Petro... Gustavo Petro...
Tremenda oportunidad la que está desperdiciando, el alcalde de Bogotá.
Virgilio Barco lo logró. Y otros colombianos también.
Llegan a la alcaldía y suben a la presidencia.
En este último punto, la izquierda tiene un enorme saldo en rojo tras nueve años de manejar la Alcaldía. Petro prometió construir 70.000 viviendas de interés social y transcurrido un año no lleva ni el 10%. Y a cambio de eso, no ha conseguido los lotes para las 10.000 viviendas que pretende edificar el Gobierno Santos en la capital.
Pero el mejor platillo para sus enemigos lo sirvió él mismo a fines de 2012 con el desastre gigantesco de las basuras. ¿Cómo seguir defendiéndolo luego de que quedó patente su testarudez, su arrogancia y su incapacidad administrativa? Y no teniendo suficiente con la crisis por las toneladas de desechos en la calle, conocimos el absurdo de unos camiones podridos y oxidados que se trajo en alquiler desde Estados Unidos.
Virgilio Barco lo logró. Y otros colombianos también.
Llegan a la alcaldía y suben a la presidencia.
El año antepasado, en uno de los congresos gremiales, escuché a varios empresarios diciendo: “Petro llega a la presidencia”.
Y
apenas se había ganado la alcaldía. Ese día se tiró un discurso que nos llegó hondo. Pero
las cosas cambiaron, para mal.
Me imagino que muchos de los que escucharon ese
discurso no serán capaces de entregar un voto por la presidencia de Gustavo Petro.
Nada más con esos camiones de basura que están en Cartagena, se siente uno burlado como colombiano.
RADAR,luisemilioradaconrado
Sábado, Enero 5, 2013 - 01
Petro,
el sepulturero de sí mismo
En estos meses, Petro ha caído además en la trampa
de las provocaciones. La mayor de ellas, por cuenta del Gobierno nacional, fue
poner a Gina Parodi en un cargo artificial, con cierto tufo de querer
obstaculizarlo. En su gigantesca soberbia, el Alcalde no ha sabido maniobrar
con eso y ha terminado poniéndoles palos en la rueda a los proyectos en que la
Nación y Bogotá deben ser socios. Lo hizo con la Avenida Longitudinal de
Occidente (ALO), con el último tramo de TransMilenio hasta Eldorado, y con el
proyecto de vivienda para los más pobres.
Sergio Ocampo Madrid
Analista
En este último punto, la izquierda tiene un enorme saldo en rojo tras nueve años de manejar la Alcaldía. Petro prometió construir 70.000 viviendas de interés social y transcurrido un año no lleva ni el 10%. Y a cambio de eso, no ha conseguido los lotes para las 10.000 viviendas que pretende edificar el Gobierno Santos en la capital.
Pero el mejor platillo para sus enemigos lo sirvió él mismo a fines de 2012 con el desastre gigantesco de las basuras. ¿Cómo seguir defendiéndolo luego de que quedó patente su testarudez, su arrogancia y su incapacidad administrativa? Y no teniendo suficiente con la crisis por las toneladas de desechos en la calle, conocimos el absurdo de unos camiones podridos y oxidados que se trajo en alquiler desde Estados Unidos.
Hace doce años los que vivimos en Bogotá caímos en
el espejismo de creer que esta ciudad estaba cerca de ser un Buenos Aires.
Estrenábamos TransMilenio; empezábamos a caminar por andenes anchos y bien
diseñados; las calles lucían limpias; se levantaban hermosas bibliotecas y se
trazaban ciclorrutas en zonas marginales; los parques invitaban a retozar en
los días de fiesta. Por primera vez en muchos años dejamos de sentir un poco de
vergüenza al presentar la capital.
De aquello no queda mucho. En nueve años de haberle
confiado el Distrito a tres alcaldes de izquierda, Bogotá se descuadernó,
retrocedió, se hizo añicos todo ese proyecto de ciudad que venía floreciendo
con la llave de cultura ciudadana e infraestructura para todos.
Acepto mi parte de responsabilidad en esto por
haber votado por esos tres alcaldes que hoy nos tienen sumidos en esta mala
hora. Desde que tuve cédula creo haber votado casi siempre por las opciones
independientes o las de izquierda, por la profunda convicción de que el país necesita
una propuesta política seria, responsable, moderna, diferente, abanderada por
una ideología de izquierda transparente que lleve a cabo las profundas
transformaciones, en particular de inclusión y mejor distribución de la riqueza
que requiere Colombia, y deje sin argumentos a la izquierda forajida,
anacrónica y violenta que representa la guerrilla.
Nunca supe si estuvo bien votar por Luis Eduardo
Garzón, porque creo que todavía le alcanzó la inercia positiva de la gestión de
los tres alcaldes anteriores. Pero la ciudad sí sintió el frenazo. Con Samuel
Moreno es imposible no acusar una enorme frustración, un engaño, una estafa
ante su administración venal, corrupta e ineficiente. Y con Petro comienzo a
sentir el sinsabor y la desesperanza de que la izquierda en este país no está
en capacidad real de gobernar. En 2007 y 2011 no le di mi voto a Peñaloza, aun
a conciencia de saber que se trata de un alcalde de lujo. En ambas ocasiones,
me persuadió la misma razón para no votar por él: la sombra nefasta del ex
presidente Uribe.
En política, Petro ha sido un ejemplar interesante.
Su carácter independiente, su valor para hacer oposición en tiempos difíciles y
de absoluto unanimismo, su probidad o al menos toda ausencia de
cuestionamientos a su moral pública, sus denuncias juiciosas, todo esto hizo
pasarle por alto serios desatinos como su respaldo al cavernario procurador
Ordóñez, o su ausencia injustificada cuando se votó la moción de censura al
ministro Andrés Fernández, el sucesor de Andrés Felipe Arias, por el
escandalazo de Agro Ingreso Seguro.
Consideré injusto que no llevando una semana en el
cargo ya hubiera políticos y columnistas que prometieron hacerle la guerra, sin
darle ningún compás de espera. Hoy, transcurrido un año, es el mismo Petro el
que ha terminado dándoles la razón a sus adversarios, y varias veces, con su
estilo, sus decisiones erradas y la evidente improvisación de muchas de sus
propuestas.
En cuanto a su estilo, desde la salida de Antonio
Navarro de la Secretaría de Gobierno, a menos de tres meses de iniciada la
Alcaldía, comenzó a hacerse muy claro que Petro es un autócrata, uno que además
parece tener serios problemas para trabajar en equipo. Luego vinieron varias
ideas lanzadas como globos, sin estudio alguno, sin concertaciones previas ni
medición de impactos. Así, terminó hablando de un metro ligero por la Séptima,
o de unos centros de atención a drogadictos.
Lo positivo de todo esto es que, a un costo
altísimo eso sí, Bogotá parece estar evitándole al país el riesgo enorme de
caer en la aventura de una presidencia de Gustavo Petro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario