Por: Amylkar D. Acosta MAmylkar Acosta, exministro de Minas y Energía de Colombia
Como es bien sabido hizo tránsito, de la
anterior legislatura de las sesiones del Congreso de la República a la actual,
el proyecto de acto legislativo 018 de 2024 Senado y 437 Cámara, reformatorio
de los artículos 356 y 357 de la Constitución Política, concerniente al Sistema
General de Participaciones (SGP), el cual constituye una bolsa de recursos que
le transfiere la Nación a la entidades territoriales, los cuales fueron objeto
de dos enmiendas, el Acto legislativo 01 de 2001 y 04 de 2007, en desmedro del
mismo.
Como se recordará, so pretexto de las
dificultades por las que atravesaba el fisco nacional se truncó el crecimiento
de dichas transferencias, atadas como estaban al comportamiento de los Ingresos
Corrientes de la Nación (ICN) y se optó por desligarlas, supuestamente de
manera transitoria, de los mismos. Pero, en este país no hay nada más
permanente que las normas transitorias. La meta a la que debía conducir la
senda de incremento anual de los recursos del SGP debía alcanzar con el paso de
los años el 46.5% de los ICN, más el año anterior a duras penas llegó al 21.3%.
En plata blanca, entre los años 2002 y 2023,
por cuenta de tan nefastas reformas los departamentos, distritos y municipios
del país dejaron de recibir la friolera de $388 billones, recursos estos que al
tener como destinación específica la salud, la educación y el saneamiento
básico, el financiamiento de estos quedó diezmado en detrimento de la calidad
de vida en las regiones.
Ello se vio agravado porque concomitantemente
con la recentralización de los recursos
que ha experimentado el país en el curso de los 33 años de vigencia de la nueva
Constitución Política, a contrapelo de su espíritu descentralizador y
autonomista, se le delegaron a las entidades territoriales funciones y
competencias desde el nivel central, pero sin recursos, violando lo
establecido en el artículo 356 de la Carta, el cual establece claramente que no
se les pueden hacer esas delegaciones si al mismo tiempo no se le garantizan
los recursos necesarios y suficientes para asumirlas.
Con este proyecto, entonces, se busca por parte de las regiones resarcirse de la lesión enorme que le significaron los recortes de las transferencias que se derivaron de esos funestos actos legislativos. Dicho de otra manera, se trata de restablecer la senda perdida de crecimiento de sus recursos, de tal manera que entre los años 2027 y 2036, escalonadamente, se llegue al 46.5% de los ICN, como lo previó la Asamblea Nacional Constituyente de 1991.
Ante tan justo reclamo, el Presidente de la República Gustavo Petro le dio su espaldarazo a este proyecto de origen parlamentario, liderado por el Senador Guido Echeverri y ello le dio el impulso que le faltaba para su aprobación en primera vuelta. Además, se ha comprometido con la Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación, FECODE, a respaldar e impulsar este proyecto. Por su parte el Ministro del Interior Juan Fernando Cristo, que desde la llanura auspició e impulsó esta iniciativa, al momento de asumir la cartera y anunciar los proyectos prioritarios para el Gobierno para su trámite en la presente legislatura destacó este, tan caro a sus afectos.
Los primeros en reaccionar y en hacerle reparos
a este proyecto fueron el Centro de Estudios Económicos ANIF y el Comité
independiente de la Regla Fiscal (CIRF). En concepto del Presidente de ANIF
José Ignacio López, “de aprobarse este proyecto, las transferencias
territoriales irían ganando participación hasta el punto que el 83% de los ingresos del Gobierno Nacional en 2036
estaría comprometido en tres rubros: pensiones, intereses y transferencias al
SGP”. Por su parte la CIRF aduce que, de aprobarse este proyecto, se “elevaría
el déficit fiscal del 5% al 10% del PIB”, al tiempo que elevaría aún más la
inflexibilidad del Presupuesto que hoy supera el 85%.
Pero lo que pierden de vista tanto ANIF como
CIRF es que tanto los ICN, como lastre del elevado déficit fiscal que viene
arrastrando el Gobierno Central secularmente, obedecen al complaciente régimen
tributario que rige en Colombia, en el que abundan las gabelas, erosionando la
base impositiva, hasta convertirla en una especie de queso gruyere, amén de la
afectación del recaudo de impuestos a consecuencia de la evasión y la elusión
del pago de impuestos, dada la laxitud de las normas.
Según el Marco Fiscal de mediano plazo (MFMP)
de 2018, expedido por el Ministerio de Hacienda, el inventario de las
exclusiones, exenciones, deducciones y descuentos tributarios en vigor para esa
fecha eran 229 y el costo de las mismas ascendían a los $60 billones. Entre
tanto, según la DIAN, para el año 2022, el monto de la evasión y la elusión
tributaria ascendió a los $80 billones. Según el Centro de Investigación
Económica y Social Fedesarrollo, en promedio, ambas cifras, se acercan a los
5.4 puntos porcentuales del PIB.
Dicho lo anterior, no salimos de nuestro
asombro por el veto del Ministro de Hacienda Ricardo Bonilla, pues según él
este proyecto “viola la Constitución y rompe la regla fiscal”, al tiempo
que su subalterno, el Jefe de Crédito Público José Roberto Acosta se explayó
diciendo que “transferir 9.2% del PIB en 2036 a municipios y departamentos
para el período 2027 – 2036, sin que se definan competencias y destino de esos
dineros viola el artículo 334 de la Constitución y materializa una
federalización a las malas”. Cabe preguntarse desde cuándo una reforma a la
Constitución es inconstitucional. La reacción desde las regiones no se ha hecho
esperar, el Referendo por la Autonomía fiscal de las regiones ha cobrado
vuelo y ya el número de firmas superó el millón. El Presidente Petro y el Ministro
Cristo tienen la palabra!
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