Aprendamos algo de la CEPAL.
Es
la Comisión Económica para América Latina.
Y
nos la enseña un poco Amylkar Acosta con esta nota.
®rada®luisemilioradaconrado
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EL PENSAMIENTO ECONÓMICO DE LA CEPAL
Amylkar D. Acosta M
La Comisión Económica para América Latina
(CEPAL) tuvo su origen en la Resolución 106 (VI) del Consejo económico y social
de las Naciones Unidas reunido en Santiago de Chile el 25 de febrero de 1948.
Su misión ha consistido en asesorar y colaborar con los gobiernos de la región
en todo lo concerniente a su desarrollo económico y social. A la larga se ha
convertido en uno de los centros de pensamiento más prestigiosos y relevantes
en Latinoamérica, en un referente obligado para los estudiosos de su realidad merced
a sus análisis y diagnóstico de sus tendencias económicas y en una de las voces
más autorizadas e informadas a lo largo de sus 74 años de existencia.
Por su Secretaría ejecutiva han pasado diez
titulares, siendo tres de ellos los que más han permanecido en el cargo: la
saliente Alicia Bárcena Ibarra con 14 años, Enrique Iglesias y Raúl Prebish con
13 años y sólo un colombiano, José Antonio Ocampo, quien además de ex ministro
de Hacienda y ex codirector del Banco de la República fungió como Secretario
General Adjunto para Asuntos Económicos y Sociales de la ONU durante el mandato
de Kofi Annan como Secretario General (2007).
Indudablemente quien más contribuyó al prestigio
y visibilización de la CEPAL, fue el economista argentina, quien le dio un gran
impulso y forjó un Modelo propio para América Latina basado en la protección de
la producción nacional, la promoción de la industrialización y la
diversificación de las exportaciones. Esta línea de pensamiento tuvo su eco en
la administración del Presidente Carlos Lleras Restrepo y su Ministro de
Hacienda Abdón Espinosa Valderrama, plasmándola en el famoso Decreto 444 de
1967 “sobre el
régimen de cambios internacionales y de comercio exterior”. Aunque criticada y denostada esta política calificada por los talibanes del neoliberalismo despectivamente como “cepalina”, lo cierto es que la escasa industrialización alcanzada por Colombia particularmente se debe a su protección, tal y cual como lo hicieron en su momento los países desarrollados.
A su abandono le debemos la desindustrialización
que padecemos, que le ha significado al país una pérdida de participación tanto
del sector industrial como del sector agrícola en el PIB. El primero pasó de
representar en precios constantes del 22% entre 1970 y 1980 al 12.1% y el
segundo del 24% entre 1970 y 1980 al 7% en 2019. Y ello, para abrazar con el
sectarismo de los conversos el credo neoliberal del Consenso de Washington, que
tuvo más de Washington que de consenso, con la promesa incumplida de alcanzar
un mayor crecimiento de la economía y hacer el tránsito de ser un país de ingresos
medios a otro de ingresos altos.
Se hizo célebre la manida frase en boca de
los talibanes del Neoliberalismo, cuando este estaba en todo su furor, según la
cual la mejor política industrial era no tener política industrial y la mejor
política agrícola era no tener política agrícola, es decir dejárselo todo al mercado,
que el Estado en cambio ocupe el puesto trasero y allí están sus funestas
consecuencias.
El fracaso de este modelo está a la vista:
mientras entre la postguerra y 1990 creció a un ritmo promedio de 5%, entre 1990,
cuando se dio el gran viraje aperturista de la economía bajó hasta el 3.6% y
más recientemente pasó del 4.3% entre 2008 y 2014 al 3.3% entre 2014 y 2020.
Entre tanto el crecimiento potencial de la economía colombiana pasó del 4.8% en
2012 a 3.5% en 2018.
Luego caería aún más en 2020 a causa de la
crisis pandémica hasta el 1.1% y se espera por parte del Ministerio de Hacienda
en su Marco Fiscal de Mediano
Plazo (MFMP) en el 3.2% a partir de este
año. Es más, de acuerdo con el FMI, el PIB per cápita de Colombia ha estado
congelado los últimos veinte años.
¡Esos polvos tenían que traer estos lodos!
Santa
Marta, julio 30 de 2022
www.amylkaracosta.net
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