domingo, 11 de diciembre de 2011

No podían escribir ni un párrafo, por Daniel Samper

El tema da para largo y los retomaremos en este medio todo el tiempo que se requiera.

Si no sabemos comunicarnos, ¿qué será de nosotros?

Hace poco me contaron una historia… En uno de los bancos de la ciudad, una señora le pidió a cuatro de las ejecutivas que atienden público –generalmente les va muy bien, porque les pagan bien y ganan buenas comisiones-, que le ayudara a organizar una breve carta que debía enviar para que le pagaran un dinero… y ninguna de las chicas se atrevía a tomar el bolígrafo. La señora me contó que las ejecutivas estaban asustadas, porque no sabían cómo salir del problema. No eran capaces de asesorar a su clienta… Y a la señora le tocó escribirla, porque fue imposible obtener la ayuda por parte de las bonitas ejecutivas.

Eso no ocurre solo en ese banco, sino en casi todos.

Y también en las empresas y en las redes sociales.

Pero igual, en las redes periodísticas, porque los propios comunicadores y periodistas se asustan con la escritura. Es una aversión tremenda…hacen radio y hasta hablan con propiedad, pero cuando les toca registrar alguna historia por escrito, aparecen los tropiezos. Parece que es algo sicológico...

Algo debemos hacer para solucionar ese abismo…

LuisEmilioRadaConrado

Pd: Daniel Samper Pizano

Los chicos que no podían escribir ni un párrafo



Daniel Samper Pizano

Un profesor alerta sobre el peligro de las nuevas tecnologías en los estudiantes colombianos.

Si los alumnos de Comunicación no logran comunicarse, ¿qué cabe esperar de los demás? Poco.

Siguiendo sabios consejos de suegros gruñones, me propuse ser hostil con los pretendientes de mis hijas y generoso y afable cuando se convertían en sus maridos. Una de las pruebas a las que me encantaba someter a los pretendientes era la de lecturas: llegaban en plan de visita de novios y entonces el papá de la niña se sentaba cejijunto en la sala a charlar con ellos sobre libros.
En cierta ocasión pregunté al aspirante a la mano de M*** por su autor favorito y, en vez de salir por peteneras con uno de lectura escolar obligada, me respondió que era Peppo. Maravilloso: al fin llegaba un tipo culto, un apasionado por la rica literatura italiana... Entusiasmado, le averigüé por ese escritor que yo desconocía y me dijo -radiante él al verme radiante a mí- que se trataba del autor del cómic Condorito. Poco tardó en abandonar toda pretensión sobre mi hija y huir para siempre. (Epílogo: las dos se casaron con individuos que no solo son excelentes lectores, sino hasta buenas personas.)
Pensé en este episodio al leer el viernes en El TIEMPO una columna del profesor Camilo Jiménez, que renunció a su cátedra de Comunicación Social en la Universidad Javeriana atribulado por la incapacidad de sus alumnos para redactar en forma correcta y coherente un párrafo de 100 palabras, la sexta parte de las que contiene Cambalache. Jiménez asignó la tarea de sintetizar un libro a 30 alumnos de semestres avanzados. "Era solo componer un resumen de un párrafo sin errores vistosos", explica. Plazo: cuatro meses. Los estudiantes, de clases medias o altas, habían cursado 13 años en colegios particulares. El resultado fue un desastre. Ninguno pudo presentar un texto aceptable, compacto y claro, sin faltas de ortografía ni de gramática. "Tres se acercaron y dos más hicieron su mejor esfuerzo", dice. Pero fracasaron. Decepcionado, Jiménez presentó renuncia.
En su testamento como pedagogo revela que hace nueve años, cuando empezó la cátedra, los estudiantes tenían tropiezos para escribir una síntesis bien hecha, "pero se lograba avanzar". Desde hace dos o tres, agrega, la situación es imposible. No solo son incapaces de armar un párrafo según lo pide el profesor, sino que, en general, parecen apáticos, desconocen la ironía y muestran escasa curiosidad.
Si los alumnos de últimos semestres de Comunicación no logran comunicarse, ¿qué cabe esperar de los demás? Poco. Lo sé porque recibo a diario decenas de correos y me sorprende descubrir alguno bien escrito. No quiero mencionar los foros virtuales de prensa, cloacas donde la sindéresis es la víctimas más leve, dadas las atrocidades que se expelen y que medios respetables anidan sin mosquearse.

Las pruebas Pisa han mostrado el atraso de nuestra educación. En algún momento supusimos que las formidables tecnologías electrónicas -Internet, redes sociales, información al alcance de una tecla- iban a impulsar de manera automática la formación de los jóvenes. Está sucediendo algo distinto. Con egregias excepciones, el lenguaje precario y truncado de los SMS sacrifica su capacidad de expresarse: la velocidad del pulgar supera la del pensamiento. 


Desconocen el silencio. Les cuesta concentrarse. Si no fuera por los indignados, se diría que buena parte de los futuros ciudadanos habitan un limbo informático, donde reflexionan menos, se expresan como en las cavernas y renuncian al espíritu crítico. El profesor Jiménez ha pisado un callo doloroso.
cambalache@mail.ddnet.es



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