A mí me gustó
una vez que encontré una columna de Gabriel Silva donde expresaba que no estaba
de acuerdo con la forma en que su compañero de gobierno, Álvaro Uribe, manejaba
ciertos acontecimientos.
Esa vez, el colega Oscar Montes, quien
en ese tiempo laboraba en el diario El Heraldo fue duro con Silva y tituló su
columna “La puñalada
trapera de Gabriel Silva”, noviembre 17 de 2012.
Ahora encuentro
otra columna, en la que Gabriel Silva titula su escrito: “El Patrón”,
refiriéndose a Uribe. Y asimila la situación del antioqueño con otro
antioqueño, Pablo Escobar.
Lo que viene en
este debate político es bien interesante. Los periodistas y la comunidad en
general aprenderemos a conocer a quienes llegarán al poder y a quienes lo
pretendieron.
Aunque dicen que
la comunidad nunca aprende y vuelve a cometer los mismos errores.
Los políticos…
son unos personajes. Muchos de ellos, solamente buscan su propio bienestar y de
su grupo cercano. Eso es lo triste, pero así se han presentado las cosas y
seguiremos avanzando, aunque con muletas…
Es bueno anotar que yo pienso que los hombres colombianos se deben a su país, a su nación. Y si consideran que su "amigo, copartidario, compañero de gobierno, no está haciendo lo correcto, deben ser más leales con Colombia que con sus "amigos"..."
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El
Patrón
Gabriel Silva Luján
Aun cuando se
sabía qué era lo que iba a pasar, los precandidatos desfilaron presentando
examen de lealtad y dando su palabra de que nunca "traicionarían" al
Patrón.
Todo lo
ocurrido con el Uribe Centro Democrático en las últimas semanas recuerda a la
serie El patrón del mal, que relata la vida y obra de Pablo Escobar Gaviria,
primo hermano de José Obdulio, estratega del hoy candidato –en cuerpo ajeno–
Álvaro Uribe Vélez.
Empecemos
por el tema de las reglas de juego que supuestamente se habían acordado para
definir quién sería el candidato de dicho movimiento. De una competencia
abierta y democrática, en la que el electorado afecto al uribismo podría
escoger entre los precandidatos, se pasó, de la noche a la mañana, al sistema,
cerrado y oscuro, de una convención organizada a las patadas. ¿Quién dio la
orden? Pues el Patrón.
En ese
espectáculo deplorable –por más esfuerzo que se hizo para disfrazar la verdad–
quedó en evidencia que el Uribe Centro Democrático ni es de centro ni es
democrático. La única cosa que importa es lo que decida Uribe. La razón real de
lo que pasó es que el expresidente no podía darse el lujo de llegar al
escenario de Santos vs. Santos. El riesgo de esperar hasta allá era demasiado
grande. El objetivo de impedir la elección del actual presidente en la primera
vuelta –que es el diseño electoral del uribismo– se hubiera frustrado y además
se le abría demasiado espacio a una tercería.
La
convención uribista nos recordó que, como en el caso de Pablo Escobar, quien no
jure fidelidad es hombre “muerto”. Las palabras que se usaron son del mismo
calibre de las que imperan en los códigos de la mafia. Hubo una emulación no de
ideas sino de servilismos. Aun cuando se sabía de antemano qué era lo que iba a
pasar, los precandidatos desfilaron presentando examen de lealtad y dando su
palabra de que nunca “traicionarían” al Patrón.
Óscar Iván,
como un lorito, anda ya repitiendo el mantra del Patrón. Sin percatarse de que
Uribe, debajo de la manga, tiene un comodín por si las cosas no le salen bien o
si logra convencer a Luis Alberto Moreno o al general Naranjo de que acepten
sus insistentes esfuerzos de seducción. Como van las cosas hoy, la probabilidad
de que Zuluaga, que es un buen candidato, no llegue a la recta final es
bastante alta.
Si se mira
el proceso de selección de la lista al Senado del uribismo, nada puede ser más
autoritario que eso. El equipo con el que quiere llegar Uribe al Senado –quien
además todavía no contesta si realmente va a ocupar la curul o es solo un truco
para conseguir votos– es una banda de áulicos que se distinguen por tener nexos
con los uribistas ‘purasangre’ –como de hecho se llaman a sí mismos– y por
hacer juramentos de castidad uribista hasta la muerte. Son la guardia
pretoriana del Patrón.
El último
episodio de egolatría y de la actitud mafiosa es pretender que la foto de Uribe
sea el símbolo del partido. Es lo más parecido al nazismo y el fascismo, donde
el dictador siempre manda y solo él puede erigirse como representante incuestionado
de sus huestes. El Patrón cree que su cara es lo que importa, y sus borregos
aceptan la humillación de que nada de lo que son o pueden aportar sea
relevante. Solo existe el caudillo.
Afortunadamente,
la gente no es boba y, por más que intenten darle visos de legitimidad al
dedazo de Uribe, es evidente lo que le pasaría al país si llegase a ser elegido
Uribe en cuerpo ajeno. Nos espera un país a merced de lo que decida el Patrón.
Y eso desembocaría en una nueva guerra civil.
Díctum. Si queremos tener un país en paz, hay
que arrancar con la redención social de la Costa Pacífica. Doscientos años de
abandono son demasiado.
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