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A una mujer se le ama
Hasta épocas recientes, la sociedad había
sido sorda, ciega y muda ante hechos de violencia de todo tipo en contra de las
mujeres, al punto de que la misma estaba normalizada por ausencia de disposiciones
legales y de políticas de gobierno que no reconocían al maltrato, el asesinato
y otros delitos contra ellas como una cuestión de género.
En 1985 la antropóloga norteamericana Mary
Anne Warren publicó el libro Genericidio: las implicaciones de la selección por
sexos, y le demostró al mundo que muchas mujeres, por el solo hecho de ser
mujeres, son mutiladas o asesinadas por hombres. Y en 1990, la antropóloga
mexicana Marcela Lagarde utilizó el término feminicidio para describir las
muertes producto de la violencia de género: las definió como el genocidio en
contra de la mujer propiciado por condiciones históricas que han generado
escenarios y prácticas sociales que permitieron y permiten atentados contra la
integridad, el desarrollo, la salud, las libertades y la vida de las mujeres.
Hechos como el aborto propiciado porque el
feto es niña, el infanticidio porque se prefiere a niños varones, la falta de
comida y atención médica que se desvía hacia los hombres de la familia, los
llamados ‘asesinatos de honor’, la violencia doméstica o intrafamiliar, el
ultraje, la violación, etc., eran y son castigados sin tener en cuenta que los
cometían y cometen contra mujeres. Sin valorar que tal condición de género
marcaba la intencionalidad del daño.
En casos particulares, la agravación en el
castigo porque la víctima es periodista, sindicalista, testigo, persona
protegida, etc. siempre estaba y está presente, pero cuando el hecho era o es
contra una mujer por ser mujer, tal condición de género –ayer y hoy– es ignorada.
Solo hasta cuatro días antes de celebrarse
el Día Internacional de la Mujer, la Corte Suprema de Justicia, con ponencia de
la magistrada Patricia Salazar C (SP 2190-2015), reconoció por primera vez que
“el maltrato del hombre para mantener bajo su control y “suya” a la mujer, el
acoso constante a que la somete para conseguirlo, la intimidación que con ello
le produce, el aumento en la intensidad de su asedio y agresividad en cuanto
ella más se aproxima a dejar de “pertenecerle” y la muerte que al final le
causa “para que no sea de nadie más”, claramente es el homicidio de una mujer
por el hecho de ser mujer o “por razones de género”.
A ese avance jurisprudencial, compatible
con la Ley 1448 de 2011 que reconoce el impacto diferenciado que sucede en el
marco del conflicto y que afecta a algunos grupos poblacionales en razón del
género, se le suma el esfuerzo de 32 mujeres representantes y 22 senadoras de
todos los partidos políticos que hicieron aprobar lo que será la nueva ley que
castigará, de manera severa y con circunstancias de agravación, el homicidio y
todo tipo de violencia en la que logre probarse que los hechos cometidos contra
una mujer son realizados por motivos de género.
Esperamos, y tenemos que lograrlo, que la
Ley Rosa Elvira Cely –llamada así por quien murió luego de ser violada y
empalada– sea divulgada para que los cobardes, estúpidos e imbéciles entiendan
por siempre que a una mujer se le ama y no se le golpea ni con el pétalo de una
rosa.
@clorduy
clorduym@gmail.com
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