Es
bueno dejar esto en la libreta de la Historia de Colombia…
Es
la historia colombiana y la que conocen algunos ciudadanos, como Óscar
Sevillano.
Él
escribe con mucha propiedad.
RADAR,luisemilioradaconradoLas víctimas del uribismo
Por Óscar Sevillano
Los reclamos del
sector uribista al gobierno por la supuesta impunidad y desconocimiento de las
víctimas del conflicto armado, en este caso las que sin duda alguna han dejado
las FARC, solo demuestra la actitud cínica con la que se asumen los debates en
Colombia.
Es bueno que los uribistas hablen claro y digan a qué tipo de víctimas se refieren cuando reclaman al gobierno nacional. ¿Acaso será a las que el mismo Uribe les negó la posibilidad de ser reparadas durante su gobierno con el argumento de que esto le salía muy costoso al Estado, y presionó a su bancada del Senado para que hundiera el proyecto de ley que iba a ser conciliado? ¿O será más bien a las que dejaba por fuera el Proyecto de Alternatividad Penal con el que se buscaba la desmovilización de los paramilitares, pero que gracias a la presión de la comunidad internacional y las ONG se corrigió aún con la campaña de estigmatización pública que el mismo Uribe ejerció sobre todo aquel que se atreviera a señalarle los errores en los que estaba incurriendo?
Es bueno que los uribistas hablen claro y digan a qué tipo de víctimas se refieren cuando reclaman al gobierno nacional. ¿Acaso será a las que el mismo Uribe les negó la posibilidad de ser reparadas durante su gobierno con el argumento de que esto le salía muy costoso al Estado, y presionó a su bancada del Senado para que hundiera el proyecto de ley que iba a ser conciliado? ¿O será más bien a las que dejaba por fuera el Proyecto de Alternatividad Penal con el que se buscaba la desmovilización de los paramilitares, pero que gracias a la presión de la comunidad internacional y las ONG se corrigió aún con la campaña de estigmatización pública que el mismo Uribe ejerció sobre todo aquel que se atreviera a señalarle los errores en los que estaba incurriendo?
No es posible que luego de negarse a reconocerlas dignamente como era debido, y
limitar la reparación a la entrega de un cheque y un simple discurso pidiendo
perdón, ahora salgan a legitimarse como los defensores de una población que
tuvo que ser testigo de que sus victimarios fueran invitados a hablar al Senado
de la República, sin la menor oposición del gobierno de Álvaro Uribe Vélez,
para luego ser aplaudidos fuertemente por quienes se supone fueron elegidos
para que defendieran los intereses de los colombianos de bien, y no para que
felicitaran y representaran los intereses de los causantes de miles de
desgracias en este país.
Es ahí donde quisiera que el uribismo respondiera, porque por lo menos a mí sí me gustaría saber: ¿A qué víctimas se refiere? Acaso a las que dejaron sus amigos parapolíticos, con los que gobernaron durante ocho años y que hoy se encuentran en la cárcel, no gracias a la colaboración de Uribe con la justicia, sino gracias a la valiente tarea que emprendieron la Corte Suprema de Justicia y la Fiscalía General de la Nación, a quien el expresidente no dudó en tildar de aliada de la guerrilla, porque se propusieron expulsar al paramilitarismo del Estado, tarea con la que el exmandatario parecía no estar de acuerdo.
¿O será que se refieren a los familiares de colombianos inocentes que fueron muertos por los militares y presentados como guerrilleros dados de baja, gracias a que el gobierno de la seguridad democrática incentivó esta práctica, poniéndole precio a cada persona muerta en combate, escándalo al que el propio Uribe trató de bajarle el tono asegurando que podría tratarse de “ falsas denuncias”? (frase que quedó desdibujada en la medida en que se conocieron más casos y el mismo exmandatario tuvo que reconocerlo, destituyendo a varios oficiales).
Puede ser que la ley de víctimas que aprobó el gobierno de Juan Manuel Santos, tenga fallas y cosas que mejorar. Eso nadie lo desconoce, más no por esto se puede negar las bondades que esta trae, y lo necesario que es para el país entero, que Colombia se introduzca en la vía de la reparación integral, y no en el asistencialismo en que el uribismo lo tuvo durante ocho años.
