miércoles, 26 de junio de 2013

¿Existió el Nadaísmo?, por Jormario Arbeláez



¿Existió el Nadaísmo?*
Por: JOTAMARIO ARBELÁEZ



Ya todos los jóvenes de Colombia son nadaístas, por lo menos los que tienen peso en la cola y cólera en la razón.

En los albores del nadaísmo, aterrado de ver cómo de todos los pueblos de Colombia llegaban solicitudes de ingreso al movimiento, el poeta Amílcar U le preguntó a Gonzalo Arango: “Profeta, ¿qué vamos a hacer cuando todos los jóvenes de Colombia se vuelvan nadaístas?”. Y el Monje Loco, que pasaba por ahí en patineta, le contestó: “¡Inventaremos el hipismo!”.
No me canso de reiterar las frases finales del manifiesto del 58: “No dejar una fe intacta ni un ídolo en su sitio.” Aunque el movimiento fue más social que literario y más filosófico que político, la costumbre nacional de banalizar las cosas impuso que se nos consideraran unos humoristas, o más precisamente mamagallistas.

Desde un principio, los comunistas, celosos de nuestro ascendiente con la juventud, nos descalificaban moteándonos “payasos de la burguesía”, porque esta nos celebraba con whisky de bacanales las acres y originales burlas públicas de que la hacíamos objeto. Igualmente, recriminaban el hecho de que envenenáramos con marihuana a los jóvenes en vía de coger las armas. Solo los muchachos que se quedaron a compartir con nosotros el bareto de la paz sobrevivieron al inane sacrificio.
Valiente Eduardo Escobar tomó la decisión de marchar al monte, pero el crítico nadaísta-marxista Álvaro Medina lo paró a tiempo. También se iba para la guerrilla el comandante Pablus Gallinazo, pero no a militar sino a cantarle Mula revolucionaria, y volvía.
Y Patricia Ariza, la teatrera de La Candelaria, a presentarles el drama de Guadalupe años sin cuenta, para que fueran viendo lo que podía pasar tras entregar las armas.

La última generación pensante en Colombia constituida en movimiento o en grupo fue el Nadaísmo. A pesar de tener 5 años más que las Farc y 6 más que los Rolling Stones, no ha podido colgar la lira porque no ha habido otro grupo más berraco que la recoja.

Por la época de los hippies, en Mayo de 68, las barricadas de París se poblaron de grafitis juveniles, entre ellos: ‘Pedid lo imposible’. Como para las Farc el tiempo no pasa, el único gesto nadaísta que han tenido es el de haber acudido a la mesa de negociaciones, en Cuba, frente a Humberto de la Calle, representante del Gobierno y nadaísta frentero, a “pedir lo imposible”. Continúo con el primer manifiesto: “¿Hasta dónde llegaremos? El final no importa desde el punto de vista de la lucha. Porque no llegar es también el cumplimiento de un destino”.

Al finalizar mi intervención en el Caguán, me bajé de mi Mont Blanc y se lo regalé al Secretariado para cuando se decidiera a firmar la paz. Es el momento en que hagan buen uso de él.
Sobrevivimos a la tela de los hilos perfectos, al fracaso del comunismo, a la quiebra de las ideologías, a la caducidad de la lucha armada y a la vejez de los hippies. De todas las formas de lucha, el nadaísmo fue la única que sacó el culo.

Nunca fuimos realistas pero tampoco patriotas. Nos hicimos antisociales mientras llegaba el socialismo. Hicimos nuestra revolución sin disparar un tiro. Todos los ídolos cayeron y las fes como velas se derritieron. El único mito que queda, si queda, es el nadaísmo.
Ya todos los jóvenes de Colombia son nadaístas, por lo menos los que tienen peso en la cola y cólera en la razón. Podríamos convertirnos en un partido político, cosa que nos asquea. Preferible debatirnos entre librepensadores, gnósticos, masones e illuminati, que entre liberoconservadores, farcócratas y delaúes.

Por ello, en la próxima reunión de nuestro Presidium –así quedemos 3 y estemos divididos en 4–, propondré que nos transformemos en una sociedad secreta. Así nos toque pagar impuestos y renunciar a nuestras columnas de prensa.

* Conferencia gratiniana en la Casa Silva (calle 12C No. 3-41), jueves 27 de junio, 18:30.

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