Del posconflicto y de las cosas
dichas por su nombre, unos comentarios de Fernando Arteta…
RADAR,luisemilioradaconrado
@radareconomico1
Las cosas por su
nombre
Por: Fernando Arteta
Por: Fernando Arteta
2015-11-14
Qué buena costumbre es llamar a
las cosas por su nombre. Por eso celebro el nacimiento o redescubrimiento de términos
que indican situaciones y describen adecuadamente lo que quieren decir. Oímos
hablar de la justicia transicional o del desescalamiento y entendemos que la
una es la justicia que se aplicará durante y para la transición que abocará el
país durante las negociaciones en busca del cese de hostilidades. La otra debe
ser algo así como lo que va pasando cuando bajamos por una escalera luego de
estar en una gran altura –se desescala en la medida que perdemos altura – y
perder altura es en este caso bajarle la intensidad al enfrentamiento. Podría
haber sido bajamiento, descendimiento, aplacamiento o hasta aculillamiento,
pero no, escogieron un adecuado gerundio al que ya nos acostumbramos.
Algo parecido sucede con
“postconflicto”, término acuñado para referirse a todo lo que suceda después
del conflicto. No tengo claro si es pos o post pero no hay duda alguna en que
ambos prefijos indican posterioridad. El término es claro y no requiere
explicaciones, así como posguerra es después de la guerra, en este caso no
podría haberse utilizado este término como sinónimo del postconflicto. Allí
empiezan a presentarse grandes diferencias en ambos términos y las
consecuencias que conllevan cada uno de ellos. Guerras entre naciones o guerras
internas implican enfrentamientos generalizados entre las partes en donde
además de matarse, se destruyen ciudades y su infraestructura con el afán de
ganar como sea y mientras no haya victoria, el desastre de parte y parte
continúa de la forma más cruda posible.
En Colombia, a pesar de la
existencia de grupos guerrilleros, subversivos, terroristas o lo que sea, nunca
ha habido realmente una guerra. Secuestros, chantajes, boleteos, actos
terroristas, sí, pero batallas como tácticas de guerra, no las conocimos. Las
guerrillas, como su nombre lo indica, son diminutivos de guerra, acosan y
molestan al enemigo y nunca lo enfrentan en serio porque pierden y lo saben. De
hecho quizá la única acción de guerra que pudiese considerarse fue la toma del
Palacio de Justicia donde los guerrilleros fueron aplastados en 28 horas por el
ejército regular.
Varios errores, ha cometido el
Estado durante los 50 y más años de existencia de los grupos armados
insurgentes. Pusilánime y permisivo en muchos casos, humanitario y liberal en
otros, pero lo más delicado fue haber permitido que
el conflicto se hubiera convertido en una seudo guerra que les dio ese estatus
a los insurrectos y que les permite estar donde están. Si fuera una
guerra, pues, los perdedores firmarían con sangre la derrota y sufrirían todas
las consecuencias.
Pero como ya estamos en lo que
estamos y vamos para donde vamos, no sigamos embarrándola con la apoteosis del
después, aquí no hay ciudades arrasadas, refinerías quemadas ni puentes
destrozados. Hubo ataques a pequeños centros urbanos, oleoductos reventados e
inmediatamente reparados y uno que otro puentecillo dinamitado y, eso sí,
muchos secuestrados y numerosos asesinados que no pueden restituirse. Entonces
debemos tener claro que el postconflicto se limita, por los acuerdos a los que
llegaremos, a poner a vivir a los desmovilizados, en pagarles mesada y
construirles centros rurales de vivienda donde medio paguen las atrocidades
cometidas. Nada más.
Ojalá el nuevo
min-postconflicto, de manera ordenada, juiciosa y seria, tal como es él,
desescale al post y culmine la transición efectivamente sin necesidad de obras
faraónicas, ni actuaciones excesivas, no es necesario y Pardo más que nadie lo
sabe.
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