Si tanto les preocupa a los uribistas lo que pueda suceder con las víctimas de las FARC, luego de una posible desmovilización por la vía del diálogo, les aconsejo entonces que se lean la ley. Ahí verán que la norma contempla a los colombianos que fueron afectados por todos los grupos armados sin distingo alguno.
Ahora, si tanto sueño les quitaba este asunto, no entiendo cómo en ocho años de gobierno nunca se le ocurrió mencionarlo, y por qué en estos momentos que necesitan ganarse el voto de los colombianos para acceder a una curul en el Congreso, es cuando se acuerdan y se rasgan las vestiduras a favor de una población que nunca estuvo en su agenda mientras fueron gobierno.
@sevillanojarami
Es ahí donde quisiera que el uribismo respondiera, porque por lo menos a mí sí me gustaría saber: ¿A qué víctimas se refiere? Acaso a las que dejaron sus amigos parapolíticos, con los que gobernaron durante ocho años y que hoy se encuentran en la cárcel, no gracias a la colaboración de Uribe con la justicia, sino gracias a la valiente tarea que emprendieron la Corte Suprema de Justicia y la Fiscalía General de la Nación, a quien el expresidente no dudó en tildar de aliada de la guerrilla, porque se propusieron expulsar al paramilitarismo del Estado, tarea con la que el exmandatario parecía no estar de acuerdo.
¿O será que se refieren a los familiares de colombianos inocentes que fueron muertos por los militares y presentados como guerrilleros dados de baja, gracias a que el gobierno de la seguridad democrática incentivó esta práctica, poniéndole precio a cada persona muerta en combate, escándalo al que el propio Uribe trató de bajarle el tono asegurando que podría tratarse de “ falsas denuncias”? (frase que quedó desdibujada en la medida en que se conocieron más casos y el mismo exmandatario tuvo que reconocerlo, destituyendo a varios oficiales).
Puede ser que la ley de víctimas que aprobó el gobierno de Juan Manuel Santos, tenga fallas y cosas que mejorar. Eso nadie lo desconoce, más no por esto se puede negar las bondades que esta trae, y lo necesario que es para el país entero, que Colombia se introduzca en la vía de la reparación integral, y no en el asistencialismo en que el uribismo lo tuvo durante ocho años.
Si tanto les preocupa a los uribistas lo que pueda suceder con las víctimas de las FARC, luego de una posible desmovilización por la vía del diálogo, les aconsejo entonces que se lean la ley. Ahí verán que la norma contempla a los colombianos que fueron afectados por todos los grupos armados sin distingo alguno.
Ahora, si tanto sueño les quitaba este asunto, no entiendo cómo en ocho años de gobierno nunca se le ocurrió mencionarlo, y por qué en estos momentos que necesitan ganarse el voto de los colombianos para acceder a una curul en el Congreso, es cuando se acuerdan y se rasgan las vestiduras a favor de una población que nunca estuvo en su agenda mientras fueron gobierno.
@sevillanojarami
HISTORIA más antigua... con Éver Palomo Llorente.
RADAR,luise
12 enero 2003
¿Alternatividad penal o proyecto de perdón, olvido e impunidad?
Por Éver Palomo Llorente*
Aunque el debate sobre el proyecto de Alternatividad Penal presentado por el Gobierno quedó aplazado, las audiencias públicas se inician el miércoles y todavía hay muchos temas para discutir y entender. El periodista e investigador Ever Palomo Llorente hace un recorrido por la historia de iniciativas similares y argumenta por qué puede convertirse en sinónimo de perdón, olvido e impunidad.
La respuesta al este interrogante no es
fácil y mucho menos se puede plantear en blanco y negro. Entrar a mirar si el
proyecto presentado por el gobierno del presidente Álvaro Uribe a consideración
del Congreso es un instrumento jurídico para la paz y la reconciliación, como
lo afirma el Ejecutivo, o si sólo se trata de una propuesta disfrazada de
perdón, olvido e impunidad, como lo han calificado sus críticos, implica
analizar detenidamente su contenido, los matices y contextos que rodean la
iniciativa, así como las amnistías e indultos del pasado y la experiencia
internacional.
