La
preocupación de Ricardo Plata es válida.
¿Hasta
cuándo? Dice…
Ayer,
por ejemplo, estuve en una reunión, donde los chicos del grupo: 9, 10, 11, 18…
nos dieron una cátedra de respeto y educación, qué está muy lejos de lo que
relata Ricardo.
La
educación es clave.
El problema es que esos chicos de estratos bajos NO la
tienen… Y a sus padres no les importa un carajo, porque ellos tampoco la tienen…
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
Julio 20 2015
De indeseados a
indeseables
Por: Ricardo
Plata Cepeda
El HERALDO, lunes 13 de julio.
Noticia desde Asunción: El papa Francisco al escuchar el testimonio de dos
muchachos –cuyas vidas fueron marcadas por el abandono– dijo: “La
desesperación los empuja a la delincuencia, al delito, a la corrupción”.
desesperación los empuja a la delincuencia, al delito, a la corrupción”.
EL HERALDO, lunes 13 de julio.
Informe desde Valledupar, de página entera: “Menores entre 13 y 17 años, los
que más cometen atracos en Valledupar”. Alias Luisito, sin llegar a la mayoría
de edad, ya tiene un prontuario que incluye hasta el asesinato de un
subteniente. La Policía de infancia afirmó que la mayoría de los adolescentes
delincuentes son hijos de hogares disfuncionales y padres separados o ausentes
y que pululan en los barrios periféricos más pobres.
El Tiempo, domingo 12 de julio.
Noticia desde Bogotá, también toda una página: “A 9 años de histórico fallo,
siguen trabas para el aborto legal”. Los casos que narra son patéticos, pero el
tema a resaltar aquí es otro. Cita un estudio del Allan
Guttmacher Institute, centro de estudios dedicado a la planificación familiar,
que estima en 380.000 el número de abortos clandestinos que se realizan en
Colombia cada año.
Cualquier cifra de ese orden de
magnitud es un escándalo. Un escándalo doble, porque los abortados son los
menos deseados entre los hijos no deseados y porque es un drama evitable
disminuyendo los embarazos no buscados. La mayoría de los hijos no deseados sí
nacen, pero condenados a vivir sin amor, sin hogar, muchas veces de madres
solteras y con frecuencia adolescentes, que con ello arruinan su propia vida y
la ajena.
Las mujeres de estratos medios
y altos tienen acceso a métodos anticonceptivos desde temprana edad, lo cual no
está al alcance de las de ingresos más bajos, que por ello triplican en número
de hijos a las más pudientes. No es un problema de educación escolástica, sino
de ausencia de educación específica y sobre todo de facilidad de acceso.
Escaso este por
barreras mentales de gobernantes, parlamentarios, jueces y profesionales de la
salud.
Esta semana se cumplirán 47
años de la encíclica Humane Vitae. la cual, ante la supuesta problemática ética
que planteaban los (entonces) nuevos métodos de regulación de la fertilidad,
señala la necesidad de respetar la naturaleza; pasando por alto que para
aplicar la penicilina, las vacunas y toda la batería de intervenciones médicas
que salvan vidas nunca se aduce la necesidad de respetar la naturaleza y dejar
morir a los enfermos. Hacia la utilización masiva de esos avances de la ciencia
se volcaron durante todo el siglo pasado y el presente torrentes de inversión
en dinero y esfuerzo de todas los orígenes gubernamentales, filantrópicos y
religiosos. Intervenciones que exacerbaron el crecimiento demográfico que luego
se ha reducido en los países desarrollados en todas las clases sociales con
educación y facilitación estatal, y en la China con la draconiana, pero
económicamente exitosa, limitación a un solo hijo, mientras en los países
pobres cristianos y musulmanes solo se la autorrecetan las pudientes, mientras
nos damos el perverso lujo de no hacer oficialmente nada para que los más
necesitados “dejen de reproducirse como conejos”, en palabras del mismo papa
Francisco, en Filipinas, donde precisamente la Iglesia local se oponía a una
ley para hacer más accesibles los anticonceptivos.
¿Hasta cuándo?
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