como Putin, apellido, bien puesto, manejen naciones…

®luisemilioradaconrado

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PARANOIA: EL LADO OSCURO DE RUSIA

Aún después de la caída de la cortina y de la disolución de la URSS, Rusia es el país más vasto del mundo, atravesarlo toma una semana en tren. Pero a Putin le parece poco y sigue creyendo que tiene derecho a controlar o conquistar cualquier país en su frontera que no sea un vasallo. En ruso al oso se le dice “el que le gusta la miel”. Al glotón oso ruso, sea zar, bolchevique o cleptócrata, los vecinos libres siempre le han olido a miel. ¡Aguanta Ucrania! Por RICARDO PLATA CEPEDA

La bella Rusia tiene muchos lados brillantes. Nunca serán borradas de la literatura universal las novelas de Tolstói y Dostoievski, ni los cuentos de Chéjov. Jamás se olvidará el esplendor del palacio de verano de los zares y sus jardines en Peterhof, ni las maravillosas e interminables colecciones del Hermitage.

Ninguna plaza del mundo tiene la sobrecogedora dimensión de la plaza Roja y ninguna iglesia parece tan sacada de un cuento de hadas como, en un extremo de ella, la catedral de San Basilio, coronada por las coloridas espirales de sus mágicas cúpulas.

No podrán ser borradas de la memoria de millones las románticas noches blancas de San Petersburgo, caminando sus preciosos puentes sobre el Neva.

Nada de eso ocurrirá, salvo en los delirios paranoicos de Putin, que sólo él podría, paradójicamente, volver realidad presionando el botón nuclear apocalíptico.

Muchos dolores, muchas tragedias, muchas lágrimas ha causado su absurda, su injusta, su anacrónica guerra.

A mí me duele, además, que haya vuelto imposible mi ilusión de volver.

Pero el temor paranoico de ser invadido es una enfermedad que lleva cinco siglos en la mente de los más icónicos monarcas rusos y que sólo aplacan con sus impulsos imperiales. Iván el Terrible, el primer zar, llegó al poder hace 490 años a acelerar las conquistas de su abuelo, pasando los Urales al este, penetrando al mar Caspio al sur y llegando al círculo polar ártico al norte. Pedro I, el Grande, modernizó el imperio, lo expandió hacia occidente y aconsejó a sus descendientes llegar hasta Constantinopla y la India, para lo cual los instó “a provocar continuas guerras”.

La emperatriz Catalina II ocupó Polonia y Crimea y continuó la expansión.

Lenin absorbió 14 vecinas más en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Stalin anexó otra docena de ellas en los acuerdos de Malta al finalizar la segunda gran guerra y las encerró en la cortina de hierro.

Luego Krushov y Brézhnev sofocarían con tanques y sangre los conatos democráticos que en ellas hubo.

Aún después de la caída de la cortina y de la disolución de la URSS, Rusia es el país más vasto del mundo, atravesarlo toma una semana en tren. Pero a Putin le parece poco y sigue creyendo que tiene derecho a controlar o conquistar cualquier país en su frontera que no sea un vasallo. En ruso al oso se le dice “el que le gusta la miel”. Al glotón oso ruso, sea zar, bolchevique o cleptócrata, los vecinos libres siempre le han olido a miel.

¡Aguanta Ucrania! 

Rsilver2@aol.com

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