En las siguientes líneas intentaré abordar este tema coyuntural y de mucha
actualidad, cuyo debate en el Congreso de la República quedó aplazado para el
primer semestre de 2004 (a partir del próximo 14 de enero se inician las
audiencias públicas en el Congreso, previas a los debates legislativos que
arrancan a mediados de marzo), y que compromete y debe interesar a toda la
sociedad colombiana, porque de la seriedad con que se afronten el tema político
y la situación jurídica de los actores armados que han cometido violaciones de
los derechos humanos, crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad va a
depender la salida negociada del conflicto y la reconciliación nacional. Antes
de entrar en el análisis concreto del proyecto de ley y con el propósito de que
esta reflexión vaya más allá del debate planteado en el título de este escrito,
es bueno tener en cuenta algunos apuntes teóricos sobre guerra, verdad,
justicia, reparación y reconciliación. La historia de la humanidad está
caracterizada por guerras y conflictos armados. El Estado-nación tiene en la
guerra su mayor instrumento de formación. Karl Von Clausewitz, uno de los
teóricos de la guerra más connotado y estudiado, dijo que "la guerra es la
mera continuación de la política por otros medios".
Actualmente existen en
el mundo alrededor de 30 guerras, incluida la colombiana. Pero esa historia
también está marcada por procedimientos humanitarios cuyo fin es dar por
terminadas las disputas entre los actores enfrentados y propiciar la
reconciliación de los estados y comunidades afectadas. Desde el año 403 a. de
C. se tiene referencia de la amnistía como mecanismo de perdón y solución de
conflicto. Ese año, el régimen democrático ateniense decidió, por decreto,
perdonar a quienes se alzaron contra las nuevas instituciones, pero quizás uno
de los procesos históricos más importantes de amnistía es el del tratado de paz
de Westfalia en 1648, cuando Europa puso fin a los horrores de la Guerra de los
Treinta años y perdonó a quienes habían participado en la hoguera mortal de la
confrontación religiosa. Sin embargo, mecanismos humanitarios como la amnistía
y el indulto, aplicables a delitos políticos, se han quedado cortos frente a
las nuevas exigencias del derecho internacional, de la comunidad mundial y de
la realidad cada vez más compleja de los conflictos armados contemporáneos o
"las nuevas guerras" como las llama Mary Kaldor, en su libro del
mismo nombre, las cuales se dan en un contexto global, donde las relaciones de
interdependencia, los objetivos o fines, métodos de lucha, financiación,
privatización de la violencia, erosión de la autonomía del Estado, corrupción,
producción y comercio ilegal de armas y drogas, transnacionalización de las fuerzas
militares y la invisibilidad de las diferencias entre lo público y lo privado,
lo estatal y no estatal y lo formal e informal, hacen que las alternativas de
solución sean también más complejas y difíciles de lograr. La comunidad
internacional juega un papel fundamental en el desarrollo, financiación,
dinámica y solución de "las nuevas guerras". Ese papel puede estar
representado en periodistas extranjeros, soldados mercenarios, asesores
militares, expatriados voluntarios, apoyo económico de simpatizantes de la
causa, redes terroristas, gobiernos y un ejército de organismos internacionales
gubernamentales, no gubernamentales y supranacionales de cooperación y ayuda
humanitaria, que intervienen para presionar una salida negociada o el
escalamiento mismo de la guerra, a través del uso unilateral o multilateral de
la fuerza. Y es en ese contexto de globalización en el que, en las tres últimas
décadas del siglo XX, se comenzó a hablar con mayor fuerza de justicia
transicional y justicia restaurativa, como alternativas de solución a los
conflictos armados que cada día están más dirigidos contra la población civil.
