Barranquilla,
jueves, 27 de diciembre de 2012
Por Rafael Alberto Rada C
El 25 de diciembre cuando me levanté, me asomé a la
puerta de la casa y me llevé una tremenda sorpresa. Esperaba ver niños y niñas
por todos lados, pequeñitos haciendo sonar sin cesar las sirenas de sus carros,
las niñas jugando a los “chocoritos”, con una pequeña dando órdenes; los más grandecitos
con sus balones, patines, patinetas o bicicletas, hechizas o de marca.
Pero no, nada de esto observé, solo una calle
vacía, con un sol radiante que parecía esperar a los niños y niñas. ¿Dónde
estaban los niños me pregunté?...
Talvez atrapados por los modernos equipos
electrónicos, que les están robando la posibilidad de saltar, correr, subir
árboles, ejercitarse en términos generales.
Entonces, se activó el retrovisor de mi mente y
comenzaron a pasar como en una película, los recuerdos de mi infancia, desde
las latas de aceite perforadas, donde metíamos chicharras como si fueran
pajaritos, hasta la bicicleta a la que mi mamá le quitó la silla para que la
guardáramos, pasando por los tambores con los que despertábamos a nuestros
vecinos. Y así muchos recuerdos más, especialmente el montón de niños y niñas
en las calles y los papás atentos en las puertas.
Qué tiempos aquellos!!.
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