Vamos a leer esto despacio, a ver si lo entendemos.
Generalmente, cuando uno desconoce los temas, los evade, porque
no quiere aparece como un ignorante.
Dicen que la ignorancia es atrevida. Y estoy de acuerdo con eso.
Se escuchan unas cosas en radio. Y se leen tantas vainas en los periódicos y en
las redes sociales que uno dice: ¿en qué colegio estudió este individuo?
Nadie sabe todo. Eso es imposible… aunque a veces nos
encontramos algunos seres humanos que hablan con tanta propiedad que pareciera
verdad lo que están expresando.
Vamos a aprender algo. Me lo envió mi amigo Fernando Cabarcas y
si lo envió él, es por algo…
Lo leeré con ustedes.
Un abrazo,
RADAR,luisemilioradaconrado
La Física al servicio de la economía y los negocios.
Profesores de física de la Universidad Nacional incursionan en
modelos de redes complejas
Lo dicen los físicos: empresas manufactureras temen invertir
Noviembre 10 de 2012
Por: Leidy Castaño, Unimedios.
La red compleja es un concepto de la física
que salió de la frontera de las ciencias básicas para explicar una variedad de
temas en áreas como la genética, la lingüística y la economía.
Mediante la econofísica se logró establecer que la
industria colombiana sigue siendo muy conservadora a la hora de invertir para
innovar.
Para entender las redes complejas hay que imaginarse
cómo funciona internet: miles de puntos interconectados y sobrepuestos, con
espacios en donde unos están más concentrados (nodos) y otros más distanciados.
Por ejemplo, no es lo mismo la densidad de
conexiones en África que en Europa.
Ámbitos como la lingüística, la genética, las neurociencias y las ciencias sociales tienen la misma particularidad: son sistemas supremamente complejos de estudiar.
Ámbitos como la lingüística, la genética, las neurociencias y las ciencias sociales tienen la misma particularidad: son sistemas supremamente complejos de estudiar.
Los físicos son expertos en desenredar esta clase
de asuntos. Y, para eso, tienen a su disposición la teoría de redes, un área
que en la actualidad salió del dominio de la ciencia básica para ayudar a
comprender otros fenómenos de la actividad humana.
En la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, el magíster en Ciencias Físicas Diego Otálora y los investigadores del Grupo de Sociofísica Carlos Quimbay y Rafael Hurtado aplicaron las redes complejas para establecer si las empresas manufactureras del país están interesadas en diversificar sus fuentes de financiación para invertir más en innovación.
Esta clase de estudios conforman una nueva disciplina llamada econofísica, que se encarga de temas como los mercados financieros y la distribución de riqueza (también está la sociofísica, que estudia estructuras sociales) y parte de que, en economía, las interacciones locales de los individuos dan como resultado propiedades de ordenamiento del sistema socioeconómico como un todo.
En la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, el magíster en Ciencias Físicas Diego Otálora y los investigadores del Grupo de Sociofísica Carlos Quimbay y Rafael Hurtado aplicaron las redes complejas para establecer si las empresas manufactureras del país están interesadas en diversificar sus fuentes de financiación para invertir más en innovación.
Esta clase de estudios conforman una nueva disciplina llamada econofísica, que se encarga de temas como los mercados financieros y la distribución de riqueza (también está la sociofísica, que estudia estructuras sociales) y parte de que, en economía, las interacciones locales de los individuos dan como resultado propiedades de ordenamiento del sistema socioeconómico como un todo.
Empresas, complejas
En las empresas, como en los fenómenos físicos, la complejidad de las variables es tal que, a la hora de tomar decisiones, se hace difícil identificar los motivos que llevan a los directivos a ir por un determinado camino.
Por eso, Otálora se centró en cuantificar la estructura de las empresas –viéndolas como sistemas– y de las diversas redes que las atraviesan. En otras palabras, se propuso dibujar un mapa de grafos (representación de un número de nodos y su conjunto de relaciones), en el que se identifiquen los fenómenos que permiten tomar decisiones en cuanto a financiación.
En este caso, establecieron el grado de inversión en actividades de investigación, desarrollo e innovación (ID+I), los tipos existentes y las restricciones financieras debidas a sus características, entre otras.
El investigador explica que la red analizada consta de dos características fundamentales. De un lado, es bipartita: su estructura está constituida por dos tipos de nodos que son disyuntos (es decir, su vinculación solo ocurre si son de grupos diferentes). De otro, es bimodal, pues cada grupo representa una clase diferente de entidades (en el caso de las empresas: bancos-clientes, almacenes-compradores, empresas-financiadores, etc.).
Así, mientras que una red bipartita impone una condición sobre la estructura (en este caso, la empresa en cuanto tal); una red bimodal está condicionada no solo por su estructura, sino también por su composición (en este caso, un componente en particular de la empresa: las fuentes de financiación), lo que se aplica para estudiar la inversión en innovación.
“El entendimiento de estos procesos se ha desarrollado, tradicionalmente, a partir de modelos dinámicos que tratan a cada uno de los agentes de la economía como una entidad separada. Pero, actualmente, el papel de las interacciones se considera un elemento clave para la organización del sistema. Haciendo uso de los resultados de redes complejas, es posible considerarlas en su interacción de manera explícita”, arguye Otálora en sus tesis sobre el tema.