En las guerras de principios del siglo XX la proporción de bajas militares
frente a civiles era de 8 a 1, mientras que ahora la relación es milimétricamente
a la inversa, es decir, por cada militar caído en combate hay ocho civiles
muertos. Justicia transicional y justicia restaurativa La justicia
transicional surge como una opción a las causas y efectos de las violaciones a
los derechos humanos (DH) y al derecho internacional humanitario (DIH), busca
la rendición de cuentas, la verdad, las reformas, la reparación y la prevención
de los abusos contra el DH y el DIH en el futuro. Los temas de legitimidad,
gobernabilidad y monopolio de los medios de coerción que cada día afectan más a
los estados contemporáneos hacen que delitos como el genocidio, las ejecuciones
extrajudiciales, la tortura, la desaparición forzada, las masacres, las
violaciones de mujeres y los crímenes de guerra escapen al control del aparato
estatal. Tras el holocausto del pueblo judío y la derrota de Hitler en la
segunda guerra mundial, la comunidad internacional y en especial los vencedores
comenzaron a pedir explicaciones y a buscar responsables por el exterminio de
cerca de seis millones de personas. El Tribunal de Nuremberg y luego las
comisiones de la verdad en el Cono Sur son puntos de partida para el análisis
de la aplicación de la justicia transicional. Pero no sólo eso, los juicios por
los casos de la Alemania nazi y del Cono Sur pusieron de presente un hecho
trascendental y es que el Estado, que por tiempos había sido considerado el
garante de los derechos de los individuos y grupos situados dentro de sus
fronteras, ahora se convertía en uno de los principales amenazadores de esos
derechos. Precisamente, Iván Orozco Abad considera que en el nuevo contexto
colombiano de retorno a la concentración de poderes en el Ejecutivo y las
Fuerzas Militares (Estatuto Antiterrorista), de mayor involucramiento de la
población civil en la confrontación, de profunda crisis de los partidos
políticos tradicionales y del primado de la autoridad sobre la libertad, las
ONG de derechos humanos deben jugar un papel fundamental y enfrentarse al
Estado para preservar los derechos, las libertades y hacerle oposición al
Ejecutivo. Sin embargo, Orozco Abad es consciente de que las ONG son más
movimientos sociales que movimientos políticos. La justicia transicional se
diferencia de la penal clásica por varias características: una vez cumple su
misión, está llamada a desaparecer; examina comportamientos relacionados con
las violaciones al DH y al DIH; su aplicación se circunscribe a un periodo
determinado, generalmente desde el inicio de la confrontación armada hasta su
final; la ley aplicable se puede escoger y adaptar según los intereses de la
nación, incluso de forma retroactiva; su mirada es colectiva y se concentra en
el futuro, entre otras. Sus pilares son reparación a las víctimas, obtención de
la verdad y perdón, mas no olvido. Paralelamente al tema de la justicia
transicional y sin ser excluyente a él, en el mundo contemporáneo se habla de
la justicia restaurativa, que se fundamenta en el hecho de que el crimen causa
daño a las personas y comunidades y por eso hay que reparar esos daños con una
participación activa de las partes en el proceso. Una definición cada vez más
usada internacionalmente sobre justicia restaurativa dice que "es un
proceso donde las partes en riesgo de un delito específico resuelven
colectivamente cómo tratar las consecuencias de ese delito y sus implicaciones
para el futuro". En el proceso de reparación juegan un papel fundamental
víctima, agresor y la comunidad para que de forma integral y en conjunto se dé
respuesta al crimen, llegando a ser el centro del proceso penal y acompañados
por profesionales legales capacitados en este tipo de justicia. La justicia
restaurativa difiere de la penal contemporánea en varios aspectos: primero, ve
los actos criminales de manera más amplia, es decir, no se limita a la simple
transgresión de la ley, porque reconoce que los agresores dañan a las víctimas,
comunidades y aun a ellos mismos. Segundo, involucra más partes en la respuesta
al crimen, en vez de dejar la responsabilidad en manos del Estado y del
agresor. Y por último, no mide cuánto castigo se ha infringido, sino cuánto
daño se ha reparado o prevenido. Las reuniones entre víctimas y victimarios con
