En su columna nos dice, cuando se refiere a las elecciones de octubre: “Estarán dominadas por el clientelismo, la corrupción y los intereses de grupos y personas. La Unidad Nacional del Gobierno está deshecha –en medio de un proceso de paz– y cada partido y grupo busca la forma de obtener el mayor número de alcaldías y gobernaciones, sin preocuparse por la calidad de los candidatos, como ha pasado con Cambio Radical, el mismo liberalismo y hasta el disciplinado Centro Democrático. Lo que importa es ganar las elecciones, no importa cómo.
El fin justifica los medios. Ello exige todavía
una ley sólida de partidos que Colombia no tiene.
Aun así, guardemos esperanzas, pues toca, como lo señala Pablo Iglesias, oponer el optimismo de la voluntad al pesimismo de la inteligencia”.
Aun así, guardemos esperanzas, pues toca, como lo señala Pablo Iglesias, oponer el optimismo de la voluntad al pesimismo de la inteligencia”.
La historia quedará registrada…
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
Viernes,
Junio 26, 2015
Democracia y fragmentación política
Por Jairo Parada
Mientras en Europa las fuerzas
políticas nuevas se organizan en movimientos y partidos sólidos, con alianzas
electorales que han sacudido el establecimiento político en Grecia y España, en
Colombia el panorama frente a las elecciones de octubre luce bastante
desalentador.
En España, por ejemplo, el
movimiento ‘Podemos’, dirigido por Pablo Iglesias en la izquierda, y
‘Ciudadanos’, en el sector de la centro-derecha, logran avances electorales en
las elecciones del 24 de mayo, cuando las ciudades más importantes en materia
de alcaldías y concejos pasaron a las fuerzas de la oposición, con los
llamativos casos de Madrid y Barcelona. Las políticas de austeridad impuestas
por Alemania a nivel de la Unión Europea tienen agotados a los ciudadanos
españoles.
En su libro Disputar la democracia: política para tiempos de crisis,
Pablo Iglesias examina la historia política española, para desenredar la
situación presente, partiendo de la afirmación de Carlo Levi que señala que “el
futuro tiene un corazón antiguo”. La clave radica en que la lucha democrática
“socialice el poder”, el cual con la globalización y el auge del capital
financiero lo concentra cada vez más en el llamado 1% de la sociedad. Se invita
a los ciudadanos a escoger entre los candidatos de la élite, a cual escoger,
para que todo siga igual. La democracia no se reduce a ir a elecciones, y
ofrecer más educación y salud. Se trata de que los ciudadanos realmente decidan
frente a sus problemas, a través de los procesos políticos, partidos y
movimientos. Es la senda que sigue España, y las elecciones locales son el
abrebocas de las próximas elecciones parlamentarias. La abstención solo fue del
35%, con 22.7 millones de votantes.
En Colombia lo que se observa
es una completa fragmentación política, donde priman los intereses del
acostumbrado individualismo de los colombianos.
Prácticas democráticas como
recoger firmas para movimientos ciudadanos se convierten en verdaderas empresas
personalistas, de candidatos que no logran el aval de sus partidos, en los
cuales se supone han militado. El número de grupos ciudadanos por firmas ya
dobló a los 213 grupos de 2011. Muchos de estos ilusos candidatos no tienen ni
recursos ni organización de base para estos procesos, y se ilusionan con las
firmas que recogen, cuando sabemos que la gente no le niega una firma a nadie.
Si a lo anterior le añadimos que la reforma política no pudo eliminar el voto
preferente, las próximas elecciones de octubre pintan no muy bien. Estarán
dominadas por el clientelismo, la corrupción y los intereses de grupos y
personas. La Unidad Nacional del Gobierno está deshecha –en medio de un proceso
de paz– y cada partido y grupo busca la forma de obtener el mayor número de
alcaldías y gobernaciones, sin preocuparse por la calidad de los candidatos,
como ha pasado con Cambio Radical, el mismo liberalismo y hasta el disciplinado
Centro Democrático. Lo que importa es ganar las elecciones, no importa cómo.
El fin justifica los medios.
Ello exige todavía una ley sólida de partidos que Colombia no tiene. Aun así,
guardemos esperanzas, pues toca, como lo señala Pablo Iglesias, oponer el
optimismo de la voluntad al pesimismo de la inteligencia.
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