Lo
que nos escribe nuestro amigo y colega Ricardo Rocha desde Estados
Unidos es triste, doloroso, injusto, cruel, imperdonable y casi todos
tenemos un pedazo de culpa.
Colombia, un país que, en medio la crisis mundial ha ido aprendiendo a hacer negocios, NO ha podido superar la desnutrición que padecen las familias pobres de La Guajira.
Vergüenza les debe dar a los mandatarios que han pasado por el territorio guajiro: gobernadores, alcaldes, consejales, diputados, periodistas, líderes de todos los pelambres porque han permitido que esto sucediendo en un sitio colombiano donde hay tantos recursos.
Se duele Rocha, al teclear cada palabra. Y sé que su sentimiento es sincero.
¿Cómo hemos permitido que esto esté ocurriendo en nuestra nación?
Indolentes que somos...
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
Pd: Barranquilla se desarrolla y avanza, mientras los niños se mueren en La Guajira.
De Ricardo Rocha:
Por estos dias volvió a salir una noticia, muy tímida, sobre el problema de la desnutrición infantil en la Guajira, especialmente entre la población aborígen, y según las cuentas oficiales, más de 400 niños han muerto por desnutrición.
El asunto no es nuevo, pero persiste a pesar de los ríos de dinero que se le han tirado.
Antes, cuando las regalías eran directas, hubo mucho dinero para eso y aún hoy también hay una apreciable cantidad de dinero para tales menesteres... pero los niños guayús siguen muriendo victimas de desnutrición.
El Tiempo publicó este informe del cual tomé la parte pertinente, porque considero que es una vergüenza, no solo para el gobierno, sino para todos los colombianos qué esto esté ocurriendo.
El hambre y la desnutrición acaban con parte de la población de La Guajira, Colombia
Colombia, un país que, en medio la crisis mundial ha ido aprendiendo a hacer negocios, NO ha podido superar la desnutrición que padecen las familias pobres de La Guajira.
Vergüenza les debe dar a los mandatarios que han pasado por el territorio guajiro: gobernadores, alcaldes, consejales, diputados, periodistas, líderes de todos los pelambres porque han permitido que esto sucediendo en un sitio colombiano donde hay tantos recursos.
Se duele Rocha, al teclear cada palabra. Y sé que su sentimiento es sincero.
¿Cómo hemos permitido que esto esté ocurriendo en nuestra nación?
Indolentes que somos...
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
Pd: Barranquilla se desarrolla y avanza, mientras los niños se mueren en La Guajira.
De Ricardo Rocha:
Por estos dias volvió a salir una noticia, muy tímida, sobre el problema de la desnutrición infantil en la Guajira, especialmente entre la población aborígen, y según las cuentas oficiales, más de 400 niños han muerto por desnutrición.
El asunto no es nuevo, pero persiste a pesar de los ríos de dinero que se le han tirado.
Antes, cuando las regalías eran directas, hubo mucho dinero para eso y aún hoy también hay una apreciable cantidad de dinero para tales menesteres... pero los niños guayús siguen muriendo victimas de desnutrición.
El Tiempo publicó este informe del cual tomé la parte pertinente, porque considero que es una vergüenza, no solo para el gobierno, sino para todos los colombianos qué esto esté ocurriendo.
El hambre y la desnutrición acaban con parte de la población de La Guajira, Colombia
Jamu (el hambre) persigue y
atormenta a los wayús arrojando flechas sobre sus huellas. Ha llevado a la
tumba a 4.770 personas en los últimos 8 años y 34.000 están desnutridas. La
etnia hizo el censo de sus penurias para llamar la atención del Gobierno y del
mundo. El fantasma de la escasez y de la miseria convive con sus habitantes en
esa gran nación ubicada en la parte más septentrional de la América del Sur, en
territorio colombiano y venezolano.
Las mujeres, dueñas de una
tradición culinaria excepcional, hoy se lamentan porque sus fogones están
apagados. Por generaciones prepararon en ellos yajaushi (mazamorra espesa de
maíz, leche y sal), yaja (especie de bollo de maíz acompañado de carne de chivo
fresca), las arepas de pulpa del cardón o el yosu, cuya fruta llamada igüaraya
tiene gran cantidad de proteínas. Históricamente estos alimentos fueron la base
del sustento de la etnia; pero la escasez de agua ha hecho que estas
tradiciones se pierdan y con ello lleguen el hambre y la desnutrición.
