lunes, 28 de diciembre de 2015

El descrédito de la inocencia. Por Juan José García Posada

Pienso que todavía hay mucha inocencia en Colombia. Qué hay malos. Obviamente. Pero buenas personas nos encontramos en el camino de la vida.
Don Juan José, tiene más experiencia, y le respeto su pensamiento. Pero seguiré creyendo, a pesar de todo.

Es bueno leerlo; sobre todo, porque se refiere al Día de Los Inocentes.

RADAR,luisemilioradaconrado 
@radareconomico1 
Pd: en muchos pasajes de esta columna, don Juan José tiene mucha razón...


Juan José García Posada
Columnista

Juan José García Posada

EL DESCRÉDITO DE LA INOCENCIA
juanjogp@une.net.co
La costumbre bobalicona de las inocentadas, que de seguro se reeditará en muchos lugares del país hoy 28 de diciembre, degradó la virtud de la inocencia y la desacreditó hasta volverla una condición de tontos, crédulos y sandios. 

La mentalidad colombiana es refractaria al candor, la sencillez y el estado del alma limpia de culpa que define el Diccionario. Hace tiempos se archivó el principio universal de la presunción de inocencia. Se presume la mala fe. Hasta allá han alcanzado la malicia y el ánimo protervo prolongados de generación en degeneración.

Hasta para el más mínimo trámite, el usuario de un servicio tiene que acreditar con incontables documentos y declaraciones de testigos que es digno de crédito. La palabra era suficiente garantía. Hoy está desvalorizada. No basta para demostrar la bondad de intención, ni en los negocios ni en las más rutinarias actividades. Todos somos culpables o sospechosos de algo mientras no se nos demuestre lo contrario. A tal extremo ha alcanzado la inversión de valores y cualidades. Y al que por fin prueba su inocencia se le castiga con abusos y engaños. Es otra víctima de los traficantes con la inocencia, pero sobre todo de su envilecimiento por el desgaste y, como decía al comienzo, por su ridiculización a punta de la conversión en hazmerreír de todo aquel que “pase por inocente”.

Es cierto, además, que desde el periodismo se ha contribuido a hacerle mala prensa a la inocencia y consolidar una suerte de justicia paralela iniciada a partir de la absolución extrajudicial de los amigos y la condena, también por fuera o por encima del debido proceso, de los enemigos y los simples contradictores. Ser inocente, libre de culpa, de buena fe, es un factor de desprestigio y de pérdida de competitividad en una sociedad que premia la picardía y castiga la honradez. 
Qué vamos a extrañarnos, entonces, si resulta que “todos somos culpables”, que “estamos en deuda” con todo aquel que nunca haya hecho nada valioso por construir una nación mejor, que las víctimas pasan de la noche a la mañana a ser victimarias y los victimarios se transforman en víctimas inocentes y hay que implorarles perdón.
En pocos lugares del mundo se cometen tantos desafueros, como aquí, mediante la burla de la transparencia, la honorabilidad, la rectitud en el pensar y el obrar, el respeto a la palabra empeñada. 
Esos ya son defectos y máculas, no virtudes, desde hace años. “Cómo es que no aprovecha ese puesto para taparse de plata”. “Hecha la ley, hecha la trampa”. “Las leyes se hicieron para violarlas”. Frases integradas a la costumbre, así como se impuso la norma consuetudinaria de rebajar la inocencia con las inocentadas de cada 28 de diciembre.

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