domingo, 26 de mayo de 2013

¡Negros, fuera!, dice Salud Hernández Mora, en su columna en El Tiempo



Salud, está pidiendo algo que es coherente: negros en el gobierno.
¿Eso es muy difícil para un mandatario y quienes lo acompañan?

En mi curso, en bachillerato, admirábamos mucho a Rafael Bovea. “Nacho” es un teso. Uno de los ingenieros químicos de la Universidad del Atlántico, Colombia, que nos representa con lujo de competencias en una gran compañía en Estados Unidos.

Con los amigos de color me pasa lo mismo con los blancos: si no son buenas personas me repelen. Para mí no es el color lo que me impulsa a apreciar a un ser humano. Tengo buenos amigos negros, que me complace tenerlos en mi vida. Y se los demuestro cada vez que puedo.
Ahora que Salud Hernández Mora toca el tema, no quise dejar de expresar lo que siento…

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¡Negros, fuera!

Por: SALUD HERNÁNDEZ MORA |

 

 

 

 

 

 

 

 Salud Hernández Mora


Ya es hora de que el Gobierno tenga ministros negros en carteras claves. Que pida hojas de vida, que busque por el Valle, Chocó o el Cauca. 

Imposible que no exista un solo negro capacitado para ser ministro o alto cargo en la Presidencia. Uribe, en ocho años, solo puso a Paula Moreno, y lo hizo para agradar a los gringos cuando negociaba el TLC. Santos no ha encontrado a ninguno, ni lo hallaron Pastrana, Samper o Gaviria, y eso que más de uno escogió para un puesto de confianza a un imberbe blanco.

Y digo negro porque encuentro ofensivo lo de afrocolombiano. No porque sea malo proceder de un continente marginado –tengo la fortuna de conocer varios países y de todos me enamoré por su gente–, sino por ser discriminatorio. A la raza blanca no se le recuerdan sus raíces. Nadie dice “eurocolombiano”, sino que por ser blanco es considerado un colombiano original, no importado, que no necesita rebuscar en su pasado un término que dulcifique su color, como si “negro” fuera vergonzante.
Además, África es demasiado grande y diversa como para poner el mismo apellido a todos los que tienen la piel “de color”. Y ese “de color” es otro término racista.
¿Acaso el blanco no es un color? ¿O el rosadito de los monos? ¿O el trigueño? ¿O el cetrino? Pues no, el único “color” es el negro.
 
Pero volvamos a los altos cargos. Si las mujeres blancas ya lograron, con todas las restricciones imaginables, que las consideren aptas para cruzar las fronteras de sus cocinas y coronar cimas, no sé qué más tienen que hacer los negros para que los miren como iguales.
Si se topan con un negro adinerado, mucha gente piensa: será deportista o cantante, jamás arquitecto o cirujano. En eso influyen los gobiernos, que rara vez nombran a un colombiano “de color” en un cargo de altura.

Esta semana se conmemoró el aniversario 162 de la abolición de la esclavitud, un crimen que iniciaron los españoles y continuaron los colombianos independizados. Lo desmoralizador es que una parte de la población actual sigue considerándolos inferiores.
Conozco alguno que otro club cachaco que prefiere que los negros se abstengan de pedir el ingreso; quizá creen que se destiñen en las piscinas. El racismo siempre es síntoma inequívoco de estupidez supina, máxime en un país donde casi todo el mundo es resultado de algún mestizaje. En una misma familia conviven hijos monos con otros de rasgos negroides, señal de que la envidiable belleza de las colombianas es producto de un coctel de varias razas.
 
Ya es hora de que el Gobierno tenga ministros negros en carteras claves. Que pida hojas de vida, que busque por el Valle, Chocó o el Cauca. Hay negros excepcionales, buenos y ramplones, y todos valen. ¿O acaso en los distintos gobiernos no conocimos a blancos muy torpes?
 
Vi estos días en confidencialcolombia.com el video Racismo en México. En él muestran dos muñecos a varios niños, uno negro y otro blanco, y les preguntan cuál es más bonito y cuál más malo. Todos coinciden en señalar al blanco de lindo y al negro de malvado. La conclusión de los expertos es que hay imaginarios que maman en sus hogares y sus entornos. Por eso, a las leyes para castigar racistas hay que sumar gestos desde arriba.


NOTA. Uff, qué alivio: el Eln solo asesinó a los once policías, no los remató con tiros de gracia. Así ya pueden negociar con los nuevos mejores amigos de la paz. Y también se comprende la tibia reacción del Presidente: las muertes de esos muchachos merecieron un simple trino.
Salud Hernández Mora

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