Cuando la sequía no está
presente, el desierto es el rey de una producción de süchon (frutos) que crece
en la gran nación wayú. En los meses de septiembre y octubre, y hasta finales
de diciembre se extiende el periodo de lluvias, el cual es aprovechado por los
wayús para sembrar. Durante este lapso, parte de la dieta indígena se compone
de ahuyama, sandía, fríjol, y la recolección e ingesta de frutos del bosque,
entre otros.
El pueblo crece y se extiende
con sus problemas. Hay alimentos esenciales en la vida wayú que tienen
dificultades para su producción en un medio desértico sin lluvias y que son
reemplazados en el mercado alijuna (el de la gente blanca). Se dejó de sembrar
y procesar la caña de azúcar, el ajonjolí, el maguey. Y es creciente la compra
en el mercado de productos como arroz, pastas, manteca de cerdo, gaseosas. Este
es uno de los mayores problemas de la dieta actual wayú, por su enorme aporte
en carbohidratos y calorías, en detrimento de proteínas, vegetales y vitaminas.
La sequía que
trae la muerte
Según el Instituto de
Hidrología Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), el déficit de lluvias
en La Guajira es del 70 %.
Explica el antropólogo Wílder
Guerra, uno de los más estudiosos del pueblo wayú, que jamu, entonces, va y
viene con la brisa que sopla sobre la geografía guajira y deja una marca que
lleva a vincular al territorio con seres humanos condenados a la esterilidad de
sus tierras y a prolongados períodos de debilidad por falta de alimento.
En 2013, por ejemplo,
disminuyeron considerablemente las lluvias. Y en esos mismos años, según
reportó el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (Dane), los
menores de 5 años fallecidos por desnutrición aumentaron en diez casos, pasando
de 33 a 43, casi un niño más muerto cada mes de ese año. A menos lluvias, menos
agricultura y más animales muertos; por tanto, no hay proteínas para alimentar
a los menores.
A la sequía le siguen el
hambre, la desnutrición y, solo entonces, la muerte, que pone fin a la tortura
que significa vivir sin comer. Mariángela Epiayú, de 18 años, relata su
historia. El hambre le arrebató a su única hija. No valieron las visitas al
médico. Jamu, se metió en el cuerpo de la bebé y robó su vida. “Siento dolor
por haber perdido a mi hija, la extraño. Ahora, al llegar a la casa no la
encuentro y me siento muy mal”.
Según estudios recientes, las
alarmas sobre el estado nutricional de la población indígena son cada vez más
frecuentes. Los indígenas wayús no comen bien. De hecho, el 90 % de las
familias padecen de escasez cíclica de alimentos.
La encuesta nacional de salud y
situación nutricional de Colombia, 2010, confirma que en La Guajira el índice
de desnutrición global es del 11 %. Así mismo, el 3 % de los niños menores de 5
años padecen desnutrición crónica y el 11 %, desnutrición global.
Según un estudio del Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), reportado por la fundación Juan Felipe
Escobar, que adelantó una brigada de atención en el departamento en el 2014,
más de 2.000 niños menores de 5 años resultaron con problemas graves de
desnutrición, de los cuales por lo menos 500 tienen desnutrición severa y
riesgo de fallecer. También se registran altos índices de mortalidad materna.
Rafael Epiayú es palabrero y
maneja el arte wayú de negociar los pleitos. Él, como autoridad máxima de la
ranchería Cachuama (Manaure), se lamenta porque la sequía está evaporando todo,
hasta las tradiciones. “Nadie nos ayuda ni nos tienen en cuenta. Parece que
estamos condenados a morir de hambre”, dice en wayuunaiki.
Y va más allá en lo que
significa no tener alimentos, como los chivos, que también son su moneda de
cambio. “No tener chivos afecta las relaciones que tenemos en la comunidad; por
ejemplo, para tener una unión marital, porque no podemos pagar las mismas
dotes. Si antes pedían 100 chivos los entregábamos porque había, ahora no
tenemos y hay que caminar de comunidad en comunidad para que nos fíen chivos y
así poder cumplir esas peticiones de dote o de invitaciones que haya en alguna
otra comunidad”. La escasez extingue su cultura.
