sábado, 18 de mayo de 2013

El arte de tener siempre la razón. Por Moisés Wasserman

Nos la pasamos aprendiendo de los que saben... Esto que ilustra Wasserman, nos llega directo a los comunicadores y periodistas.
Lo agradable para mí, es que, aunque me gusta la publicidad, siento que mi pasión es el periodismo.
Miren lo que dice el columnista de El Tiempo: "La relación que describe entre la lógica y la dialéctica nos recuerda hoy la diferencia entre un buen periodista y un publicista. El primero busca ilustrar a su público con verdad y se esfuerza en encontrarla con los instrumentos de su profesión; el segundo tiene como objetivo convencer, comprometido de antemano con un resultado".

Definitivamente, cada uno se dedica a lo que más le gusta...
RADAR,luisemilioradaconrado


El arte de tener siempre la razón
Por: MOISÉS WASSERMAN
17 de Mayo de 2013 

Moisés Wasserman 
La rama del conocimiento que trata sobre la obstinación natural del hombre en quien la vanidad innata se acompaña con locuacidad y deshonestidad.

Schopenhauer es un filósofo interesante. Famoso por tener una personalidad desagradable y malhumorada, de un pesimismo abismal (“este es el peor de los mundos posibles”), afirmaciones misóginas y antisemitas, un gran desprecio (a veces no del todo injustificado) por otros filósofos contemporáneos. De Hegel decía que él escribía palabras y dejaba a sus lectores que introdujeran algún significado. Tal vez por eso sus clases estaban vacías y las de Hegel llenas; la gente tiende a estar de acuerdo consigo misma. 

Pero sus escritos son muy claros, con un estilo ligero y atienden a problemas que se sienten aún hoy actuales.
Hace poco, inducido por la tristeza que producen argumentaciones que se leen en la prensa y en Twitter, releí uno de sus libros menos conocidos, que quedó inconcluso y que él no publicó en vida. No sé siquiera si puede llamarse libro por su brevedad y formato. Se trata de El arte de tener siempre la razón: 38 maneras de ganar una discusión. El libro tiene el mismo tono sarcástico, con fondo serio, del título.
 
Plantea Schopenhauer que la “dialéctica controversial” o la “dialéctica erística” es el arte de disputar para que prevalezca la posición propia independientemente de si es cierta o errada. Es la rama del conocimiento que trata sobre la obstinación natural del hombre en quien la vanidad innata se acompaña con locuacidad y deshonestidad. El interés por la verdad cede al de la vanidad. Lo que es verdadero se hace ver como falso y al contrario. Esa dialéctica es una esgrima intelectual a la que los hombres acuden cuando se dan cuenta de que no tienen la razón. Reclama como su antecesor a Aristóteles con su afirmación de que la retórica y la dialéctica son el arte de lograr una apariencia de verdad.
 
La relación que describe entre la lógica y la dialéctica nos recuerda hoy la diferencia entre un buen periodista y un publicista. El primero busca ilustrar a su público con verdad y se esfuerza en encontrarla con los instrumentos de su profesión; el segundo tiene como objetivo convencer, comprometido de antemano con un resultado.

Las 38 estrategias son actuales. Mencionaré algunas de ellas; no podría hacerlo con todas en este espacio.
La estrategia 1 dice: “Lleve la proposición más allá de sus límites para mostrarla absurda”. Recuerda a quienes argumentan que la aprobación del matrimonio entre homosexuales destruiría la familia. 
La número 12 le recomienda “escoger metáforas favorables a su proposición”; así es fácil atacar a todos los miembros de un grupo político comparándolo con Alí Babá y los 40 ladrones. 
La estrategia 14 lo llama a “reclamar victoria aunque sea derrota”; recordemos, por ejemplo, los reclamos sobre victoria en la reciente marcha por la paz tanto de quienes la apoyaban como de quienes se oponían.
 
La estrategia 19 nos recomienda “generalizar un asunto y luego argumentar contra lo específico para contradecir lo general”. En ciencia estamos acostumbrados a reclamos de consecuencias negativas de una tecnología para concluir que la ciencia es una amenaza para la humanidad.

Son muy usadas la recomendación 16, “argumento ad hominem”: lo que dice no es cierto porque en algún momento se equivocó; y la 30, que recomienda “apelar a una autoridad superior”, que en nuestras discusiones va desde la religión y los textos revelados hasta conceptos técnicos de algún experto. 

Si todo falla, se puede apelar a la estrategia 26: “voltee la mesa”, o a la 38: “sea rudo e insultante”.

El último libro que hallé sobre estrategias de dialéctica erística es del año 2012 y lista ya 300 falacias muy útiles. No voy a revelar el título ni el autor porque la estrategia 22 de Schopenhauer me enseña a no reconocer nada que pueda beneficiar a un posible oponente.

* Profesor emérito de la UN
@mwassermannl



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