sus familias y demás miembros de la comunidad es una de las estrategias
primordiales en la aplicación de este tipo de justicia, y la reparación de los
daños se puede hacer a través de mecanismos como la restitución, que es el pago
en dinero o especie por parte del infractor, y el servicio comunitario, que es
el trabajo realizado en beneficio de la comunidad, el cual busca resarcir el
daño experimentado cuando ocurre el crimen. El profesor Kieran McEvoy, experto
en el proceso de paz de Irlanda del Norte y que recientemente estuvo en
Colombia, considera que la justicia restaurativa ha sido una gran herramienta
para disminuir los altos índices de impunidad y criminalidad en Irlanda del
Norte. Sin embargo, hay que diferenciar el tema de la aplicación de la justicia
restaurativa con el beneficio de excarcelación que recibieron los miembros del
IRA, producto del Acuerdo de Paz del Viernes Santo, suscrito el 10 de abril de
1998, porque este modelo alternativo de justicia se está implementando desde
hace seis años en Irlanda para los crímenes menores y no para los crímenes de
guerra y de lesa humanidad cometidos durante el conflicto. El debate sobre las responsabilidades
de los actores armados apenas se está abriendo y los representantes de las
partes en conflicto ya se han pronunciado a favor del establecimiento de
comisiones de la verdad que permitan conocer las atrocidades de la guerra y
aprender de ellas para no repetirlas. Según McEvoy, los niveles de impunidad en
Irlanda alcanzaban el 96 por ciento y lo peor era que los agresores se burlaban
de sus víctimas en plenos juicios y asumían sus castigos, pero no se
arrepentían de los crímenes cometidos. Con el nuevo modelo se empezó a vincular
a la comunidad y a familiares de víctimas y agresores en los juicios para que
se tomara mayor conciencia del daño causado y se encontraran alternativas
conjuntas de reparación. La aclaración de las diferencias entre el caso
irlandés y lo que pretende el gobierno colombiano con el proyecto de
alternatividad penal es indispensable, porque la propuesta gubernamental está
supuestamente soportada en la experiencia de paz en Irlanda del Norte, donde la
excarcelación de los actores armados se dio como producto de un proceso de paz
y no como se pretende hacer en Colombia, otorgando beneficios individuales a
los violadores de los derechos humanos y responsables de crímenes de guerra y
de lesa humanidad. Si estuviera aprobado el proyecto de alternatividad penal,
tal y como fue presentado por el Ejecutivo, una persona privada de la libertad
como Simón Trinidad, uno de los ideólogos de las Farc, podría beneficiarse en
forma individual del proyecto, sin necesidad de que se avance en la paz con
este grupo alzado en armas, siempre y cuando se cumplan unos requisitos mínimos
a los que más adelante nos referiremos. Experiencias internacionales y el
papel de las ONG Los casos de Argentina y Chile muestran el papel de las
ONG de derechos humanos en los procesos de transición. Las Madres de la Plaza
de Mayo y la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (Apdr) fueron
esenciales para lograr la verdad y la movilización social contra las
desapariciones, torturas, ejecuciones extrajudiciales y actos de barbarie
cometidos por las juntas militares de Argentina (1976-1983). Las ONG y los
movimientos organizados de víctimas de la dictadura pusieron en marcha la
justicia argentina y fueron fundamentales para el trabajo de la Comisión
Nacional para el Estudio de las Desapariciones (Conadep) y los procesos y
condenas contra los nueve generales de las tres juntas militares. En el caso
Argentino, al igual que en el chileno, la justicia ha traspasado las fronteras
de la nación. A principios de diciembre de 2003 la justicia alemana pidió el
arresto del general Jorge Videla, jefe del gobierno de facto, y de otros dos
miembros de la dictadura por la muerte de dos estudiantes alemanes, hechos
ocurridos entre 1976 y 1977. El tribunal distrital de Nuremberg fue el
encargado de pedir la privación de la libertad de Videla, del ex comandante de
la Armada Emilio Massera y del general retirado Carlos Guillermo Suárez, que
podrían ser condenados incluso a cadena perpetua. El 28 de junio de 2003,
México extraditó al también ex militar argentino Ricardo Miguel Cavallo a
España, en donde era solicitado por los delitos de genocidio y terrorismo.
