El economista y profesor Jairo Parada, se va a estudiar y después nos cuenta cómo estuvo el asunto.
Acaba de venir de un Foro sobre Política de Desarrollo Regional y Planeamiento Territorial en América Latina, y nos dejó esta enseñanza, en su última columna, que ahora empieza a circular por el RADAR, al referirse a Colombia y el manejo de la planeación nacional, que no es la mejor:
“El centro pretende desde Bogotá (DNP y Hacienda) manejar 32 departamentos, un distrito capital y más de 1100 municipios. Es una labor condenada obviamente al fracaso”.
Planeación Nacional la maneja ahora Tatyana Orozco, también economista, amiga de Jairo Parada y me imagino que entre ellos se pondrán de acuerdo, a ver si este país avanza en ese importante camino: mejorar este país.
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Los retos institucionales de la planeación territorial
Por Jairo Parada
La semana pasada se realizó en Bogotá un Foro sobre
Política de Desarrollo Regional y Planeamiento Territorial en América Latina,
convocado por el Centro de las Naciones Unidas para el Desarrollo Regional
(UNCRD), varias entidades nacionales y Foro Semana.
Tuve allí la oportunidad de participar en un conversatorio
sobre el diálogo Nación-Región, el cual resultó muy interesante dada la
coyuntura que vivimos en torno a este tema.
Asistieron expertos de toda América Latina y
fue interesante observar las diversas experiencias en desarrollo regional
como Chile, Ecuador, Perú y el resto de países.
Después de las limitaciones que empezó a sufrir la
planeación nacional centralizada en la década de los 70 del siglo pasado, el
proceso de globalización y las reformas neoliberales de los 90, arrojaron la
ilusión que la hora de los territorios y de la planeación regional había
llegado. La competitividad se define en los territorios y no en los discursos a
nivel nacional. Se pensó que por fin, la descentralización llegaría con fuerza
arrolladora y el nivel regional aparecería en toda su intensidad, como de hecho
muchos países como Chile lo han establecido, donde
la función de planificación ha quedado en manos de los gobiernos regionales. El
nivel central delegó esta función en verdaderos territorios conformados por varias
provincias (departamentos) y sus municipalidades.
Argentina, Brasil y México le han
dado mucha fuerza a la descentralización federal y también se han conseguido
logros notorios.
El caso colombiano tomó otro camino, el de la
descentralización municipalista, ignorando por completo la instancia regional,
y la recentralización presidencialista en este siglo XXI. Aunque la
descentralización ha tenido logros importantes, el exceso de competencias a los
municipios no se corresponde con los recursos otorgados, con una nula autonomía
a nivel de la descentralización.
El centro pretende desde Bogotá (DNP y Hacienda) manejar 32
departamentos, un distrito capital y más de 1100 municipios. Es una labor
condenada obviamente al fracaso. No hay gerencia pública que pueda
resolver esto centralizadamente.
La solución de este problema de
principal-agente ha llevado a múltiples regulaciones, y últimamente, el
gobierno nacional ha tratado de resolver el asunto con los contratos-plan y el
sistema general de regalías. El enredo administrativo ha sido tal que las cosas
avanzan paquidérmicamente. Los porcentajes de ejecución siguen bajos y la
retórica abundante. Estas políticas ayudan a los territorios sin duda,
es algo que no se puede negar. Pero no nos permiten salir del atraso regional.
La instancia regional sigue ignorada ante una LOOT imposible de
implementar. Los gobernantes se enredan en los trámites dispendiosos y el
tiempo pasa con pocos resultados tangibles.
El problema es más profundo. Se trata de
implementar realmente la autonomía de los territorios., impulsar y financiar
las Regiones administrativas de Planificación (RAPs), territorializar las
políticas públicas y fortalecer los órganos de control en los
territorios. Una agenda muy grande para un centralismo sempiterno en el
país de hoy.
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