lunes, 15 de noviembre de 2010

El Plan: hay que creerle al Gobierno, por Rudolf Hommes



Rudolf Hommes, ex ministro de hacienda de Colombia, 
es un tipo que le canta la cartilla a todo el país.
Hasta su jefe, -en ese tiempo era Juan Gossain, en RCN,-
se chupó un regaño público porque no lo trató como él se
lo merecía, porque era su asesor económico, y le renunció
con una carta muy amable que conocimos los medios de 
comunicación y que se mantuvo varios días en reserva, hasta 
que la revelaron a los periodistas y al país.

Generalmente lo leo.
Estoy de acuerdo con muchos de sus
pensamientos... entre otras cosas, porque me enseñan siempre.

Ahora, se ha convertido en uno de los aliados del gobierno Santos,
porque considera que el equipo del presidente es serio
y confía en que tendremos un buen cuatrienio.

LuisEmilioRadaC
Pd:



El Plan: hay que creerle al Gobierno
Por Rudolf Hommes

Los funcionarios del Gobierno que llevan tres meses trabajando diligentemente para producir el
Plan de Desarrollo que presentaron el viernes
deben estar desencantados.
A pesar de su importancia, ha sido recibido
con escaso entusiasmo, y su divulgación ha sido inadecuada.
El día anterior al lanzamiento, La República
se lo atribuyó a una consejería de la Presidencia
y no mencionó siquiera al DNP.


Después del lanzamiento, El Espectador
le dedicó una columna
en una página interior. 

El Tiempo, que desempeña implícitamente
el papel de diario
oficial, hizo un análisis aceptable
(también Portafolio), pero no le otorgó la importancia 
que le había dado, por ejemplo, a la política educativa.

En El Colombiano destacaron más la posible
escasez de gas y la solidaridad de Fenalco
que el Plan, y en La Patria de Manizales
toda la atención de esa sección
de economía la recibió el problema
de Aerocafé en Palestina. 
El Plan contiene las prioridades que el
Gobierno les otorga a las distintas áreas y aspectos
de las políticas que van a regir
la economía en los próximos cuatro a ocho años,
y presenta metas concretas que se propone cumplir
en cuatro años.
Este es un esfuerzo meritorio y una muestra
de seriedad y buen gobierno, pues dota a la
opinión pública de elementos claros para juzgar
los objetivos de la administración y de
criterios cuantitativos que nos permitirán evaluar
el progreso, la calidad de la gestión y
de las políticas públicas adoptadas.

El Gobierno se propone alcanzar un promedio de
crecimiento anual del PIB en los cuatro años
de la administración Santos de 6,2 por ciento.
Es una meta clara, fácilmente observable
y difícilmente alcanzable, ya que desde
hace tiempo el crecimiento anual no supera sino 
ocasionalmente el 5 por ciento
(4,6% en promedio entre 2001 y 2009). 


El Plan del Gobierno anuncia que va a restituir
un millón y medio de hectáreas a ciento ochenta
mil familias, generar cien mil empleos
rurales nuevos, sacar a 2.5 millones de personas
de la pobreza, bajar el desempleo a un dígito,
formalizar 350.000 informales y crear 
150.000 puestos nuevos para jóvenes. 

Se compromete a duplicar la red de carreteras
de doble calzada y el esfuerzo en recuperación
y mantenimiento de carreteras; y 
anuncia que va a construir 75.000 kilómetros
de “caminos para la prosperidad”,
en un momento en el cual el propio
Ministro de Transporte no puede llegar
a su ciudad natal ni por tierra ni por aire.
Promete un millón de cupos nuevos en los
colegios de primaria, cuatrocientos 
mil cupos en educación básica y media,
y un gran impulso de la 
educación superior.
Aspira atraer USD$13.000 millones anuales de
inversión extranjera
(en el primer semestre de este año llegaron 
USD$3.100 millones) y que las exportaciones
alcancen USD$52.000 millones por año,
lo que representaría un crecimiento anual
del 8 o 9 por ciento. 


Estas son metas ambiciosas si se tiene en cuenta
que el mundo no ha 
salido de la crisis, y que nuestra moneda
se encuentra sobrevaluada en 
términos reales.
Andrés Velasco, co-artífice del éxito de Michelle Bachelet 
en Chile y uno de los pocos ex ministros exitosos que
vienen a dar línea (por lo general lo hacen los que
no pudieron prevenir o causaron desastres en 
sus propios países ) opina que los gobiernos
no deben prometer programas difíciles de cumplir
y que deben prepararse antes de lanzarse a hacer
reformas.
El futuro dirá si el Plan que nos ha propuesto
el Gobierno cumple esos dos requisitos, pero no es
un proyecto que podemos ignorar sin hacer 
todo lo posible para que se pueda cumplir
lo que promete.

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