CIDH le quiere
ganar a ‘jamu’
En medio de un panorama
desalentador, los wayús ganaron una primera batalla que comenzaron en febrero
del 2015. Reclamaban acceso a agua potable y seguridad alimentaria para los
niños.
Javier Rojas Uriana, líder de
la Asociación Shipia Wayuu, explicó que el Cerrejón (la mina que explota carbón
a cielo abierto en La Guajira) consume 34.903 metros cúbicos de agua al día, en
comparación con el consumo de las rancherías más cercanas, que solo pueden
consumir entre 2.000 y 5.000 metros cúbicos al día, una cantidad que no es
suficiente para satisfacer sus mínimas necesidades.
Eso los llevó a solicitar a la
Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) las medidas cautelares en favor
de los niños de Uribia, Manaure, Riohacha y Maicao, y el organismo se las
concedió, ordenando al Gobierno colombiano a que le haga frente a un tema de
seguridad alimentaria.
La CIDH considera que los
miembros de estas comunidades se encuentran en una situación de gravedad y
urgencia; por tal medida, la exigencia al Gobierno es asegurar la
disponibilidad, accesibilidad y calidad de los servicios de salud, con un enfoque
integral y culturalmente adecuado, con el fin de atender la desnutrición
infantil, así como tomar medidas inmediatas para que esas comunidades puedan
tener a la mayor brevedad agua potable y alimentos de calidad y en cantidades
suficientes.
Javier Rojas recita de memoria
los múltiples intentos de los wayús por lograr la reivindicación de sus
derechos a un ambiente sano y seguro, pero nunca han obtenido una atención
adecuada de parte del Estado colombiano. Explica el líder indígena que “el
Gobierno habló de la puesta en marcha de un programa de recuperación
nutricional que beneficiará a 7.000 niños, cuando el censo nuestro indica que
34.000 están en graves problemas. Entonces, nos preguntamos: ¿y los restantes?
Parece que no han querido mirar a La Guajira como debe ser”.
‘Juya’ (lluvia) de dinero, no
de agua
El incontrovertible riesgo que
padece en la actualidad la población wayú disparó una juya (lluvia) de dinero
que no para. Según datos del ICBF, en los años 2013, 2014 y 2015 se han
invertido $ 171.124 millones en contratos con 75 fundaciones de La Guajira,
para atender a la primera infancia en todo el departamento.
Lo anterior, sin contar con los
recursos que también han destinado otras organizaciones internacionales, la
empresa privada y la gobernación del departamento, específicamente para
combatir la desnutrición.
La gobernación de La Guajira,
en los años 2013 y 2014, ha invertido $ 35.000 millones para atacar el problema
de la desnutrición infantil. Y en el 2015, $ 17.500 millones.
El secretario de Salud
Departamental, Gonzalo Francisco Araújo Daza, asegura que sí han atendido el
problema. Niega que hayan muerto todos los niños que reporta Javier Rojas
Uriana. “Según la estadística oficial, en el 2013 fallecieron 23 niños por
causas asociadas a la desnutrición; en el 2014 la cifra fue de 46 y en lo que
va del 2015, faltando algunos reportes, 32. Sobre eso es bueno aclarar que en
los últimos cuatro años se reportan más los casos que en los años anteriores”.
Para el médico Spencer Rivadeneira,
la discusión por las cifras no va a remediar el problema de desnutrición que
está asociado a varios aspectos que merecen ser atacados por el Gobierno y el
pueblo wayú de diferentes maneras. A sus palabras se suma el antropólogo Wílder
Guerra. Ambos dejan ver que temen porque esas políticas no cambien, ya que se
invierte dinero, pero el problema sigue igual o peor.
La lluvia de dinero dizque para
salvar al pueblo wayú, hasta ahora solo ha servido para que decenas de
fundaciones contraten con el ICBF y la Gobernación desarrolle los programas que
tiene a su alcance, mientras el pueblo intenta sobrevivir en el desierto, en
condiciones cada vez más lamentables.
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