Cavallo fue detenido en México en agosto de 2000, cuando intentaba regresar a
su país, luego de que investigaciones periodísticas pusieran al descubierto su
participación en torturas y desapariciones durante la dictadura. La justicia
argentina, la española y la alemana se han encargado de enjuiciar a los
culpables de violaciones de derechos humanos y crímenes de lesa humanidad
durante la dictadura, al punto que quienes no están muertos están privados de
la libertad. Además se abrieron causas judiciales por masacres cometidas antes
de 1976, en la época de la conspiración militar del Cono Sur conocida como el
Plan Cóndor, que era apoyado por Estados Unidos, tal y como se ha conocido con
la desclasificación de documentos del Departamento de Estado de los Estados
Unidos, que involucran al entonces secretario de Estado del presidente
republicano Gerald Ford, Henry Kissinger, que no sólo estaba al tanto de lo que
ocurría en el Cono Sur sino que fue instigador de la represión argentina y del
golpe de Estado contra Salvador Allende, en Chile. La existencia de los vuelos
nocturnos y el arrojo de los desaparecidos al mar, amarrados a pedazos de rieles
para que no flotaran, se conoció con las declaraciones del capitán de fragata
Adolfo Scilingo el 2 de marzo de 1995, en el programa de noticias Hora Clave,
en donde confesó que había participado en dos de esos vuelos que se hacían dos
veces por semana. El efecto Scilingo les permitió a los familiares hacer el
duelo de enterrar a sus muertos y dejar de estar buscando fantasmas. La
experiencia argentina nos indica que pese a que el presidente Carlos Saúl Menem
expidió la Ley de Punto Final en 1996 y los decretos de perdón para todos los
militares encarcelados, eso no ha significado impunidad sino por el contrario,
el castigo diario a los responsables de las violaciones de derechos humanos.
Experiencia que debe ser tenida en cuenta por el gobierno colombiano y el
Congreso en la discusión y aprobación del proyecto de alternatividad penal, que
ha sido calificado por muchos sectores de ser un proyecto de perdón, olvido e
impunidad. En Chile la transición a la democracia se produjo en 1989, en medio
de los más grandes procesos de cambio a escala mundial y de la hegemonía del
tema de los derechos humanos en la política internacional. En el segundo
semestre del 89 ocurrió la caída del muro de Berlín y la desintegración de la
Unión Soviética y con ello, el fin de la guerra fría. Los chilenos tomaron como
base el modelo argentino, lo depuraron de "excesos", también
recogieron la experiencia de la amnistía general en Uruguay y establecieron una
Comisión de la Verdad como camino. El objetivo de las ONG y de las víctimas se
centró en la figura del dictador Augusto Pinochet, que se convirtió en el
blanco preferido de la causa global de la justicia. En Chile hubo una mayor
coherencia y unidad entre las organizaciones de derechos humanos, pero además
se contó con un sólido respaldo de las iglesias cristianas y de la católica.
Adicional al papel de las ONG nacionales e internacionales y de las iglesias,
la larga memoria y la rabia de las víctimas causó el debilitamiento
institucional y la pérdida de los poderes del ex dictador, que se había
autoamnistiado en 1978, había reformado la Constitución en 1980, así como los
decretos que regulaban la jurisdicción militar. Pese a las normas favorables
para los violadores de los derechos humanos, en 1993 fue condenado el general
Manuel Contreras, jefe supremo de la Policía Secreta de la Dictadura, la Dina y
en octubre de 1998, a petición del juez español Baltasar Garzón, el propio
Pinochet vivió su calvario cuando fue arrestado y sometido al escarnio público
en Londres. El juez chileno Juan Guzmán ha recibido desde enero de 1998 más de
260 quejas contra Augusto Pinochet, relacionadas con violaciones de los
derechos humanos en el periodo de la dictadura, 1973-1990. La reparación a las
víctimas en Chile también ha tenido un mejor compromiso y comportamiento que en
Argentina. El académico Samuel Valenzuela, al hacer una evaluación de la
justicia transicional en Chile, concluye que el progreso ha sido lento pero
seguro y que se ha generado una versión ampliamente compartida del pasado
reciente, la cual es aceptada por todos los ciudadanos, incluso por los que
apoyaron la dictadura. Tanto Chile como Argentina reconocen su pasado y hacen
memoria de él, rindiendo homenaje a sus víctimas. Contrario a lo ocurrido en el
Cono Sur y pese a que el proceso de negociación en El Salvador contó con una
activa participación y mediación de la comunidad internacional, a través de
Onusal y del grupo de "países amigos", incluido Estados Unidos, la
transición no ha sido tan exitosa, porque los herederos de las extremas derecha
e izquierda siguen dominando y teniendo las riendas del poder político. En El
Salvador se trató de favorecer un modelo de rendición de cuentas a través de
múltiples comisiones como la Comisión para la Verdad y la Reconciliación, la
Comisión ad hoc para la Purga Administrativa de las Fuerzas Armadas y la
Comisión para la Investigación de los Grupos de Justicia Privada, cuyos
resultados no fueron los más satisfactorios. Orozco atribuye parte del fracaso
al escaso papel de las ONG de derechos humanos, las cuales en su mayoría habían
tomado partido en el conflicto, de tal manera que cuando se produjo la
negociación y los acuerdos, se quedaron sin horizonte y sin qué hacer. Las
acusaciones recíprocas de los actores en conflicto sobre las graves violaciones
de los derechos humanos terminó favoreciendo una política de compensación de
culpas y ocultamiento, que fue consignada en el informe de la Comisión de la
Verdad. Hoy existe el sentimiento de que la transición fue más formal que
sustantiva y el reto último y principal de la justicia transicional: la
reconstrucción de las relaciones de confianza entre el Estado y sus ciudadanos,
no se ha cumplido, pese a los 100.000 muertos y 500.000 desplazados que dejaron
doce años de confrontación armada. Se prefirió una solución negociada sobre
premisas de alta impunidad y por eso las tasas de delincuencia común alcanzadas
después de la guerra le hacen sombra a la idea de la reconciliación. Los
miembros de la Comisión Salvadoreña de la Verdad, todos extranjeros, convencidos
de que el aparato de justicia no sería capaz de castigar a los grandes
criminales del pasado, decidieron sustituir la sanción penal por una social con
la publicación de unos 40 nombres, algunos de los cuales fueron retirados de
las Fuerzas Armadas. Según la Comisión, el Estado fue responsable del 66 por
ciento de los homicidios perpetrados en la guerra. La experiencia salvadoreña
nos indica que la presión de las ONG y de la comunidad internacional es
fundamental para llevar a feliz término el proceso de reconciliación. En El
Salvador las ONG no presionaron y los resultados de la Comisión, en lugar de
allanar el camino para la verdad, la reparación y la reconciliación, generaron
todo tipo de discusiones y descalificaciones de diversos sectores. Paradójicamente
en El Salvador como en el Cono Sur, Estados Unidos apoyó masivamente a los
violadores de los derechos humanos. Hoy, en Colombia es innegable la injerencia
del gobierno norteamericano en el desarrollo y dinámica del conflicto armado,
brindando ayuda económica, asistencia técnica y militar a las Fuerzas Armadas,
las mismas que al tiempo son criticadas por el Departamento de Estado
estadounidense, por la violación de los derechos humanos. Estas experiencias y
el papel que en ellas ha jugado la comunidad internacional pueden servir en el
camino hacia la solución negociada del conflicto armado en el país. Solución
que no implica la renuncia al derecho internacional ni a principios y derechos
fundamentales como verdad, justicia, reparación y reconciliación. La memoria
como mecanismo de reconciliación ¿Se puede olvidar ilimitadamente
renunciando a un mínimo de reparación y de justicia? La pregunta se la plantea
Gonzalo Sánchez en su libro Guerras, memoria e historia, en el que hace
un análisis cuidadoso de la forma como se han resuelto los conflictos armados
del pasado en Colombia y cómo se ha abordado el tema de la memoria. Es claro
que para lograr la reconciliación nacional, fracturada desde las guerras del
siglo XIX o desde la época misma de la Conquista, es necesario construir -como
lo afirma el profesor Sánchez- escenarios en los cuales los viejos adversarios
del pasado puedan debatir abiertamente sus diferencias, sus odios y los
distintos proyectos de nación. Continúa
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