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Reunión al máximo nivel para decidir el futuro de Grecia
MadridMario Draghi, presidente del BCE y Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional, han viajado hoy a Berlín (Alemania) para participar en una reunión con la canciller alemana, Angela Merkel; el presidente francés, François Hollande; y el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker. El objetivo del encuentro es fijar una posición común en la negociación de los acreedores con el Gobierno griego, algo que será clave para determinar el futuro de Grecia dentro de la zona euro.
Juncker,
Hollande y Merkel ya se habían citado en la capital germana con motivo
de una conferencia empresarial sobre el mercado único digital, y desde
la propia cancillería no descartaron nunca que el tema de Grecia pudiera
ser debatido. Sin embargo, la presencia de Draghi y Lagarde en la
reunión no se conoció hasta última hora. La directora general del FMI,
por ejemplo, tenía previsto acudir a una Conferencia de Alto Nivel sobre
América Latina en Washington.
Grecia y las instituciones de la troika (Comisión Europea, FMI y Banco Central Europeo) llevan cuatro meses tratando de negociar un plan de reformas que, una vez validado por el Eurogrupo, permita desembolsar US$7.911millones a Atenas y ablandar la política de financiación del BCE con la banca griega. Atenas necesita ese dinero para evitar un impago soberano que podría producirse en las próximas semanas. O incluso antes.
Un default daría un argumento de peso al BCE para cortar el grifo de liquidez de emergencia a la banca griega, lo que forzaría un corralito financiero en el país y abocaría a su Gobierno a debatir la emisión de una divisa paralela para poder pagar salarios y pensiones.
Ruido y vencimientos a la vuelta de la esquina
La proximidad de un vencimiento de US$329,6 millones con el FMI, el próximo viernes, y la posibilidad de que Grecia decida posponer el pago hasta el 19 de junio, han reavivado la tensión. Atenas podría, legalmente, pedir la reagrupación de todos los pagos del mes para esa fecha, y abonar entonces US$1.758 millones, pero el último país que se aferró a este tecnicismo interno del FMI fue Zambia en los años ochenta.
Las negociaciones han llegado a un punto en el que el ruido lo inunda todo y en el que ambas partes mandan mensajes contradictorios. Los vaticinios de que un acuerdo es inminente se entremezclan con las especulaciones sobre una potencial salida de Grecia de la moneda única.
Hoy mismo, Carlo Padoan, ministro de Finanzas italiano, se mostró esperanzado en llegar "pronto" a un acuerdo, pero también mencionó que "Grexit es una posibilidad". La semana pasada fue la propia Lagarde la que aseguró que la salida de Grecia del euro era "un potencial".
Pero la cacofonía no acaba ahí. El ministro del Interior griego, Nikos Vutsis, aseguraba el sábado pasado que su Gobierno podría posponer "seis o doce meses" sus promesas electorales para llegar a un acuerdo, pero hoy mismo, el primer ministro, Alexis Tsipras, publicaba una tribuna en el diario francés Le Monde en el tildaba de "absurdas" algunas propuestas de los acreedores eran "absurdas". Los cuellos de botella siguen siendo: la reforma de pensiones y la del mercado laboral, el objetivo de superávit y el despido de funcionarios.
Motín en Syriza
En cualquier caso, este no es el único frente abierto que tiene Tsipras. También está sufriendo presiones internas desde su propio partido, la coalición de izquierda radical de Syriza. Según informa el canal de televisión británico Channel 4, un grupo de 53 diputados se han sumado a los 30 de la facción más radical para oponerse a un eventual acuerdo con los acreedores.
Si esto se confirma, Tsipras perdería el apoyo de 80 de sus 149 diputados, lo que le impediría aplicar las reformas a las que pudiera comprometerse. La única alternativa sería bien convocar elecciones, bien un referéndum, bien apoyarse en otros partidos más centrados de la cámara baja griega. Sin embargo, dado el tamaño del supuesto motín, más de 80 diputados, Tsipras necesitaría el apoyo de Nueva Democracia, el partido conservador que abandonó el poder tras las elecciones de enero y al que Syriza culpa de buena parte de los males del país.
Pero con o sin motín parlamentario, en el seno de Syriza hay una fuerte lucha interna. Las críticas provenientes del propio partido han forzado la renuncia de Elena Panaritis, una economista helena que había sido designada por el propio ministro de Finanzas, Yanis Varufakis, para representar a Grecia en el FMI. El anterior representante griego dimitió poco después de que Syriza ganase las elecciones, alegando "motivos personales".
Aunque oficialmente solo hay una fecha límite para llegar a un acuerdo, el 30 de junio, todas las fuentes apuntaban a finales de mayo o principios de junio como la fecha tope para llegar a un acuerdo, debido a los procesos burocráticos que hay que seguir antes de cualquier desembolso. Pero no sería la primera vez que Grecia y sus acreedores incumplen una fecha límite y luego no pasa nada. Si esta vez se repite o no la historia depende en buena parte de la reunión de Berlín.
Grecia y las instituciones de la troika (Comisión Europea, FMI y Banco Central Europeo) llevan cuatro meses tratando de negociar un plan de reformas que, una vez validado por el Eurogrupo, permita desembolsar US$7.911millones a Atenas y ablandar la política de financiación del BCE con la banca griega. Atenas necesita ese dinero para evitar un impago soberano que podría producirse en las próximas semanas. O incluso antes.
Un default daría un argumento de peso al BCE para cortar el grifo de liquidez de emergencia a la banca griega, lo que forzaría un corralito financiero en el país y abocaría a su Gobierno a debatir la emisión de una divisa paralela para poder pagar salarios y pensiones.
Ruido y vencimientos a la vuelta de la esquina
La proximidad de un vencimiento de US$329,6 millones con el FMI, el próximo viernes, y la posibilidad de que Grecia decida posponer el pago hasta el 19 de junio, han reavivado la tensión. Atenas podría, legalmente, pedir la reagrupación de todos los pagos del mes para esa fecha, y abonar entonces US$1.758 millones, pero el último país que se aferró a este tecnicismo interno del FMI fue Zambia en los años ochenta.
Las negociaciones han llegado a un punto en el que el ruido lo inunda todo y en el que ambas partes mandan mensajes contradictorios. Los vaticinios de que un acuerdo es inminente se entremezclan con las especulaciones sobre una potencial salida de Grecia de la moneda única.
Hoy mismo, Carlo Padoan, ministro de Finanzas italiano, se mostró esperanzado en llegar "pronto" a un acuerdo, pero también mencionó que "Grexit es una posibilidad". La semana pasada fue la propia Lagarde la que aseguró que la salida de Grecia del euro era "un potencial".
Pero la cacofonía no acaba ahí. El ministro del Interior griego, Nikos Vutsis, aseguraba el sábado pasado que su Gobierno podría posponer "seis o doce meses" sus promesas electorales para llegar a un acuerdo, pero hoy mismo, el primer ministro, Alexis Tsipras, publicaba una tribuna en el diario francés Le Monde en el tildaba de "absurdas" algunas propuestas de los acreedores eran "absurdas". Los cuellos de botella siguen siendo: la reforma de pensiones y la del mercado laboral, el objetivo de superávit y el despido de funcionarios.
Motín en Syriza
En cualquier caso, este no es el único frente abierto que tiene Tsipras. También está sufriendo presiones internas desde su propio partido, la coalición de izquierda radical de Syriza. Según informa el canal de televisión británico Channel 4, un grupo de 53 diputados se han sumado a los 30 de la facción más radical para oponerse a un eventual acuerdo con los acreedores.
Si esto se confirma, Tsipras perdería el apoyo de 80 de sus 149 diputados, lo que le impediría aplicar las reformas a las que pudiera comprometerse. La única alternativa sería bien convocar elecciones, bien un referéndum, bien apoyarse en otros partidos más centrados de la cámara baja griega. Sin embargo, dado el tamaño del supuesto motín, más de 80 diputados, Tsipras necesitaría el apoyo de Nueva Democracia, el partido conservador que abandonó el poder tras las elecciones de enero y al que Syriza culpa de buena parte de los males del país.
Pero con o sin motín parlamentario, en el seno de Syriza hay una fuerte lucha interna. Las críticas provenientes del propio partido han forzado la renuncia de Elena Panaritis, una economista helena que había sido designada por el propio ministro de Finanzas, Yanis Varufakis, para representar a Grecia en el FMI. El anterior representante griego dimitió poco después de que Syriza ganase las elecciones, alegando "motivos personales".
Aunque oficialmente solo hay una fecha límite para llegar a un acuerdo, el 30 de junio, todas las fuentes apuntaban a finales de mayo o principios de junio como la fecha tope para llegar a un acuerdo, debido a los procesos burocráticos que hay que seguir antes de cualquier desembolso. Pero no sería la primera vez que Grecia y sus acreedores incumplen una fecha límite y luego no pasa nada. Si esta vez se repite o no la historia depende en buena parte de la reunión de Berlín.
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