La investigación surgió de la respuesta obtenida en una encuesta hecha por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), el Departamento Nacional de Planeación (DNP) y Colciencias, en la que se les preguntó a 6.212 empresas del sector si conocían las fuentes de financiación (39 en total) para actividades de ID+I.
En la pesquisa, los expertos observaron cómo la información acerca de la pertinencia de las fuentes de financiación fue capturada según su visibilidad, mientras que la asimetría en el interés de los empresarios fue interpretada como aversión al conocimiento sobre estas fuentes, es decir, aversión a la diversificación de su estructura financiera.
En las empresas, como en los fenómenos físicos, la complejidad de las variables es tal que, a la hora de tomar decisiones, se hace difícil identificar los motivos que llevan a los directivos a ir por un determinado camino.
Por eso, Otálora se centró en cuantificar la estructura de las empresas –viéndolas como sistemas– y de las diversas redes que las atraviesan. En otras palabras, se propuso dibujar un mapa de grafos (representación de un número de nodos y su conjunto de relaciones), en el que se identifiquen los fenómenos que permiten tomar decisiones en cuanto a financiación.
En este caso, establecieron el grado de inversión en actividades de investigación, desarrollo e innovación (ID+I), los tipos existentes y las restricciones financieras debidas a sus características, entre otras.
El investigador explica que la red analizada consta de dos características fundamentales. De un lado, es bipartita: su estructura está constituida por dos tipos de nodos que son disyuntos (es decir, su vinculación solo ocurre si son de grupos diferentes). De otro, es bimodal, pues cada grupo representa una clase diferente de entidades (en el caso de las empresas: bancos-clientes, almacenes-compradores, empresas-financiadores, etc.).
Así, mientras que una red bipartita impone una condición sobre la estructura (en este caso, la empresa en cuanto tal); una red bimodal está condicionada no solo por su estructura, sino también por su composición (en este caso, un componente en particular de la empresa: las fuentes de financiación), lo que se aplica para estudiar la inversión en innovación.
“El entendimiento de estos procesos se ha desarrollado, tradicionalmente, a partir de modelos dinámicos que tratan a cada uno de los agentes de la economía como una entidad separada. Pero, actualmente, el papel de las interacciones se considera un elemento clave para la organización del sistema. Haciendo uso de los resultados de redes complejas, es posible considerarlas en su interacción de manera explícita”, arguye Otálora en sus tesis sobre el tema.
La investigación surgió de la respuesta obtenida en una encuesta hecha por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), el Departamento Nacional de Planeación (DNP) y Colciencias, en la que se les preguntó a 6.212 empresas del sector si conocían las fuentes de financiación (39 en total) para actividades de ID+I.
En la pesquisa, los expertos observaron cómo la información acerca de la pertinencia de las fuentes de financiación fue capturada según su visibilidad, mientras que la asimetría en el interés de los empresarios fue interpretada como aversión al conocimiento sobre estas fuentes, es decir, aversión a la diversificación de su estructura financiera.
Poco interesados en innovar
El sector empresarial se relaciona con las fuentes de financiación según la factibilidad de acceso a recursos y no como una medida sistemática necesaria para mejorar. Es decir, si hay plata para innovar está bien, pero si no, también.
El problema radica en que las pymes, por ejemplo, conocen solo las fuentes de financiación que les aseguran la inversión de riesgo que requieren para ID+I. Al ser actividades con retorno a mediano o a muy largo plazo, las firmas prefieren seguridad de retorno o, al menos, riesgo compartido.
Una de las conclusiones del estudio es que la cultura financiera es muy conservadora, porque se invierte sobre seguro en proyectos que garantizan ganancia y cero riesgos; tienden a buscar instrumentos financieros para actividades que no tienen riesgos o estos son mínimos; y, en la mayoría de los casos, prefieren utilizar recursos propios o de la banca empresarial para invertir en actividades restringidas de ID+I. “Es una cuestión cultural”, destaca Otálora.
El sector empresarial se relaciona con las fuentes de financiación según la factibilidad de acceso a recursos y no como una medida sistemática necesaria para mejorar. Es decir, si hay plata para innovar está bien, pero si no, también.
El problema radica en que las pymes, por ejemplo, conocen solo las fuentes de financiación que les aseguran la inversión de riesgo que requieren para ID+I. Al ser actividades con retorno a mediano o a muy largo plazo, las firmas prefieren seguridad de retorno o, al menos, riesgo compartido.
Una de las conclusiones del estudio es que la cultura financiera es muy conservadora, porque se invierte sobre seguro en proyectos que garantizan ganancia y cero riesgos; tienden a buscar instrumentos financieros para actividades que no tienen riesgos o estos son mínimos; y, en la mayoría de los casos, prefieren utilizar recursos propios o de la banca empresarial para invertir en actividades restringidas de ID+I. “Es una cuestión cultural”, destaca Otálora.
Edición:
UN Periodico Impreso No. 161
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