lunes, 7 de enero de 2013

Antonio, el educador, por Lola Salcedo


Me gustó esta columna de Lola.
Especialmente porque ella no regala elogios…
Para mí Antonio Celia ha sido uno de los seres humanos más comprometidos con nuestra sociedad barranquillera y ella destaca algo que no tiene precio: el valor de la educación. 
Él eso lo tiene claro. Si le damos educación al pueblo, lo demás llegará por añadidura. 
Y Lola lo resalta en su columna.

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Antonio, el educador

Un tema siempre ha sido recurrente en cualquier conversación con Antonio Celia Martínez Aparicio: la educación, en sus mil distintas formas, caminos y métodos, y sobre todo: cómo hacer que más personas tengan acceso al conocimiento.
Hace muchos años me parecía obsesivo y falto de tema, él era un ejecutivo joven y yo creía que me las sabía todas. Hoy, cuando los años han emparejado nuestras perspectivas y nos asomamos al país desde el mismo mirador, el Caribe, reconozco que siempre fue un paso más adelante que sus colegas, competidores y amigos.
Por ejemplo, la responsabilidad social empresarial que hoy se menciona en toda información sobre desarrollo, globalización y crecimiento económico es una práctica que Antonio realiza desde siempre. Y no es socialista ni de tendencia izquierdista.
Es un demócrata a la vieja usanza que tanto añoramos y solo vemos en personajes como Nicanor Restrepo, tan admirado y respetado en el país. Tienen en común la visión de Nación y Estado, les cabe en la cabeza Colombia y desde la sociedad civil vienen apuntalando la justicia social y acompañando las políticas estatales de educación a largo plazo, que deben culminar el salto desde el analfabetismo a la modernidad.
Sin entrar a detallar la loable labor que desarrolla la Fundación Promigás, orientada a dar acceso al conocimiento y la tecnología a los jóvenes, esta entidad participa en los grandes proyectos de la cultura de Barranquilla.
Y es así, porque Antonio es un apasionado investigador y devorador de conocimientos, en permanente ebullición. Pero, el plus es que es un hombre caribe integral, como lo es Gustavo Bell Lemus. Ese par de auténticos barranquilleros le apuestan a lo mismo: educación. Y son los únicos acertados entre los apostadores por el progreso, esos que buscan la calentura en la sábana o venden el sofá cuando les ponen cuernos.
Puedo hacer un recuento, de memoria, de los proyectos educativos y culturales que caminan gracias a su tenacidad y apoyo filantrópico: el Museo de Arte Moderno, La Cueva, El Museo del Caribe, Barranquijazz, Universidad del Norte. Luego siguen una serie de actividades puntuales, como patrocinar un taller de cultura ciudadana para los policías de Tránsito, personalizado, en grupo de 20 agentes, cuatro horas de ayuda al manejo del estrés, repaso de normas sociales y búsqueda de la felicidad en sus emociones y no en el consumo.
Creer en una propuesta ecléctica, novedosa y de apariencia frágil solo lo hace un educador, una persona que sabe que crecer como individuo implica aprendizaje y que una sociedad no mejora si sus ciudadanos son ineducados e incultos.
Ese educador, también acierta cuando señala la falta de educación como el origen de la violencia intrafamiliar y de todo tipo de violencia contra las mujeres, los niños, las minorías. Además está convencido de que las guerras son producto de la desigualdad y que la peor inequidad es la negación del conocimiento.
Cuánto me alegra poder escribir con admiración, respeto y amor por un barranquillero, Antonio Celia Martínez Aparicio (homenaje Ceci), que es como la mayoría somos pero que, más testarudo y activo, está realizando su ideal de la democracia plena: nada más la semana pasada le soltó un salvavidas al Instituto Experimental, el mejor colegio de la Región, siempre ahogado en penurias. Si hubiera muchos más como él, otra ciudad tendríamos.

Por Lola Salcedo C.
@losalcas
losalcas@hotmail.com

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